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De la Rúa se considera “el único perseguido político de Argentina”

El ex presidente concedió una entrevista a medios extranjeros. Se victimizó, cuestionó a Pontaquarto, denunció una conjura en su contra. Y habló de su relación con la UCR y con el Gobierno.

Desde que se reflotó el escándalo por el supuesto pago de sobornos en el Senado para la aprobación de la Ley de Reforma Laboral, el ex presidente Fernando de la Rúa parece tener mayor predisposición a conceder entrevistas que cuando se encontraba al frente de la Casa Rosada. En un reportaje que publicaron ayer varios diarios iberoamericanos, entre ellos el ABC de Madrid y la Folha de Sao Paulo, el ex mandatario volvió a negar cualquier vinculación entre su gobierno y el pago de coimas. “Nunca han demostrado que eso ocurriera en mi gobierno”, aseguró De la Rúa en la nota, y denunció que es víctima de una persecución política: “Soy el único perseguido de la Argentina”. A dos años de su caída, el ex presidente reiteró además ante los medios extranjeros que su salida de la Casa Rosada en diciembre del 2001 fue orquestada por el justicialismo y el FMI.
A continuación, los puntos destacados de la entrevista:
u El soborno: “Nunca me han demostrado que semejante hecho ocurriera durante mi gobierno. Nadie lo ha hecho. Lo niego absolutamente y afirmo que, si se produjo, de mi administración no salió porque comprobé las cuentas y no hay faltantes”.
u La mentira del arrepentido: “Mario Pontaquarto incurre en muchas contradicciones y dice que estuvo en una reunión en mi despacho, cuando no es verdad. Describe los hechos poniéndose en situación de obediencia debida o coacción, bajo amenaza de perder su empleo, y agrega que no recibió nada. Puede pensar que resultará absuelto o que una futura ley del arrepentido le favorecerá”.
u Mano negra: “Detrás de esto hay sectores del Gobierno involucrados. Lo que hace falta es un juicio objetivo y justo. La Jefatura de Gabinete expresó su alegría por esta denuncia y dijo que era un éxito para ellos. Son esas miserias que se dan en la democracia. No sé qué puede querer el Gobierno más allá de haber provocado la repercusión que se ha visto. Hoy sirve que se mire el pasado y por comparación parezca mejor el presente. Soy el único perseguido en este momento en el país. No tengo miedo de terminar preso, porque el daño que me han hecho es más costoso que cualquier otra consecuencia”.
u Adiós a la UCR: “No pueden expulsarme, sería negarme el derecho de defensa, tienen que aguardar las decisiones judiciales. Lo que no he aclarado con el presidente del partido, Angel Rozas, es si ha sido presionado por el Gobierno para tomar esta decisión, porque de otro modo no se explica”.
u El complot: “Hubo fuerzas muy importantes que conspiraron para impedir que terminara mi gobierno, impulsadas por los que querían la devaluación y la suspensión de pagos. Estábamos endeudados, la situación internacional era compleja y el FMI quería dar una lección a costa de la Argentina, mostrar el rigor en un ejemplo concreto. Sobre todo bajo la inspiración de Anne Krueger, quería ver el estallido de un país, mostrar que podían ser duros, y contó con la colaboración de cómplices locales, que son los que se vieron después ocupando posiciones en el Gobierno, como la corporación política de Buenos Aires encabezada por Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf”.
u La mofa: “El humor político es aceptable y a mí me encanta, pero cuando se supera la línea del respeto y se entra en la mofa, en la deformación de la imagen presidencial, hace daño. No quiero polemizar, pero eso hizo Tinelli”.
u Todos sus muertos: “Lo que quiero dejar en claro es que nunca ordené reprimir, ni tuve voluntad de hacerlo. Tampoco de sostener mi gobierno mediante la fuerza. Prueba de ello es mi renuncia. El saldo luctuoso de esos días fue por hechos ocurridos en las provincias, donde intervinieron los gobiernos y las policías provinciales y no cabe ninguna responsabilidad del gobierno nacional. Frente a la violencia en la calle, los heridos y las muertes en la Capital, siento responsabilidad política, pero no legal ni personal, porque nada más ajeno a mi voluntad que ocurriera algo de esto. Nadie dio orden de reprimir”.

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Fernando de la Rúa salió con estrépito de su silencio, tras la confesión de Pontaquarto.
 
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