EL PAíS › UNA NUEVA ONG QUE AGRUPA A PERSONAS ADOPTADAS ILEGAL O IRREGULARMENTE

Pactos de silencio, búsqueda de identidad

La consigna de Abuelas “Vos ¿sabés quién sos?” fue pensada para ubicar a sus nietos apropiados. Pero la pregunta tocó una cuerda en otros sectores de la sociedad. Un encuentro esta semana mostró que el problema de la identidad es mayor de lo pensado.

 Por Victoria Ginzberg

“Vos ¿sabés quién sos?” Las Abuelas de Plaza de Mayo usan esa consigna para despertar la duda de los jóvenes que pueden ser sus nietos apropiados durante la última dictadura militar. Pero la frase superó su objetivo y mostró que la identidad es un problema que atraviesa toda la sociedad. Diez personas se reunieron la semana pasada en el subsuelo de la Defensoría del Pueblo de la Nación para preguntarse “¿quiénes somos?” y planearon formar una organización no gubernamental con ese nombre para responderse. Tienen entre 27 y 55 años, son adoptados –la gran mayoría ilegalmente– y se encontraron con un “pacto de silencio” en el momento de querer remover el pasado.
“Nena, ¿por qué no vas a gente que busca gente, a buscar a tu mamá?”, le dijo una vecina a María Aurelia Alejandra Pugliese el 31 de agosto de 1997. La mujer, hoy de 27 años, promotora y con dos hijos, creía que su madre estaba muerta. Pero al escuchar la frase que sin anestesia le lanzó su vecina empezó a entender algunas cosas de su infancia.
María Aurelia esperó que su corazón se desacelerara y contó su historia en el círculo que habían formado sus compañeros, en el subsuelo alfombrado de la Defensoría. “Yo era la nena”, dijo separando y acentuando las dos últimas palabras. “Nena, no hablés con nadie en la calle, nena no atiendas el teléfono”, le decían sus papás con una insistencia exagerada. “Me daban todos los gustos. Mi mamá no me hacía una pollera, sino dos, iguales. Así, si me manchaba una me cambiaban en seguida y siempre estaba de punta en blanco”, contó. La vida entre algodones se terminó a los dieciséis años, cuando murió la que creía su mamá.
Un año después, luego de una profunda depresión, su papá se suicidó. La nena quedó a cargo de un juez de menores y tuvo que arreglárselas sola. No entendía por qué en el cementerio escuchaba que sus familiares murmuraban “no le corresponde nada” o “¿qué hacemos con la casa?”. Cuando se enteró de que era adoptada se brotó, tuvo convulsiones, ataques de pánico, tocó fondo. Sólo salió cuando su hija, hoy de 12 años, le suplicó que se repusiera. La búsqueda de su identidad empezó con un llamado al 110 para que le den los números de teléfono de “los derechos humanos”. Así llegó a la Defensoría del Pueblo de la Nación.
Hasta ahora sólo sabe lo que le logró sacar a su “tío Cacho”, un amigo de la familia que vivió en su casa durante su infancia. Cacho le dijo que él la llevó con sus padres adoptivos, que la fue a buscar a una casa de Mataderos en la que había cunas con varios bebés y que fue comprada. De a poco se fue enterando de que la panza de embarazada que tenía su mamá en una vieja fotografía era en realidad un almohadón y que la cicatriz de la cesárea era consecuencia de una operación de vesícula. “¿Para qué querés saber la verdad? No quieras saberla”, le contestaba el hombre a sus insistentes preguntas antes de mudarse sin aviso.
Los genes
“Cómo se nota que el carácter lo llevás en los genes”, le gritó su mamá en medio de una discusión a Luz Frol. Ella algo se imaginaba. Su pelo oscuro y sus ojos negros habían contrastado toda la vida con los ojos azules y el pelo rubio de su familia de ascendencia yugoslava. Luz nació en 1974. Fue a Abuelas de Plaza de Mayo y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y allí la derivaron a la Defensoría. Su mamá adoptiva dice que no sabe mucho de su pasado, pero una tía le contó que una joven supuestamente montonera y perseguida la dejó en su casa de Ciudad Evita. Para Luz “el tema de la identidad es básico para todo: para relacionarte con tu hijo, con tu pareja, con la vida y con vos mismo”. La mujer, vendedora de pan, estudiante de teatro, uñas pintadas de negro y un aro en la lengua, no quiere meter preso a nadie pero reclama la verdad como su derecho. “Hay un secreto, un pacto de silencio que no pude romper,entonces, que actúe la Justicia, que le exijan a esta tía que diga lo que sabe”, reclamó. “Creo que en este momento todos los argentinos estamos buscando nuestra identidad, aunque sepas `quién sos’”, dijo Luz.
La Defensoría del Pueblo de la Nación recogió más de treinta casos que llegan por derivación de otras instituciones o a través del boca a boca. Diez personas ya se animaron a participar de la construcción de la ONG. Entre ellas, por ahora, sólo hay un hombre, que prefiere permanecer anónimo. El objetivo es acceder o crear herramientas que ayuden a los interesados a encontrarse con su historia. Para eso, la Defensoría y Abuelas planean firmar un convenio con la Procuración y la Defensoría General de la Nación. “La Defensoría o Abuelas pueden hacer una investigación preliminar y recopilar información, pero es necesario dar un salto cualitativo y eso sólo se puede hacer desde la órbita judicial, los jueces son los que pueden llamar testigos, ordenar pericias y acceder a determinados lugares. Buscamos crear un mecanismo que, sin abrir causas penales, permita que los interesados puedan saber sus orígenes biológicos. Se trata de un proceso largo y muchas personas no tienen los medios, por eso queremos que tengan la ayuda de los defensores oficiales”, explicó Mariana Becerra, de la Defensoría del Pueblo.
Tatiana Sfiligoy, una de las primeras nietas restituidas, es la representante de Abuelas en este proyecto. “Abuelas tiró el `vos ¿sabés quién sos?’ a la sociedad y tenía que hacerse cargo de lo que venía de vuelta. La Conadi tomó algunos casos de adultos pero se vio desbordada. Hasta ahora no había ninguna institución ni organismo del Estado que se ocupara de esto”, afirmó.
María Rosa Pallone es una de las impulsoras de ¿Quiénes Somos? Tiene 55 años y hace más de tres que un análisis de sangre le reveló que tenía una enfermedad de la raza negra. Así se enteró de que había nacido en el Hospital Fernández y no en su casa, como figuraba en su partida de nacimiento, y que su madre podría haber sido una adolescente negra. Para saber la verdad, inició una causa penal que fue cerrada porque, como sus padres adoptivos estaban muertos, no había contra quién efectuar las acciones. Por eso ahora busca otras vías legales que le permitan saber quién es.
La mayoría de los que accedieron a contar su historia coincidió en que se enteró de su situación en forma traumática, como Ana María Kahrs, de 52 años, a quien una tía le dijo: “Por suerte, a vos no te corre nuestra sangre porque fuiste regalada en la puerta de un hospital por una prostituta”. Todos, sin excepciones, sienten, como Malena Slutzky, de 27 años, que fueron tratados como cosas y, aunque quieren y respetan a sus padres adoptivos, no soportan que ellos se consideren salvadores o víctimas y no comprendan su búsqueda. Miran el pasado pero también el futuro, porque esperan que la adopción puedan convertirse en un trámite sin trabas para que se terminen las apropiaciones ilegales y el robo de niños. Quieren que dentro de veinte años no haya otros como ellos para quienes el camino a la identidad biológica esté lleno de obstáculos.

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Abuelas sacó el tema, muchos adoptados, no necesariamente hijos de desaparecidos lo recogieron.
 
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