Martes, 12 de enero de 2016 | Hoy
EL PAíS › CRISTIAN LANATTA Y VíCTOR SCHILLACI FUERON CAPTURADOS AYER EN UNA ARROCERA A 500 METROS DE DONDE CAYó MARTíN LANATTA
La policía los buscaba en Helvecia, a 15 kilómetros de Cayastá. Pero los dos prófugos se encontraban muy cerca de donde se separaron el sábado de Martín Lanatta. Extenuados y sedientos, no ofrecieron resistencia.
Por Raúl Kollmann
Derrotados por el cansancio, el hambre y la sed, los dos prófugos que faltaban detener cayeron ayer mansamente en manos de un pequeño grupo de policías santafesinos. Cristian Lanatta y Víctor Schillaci se refugiaron desde el sábado en un molino arrocero, el Spalletti, en Cayastá, a sólo 500 metros de donde fue detenido ese sábado el mayor de los Lanatta, Martín. Durante 48 horas las fuerzas de seguridad nacionales estuvieron buscando a los prófugos, en forma equivocada, a 15 kilómetros de Cayastá, en Helvecia, cuando la realidad demostró que no se habían alejado ni cinco cuadras del lugar donde se hizo el procedimiento en el que cayó Martín Lanatta. Pese a que los gobiernos nacional y bonaerense trataron de convertir el apresamiento en una especie de gesta contra el narcotráfico nacional e internacional, los datos de la causa y la investigación demuestran que los tres prófugos estuvieron solos desde que se alejaron del conurbano, que no tuvieron ni mansiones donde esconderse ni helicópteros ni aviones ni siquiera vehículos con los que emprender su huida. Durmieron en un galpón sin agua y sin luz en San Carlos y luego en un depósito de arroz. Sólo los graves errores en los procedimientos y la mala conducción de los operativos explican que hayan alargado la fuga más de dos semanas. En el origen del escape, llama la atención la influencia que parece haber tenido la nota contra Aníbal Fernández que hicieron en la televisión. Hasta ese momento, no tenían dinero ni para pagarles a sus abogados. A partir de la entrevista, consiguieron un lugar de privilegio en la enfermería del penal, compraron una camioneta cero kilómetro y contrataron nuevos abogados (ver aparte).
Ayer a las 8.30 de la mañana, el vicegobernador de Santa Fe, Carlos Fascendini, sorprendió contando en Radio Del Plata que Cristian Lanatta y Víctor Schillaci habían sido detenidos media hora antes. Fue la forma en la que el Gobierno nacional se enteró del final de la fuga. Una dura interna entre los policías santafesinos y las fuerzas federales no sólo llevó a que el procedimiento se hiciera sin notificar a los llegados de Buenos Aires, sino que la fuerza provincial no permitió que ningún policía federal o policía bonaerense o gendarme o prefecto se acercara a los detenidos en Cayastá. Hubo una especie de entrega formal cuando al mediodía llegaron los ministros Patricia Bullrich y Cristian Ritondo.
El final de la historia se precipitó cuando el empleado de la arrocera, Franco Martín, recibió instrucciones del dueño de la empresa. Desde Brasil, donde está de vacaciones, el titular de Spalletti le ordenó a Martín que no fuera solo a la arrocera, sino que primero vaya a la comisaría y pidiera que los policías lo acompañaran a la empresa.
Tomando en cuenta los hechos concretos, parece evidente que los efectivos de la comisaría no lo tomaron en serio, ya que a los dos prófugos no se los buscaba en Cayastá sino en Helvecia. Un joven declaró que había visto a Cristian Lanatta y a Schillaci cerca de Helvecia y las fuerzas de seguridad se desplazaron hacia allí, a doce kilómetros de Cayastá.
Pese a todo, un patrullero acompañó a Martín por la ruta 1 hasta la entrada de la empresa, pero no ingresaron con él. El operario recorrió los 50 metros hasta el galpón y, cuando entró, encontró a dos sujetos vestidos de verde. “A primera vista parecieron gendarmes o prefectos, pero los reconocí y me hice el tonto. Enseguida me tomaron de rehén. Me pedían agua y comida, estaban muy cansados y desgastados. Me trataron bien”, resumió Martín.
Cuando el operario no volvió a salir para avisarles a los efectivos del patrullero que estaba todo bien, los policías decidieron entrar a ver qué ocurría. Se encontraron con Lanatta y Schillaci sentados en el piso de un vestuario de la arrocera, con las armas a unos metros. Ninguno de los dos se resistió. Minutos más tarde fueron trasladados a Helvecia, donde la Policía de Santa Fe monopolizó las cosas durante varias horas y no entregó a los detenidos hasta después del mediodía.
Desde el jueves pasado, la fuerza provincial vive una intensa interna con las fuerzas federales. Ese día llegó un contingente de Gendarmería a San Carlos, al sur de Santa Fe capital, con un dato que había conseguido esa fuerza y que judicializó a través del juez federal Sergio Torres. La información indicaba que los prófugos estaban en un galpón o depósito en desuso y se indicaban cuatro lugares concretos.
Según los policías de Santa Fe, el operativo de la Gendarmería naufragó. Llevaron muy pocos efectivos y cuando encontraron a los Lanatta y a Schillaci se produjo un tiroteo en el que los prófugos hirieron a un gendarme y se llevaron el vehículo de la fuerza. Los graves errores se sumaron de inmediato: no había suficientes efectivos para tender un cerrojo y los escapados rompieron el círculo llegando a la ciudad de Santa Fe. A la policía provincial le informaron con dos horas de atraso, algo que tiene lógica porque en general ante procedimientos de esa naturaleza no se informa a las policías locales por temor a las filtraciones y la complicidad. Lo cierto es que las relaciones quedaron tensas –incluso se habla de que hubo un tiroteo ese jueves– y los policías santafesinos se vieron desafiados: si había alguien por detener en el territorio de Santa Fe ellos debían lograrlo por tener más información local y conocimiento del lugar.
La interna tuvo un pico a raíz de la detención del sábado. Martín Lanatta fue capturado por policías santafesinos a caballo que prácticamente se chocaron con el prófugo herido por un vuelco: el líder del trío también pidió agua y algo de comer. En las horas siguientes se pretendió echarle la culpa a los funcionarios y policías provinciales por el grosero error de que se anunció la detención de los tres prófugos cuando el único detenido era el mayor de los Lanatta. El juez Torres dejó en claro que él fue informado por el Ministerio de Seguridad de la Nación de las tres detenciones que al final fue una sola.
En ese clima caldeado, ayer a la mañana nuevamente los santafesinos se adelantaron a las fuerzas nacionales y detuvieron a los dos prófugos. Esta vez decidieron cobrarles la factura: el vicegobernador anunció los apresamientos por las suyas y no permitieron que ningún efectivo de una fuerza nacional se acercara a Helvecia. A través de los diarios santafesinos hicieron trascender su enojo y dejaron en claro que las detenciones fueron obra de la policía provincial.
En la tarde de ayer, los dos últimos capturados fueron llevados a Comodoro Py donde el juez Torres les formalizó la detención. El juzgado federal interviene por una maniobra política del Poder Ejecutivo que hace una semana presentó una denuncia por la participación de una organización de narcotráfico que ayudó en la fuga. No acompañaron la denuncia, firmada por Patricia Bullrich, con ninguna prueba.
Sin embargo, con ese procedimiento se aseguraron la intervención de la justicia federal y luego el fiscal Jorge Di Lello y el juez Torres aceptaron el dato de un testigo de identidad reservada que señaló los galpones de San Carlos, en Santa Fe, como el lugar donde estaban los prófugos. Es muy probable que ese testigo reclame la recompensa porque fue el que aportó la información decisiva.
La realidad mostró que la fuga fue precaria, muy lejos de lo que podría ser un escape con el respaldo de una organización de narcotráfico. Sólo los gravísimos errores y escándalos explican que hayan logrado estar 15 días sin ser recapturados:
Del penal fugaron porque se les dio un lugar inusual de privilegio, con todas las libertades para emprender la huida.
El operativo cerrojo posterior a la fuga fue ineficiente y tardío. Los prófugos se terminaron tiroteando en Ranchos con dos policías inexpertos y sin respaldo.
Se dijo que estaban cercados cerca de Ranchos, un diagnóstico totalmente equivocado.
Mientras se los buscaba en Quilmes, Berazategui, Florencio Varela y Chascomús, el trío estaba camino a Santa Fe, una alternativa que nadie previó.
Después que se consiguió el dato de que se escondían en San Carlos, se montó un operativo con un puñado de gendarmes. En el tiroteo, ganaron los prófugos. Y encima robaron el vehículo de la Gendarmería.
Nuevamente el operativo cerrojo fue un fracaso. Los escapados se desplazaron 40 kilómetros a Santa Fe capital y luego todavía más al norte, otros 40 kilómetros, a Cayastá.
El desgaste de los 15 días, durmiendo poco y sin comida ni agua, en un terreno desconocido y anegado por las inundaciones, produjo una situación de desgaste por la que virtualmente se terminaron entregando.
Durante las dos semanas durmieron en un galpón sin agua y sin luz o en el depósito de una arrocera. Nunca tuvieron apoyo de envergadura y los vehículos en los que se movieron fueron conseguidos robándolos a lugareños. No hay ni rastros de una gran organización de narcotráfico: no hubo casas seguras, no fueron sacados al exterior, no apareció ningún avión o helicóptero al rescate. El gobierno habló de que les sembraron pistas falsas, que hubo complicidades, pero los hechos evidencian que se trata de argumentos para tapar los errores e ineficiencias.
Anoche la historia terminó en el penal de Ezeiza donde, por ahora, se negarán a declarar. Habrá que ver la versión que van a dar en las próximas semanas. Están condenados a reclusión perpetua, no tienen nada que perder y ya demostraron que están dispuestos a vender una versión al gusto del que quiera pagar.
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