EL PAíS › UN CIVIL MUERTO EL 20 DE DICIEMBRE EN CORRIENTES
Cinco agentes, un fusilado
Después de meses de desvíos, la Justicia investiga a policías correntinos que mataron a un joven el día que cayó De la Rúa.
Por Carlos Rodríguez
En la calurosa madrugada del 20 de diciembre de 2001, Ramón Alberto Arapi, de 22 años, estaba haciendo algo más que correntino: tomaba tereré con sus amigos. Por la radio y la televisión llegaban noticias de la rebelión popular en Buenos Aires que tenía su espejo cercano en el Barrio Nuevo de Corrientes con movilizaciones, saqueos y represión. Ramón sostenía el mate cuando entró al barrio una camioneta Ford F-100 bordó sin leyendas identificatorias y sin patente. En el vehículo iban cinco hombres, cuatro con el uniforme de combate azul-celeste de la policía de Corrientes. Arapi trató de esconderse, pero dos de los policías lo corrieron y alcanzaron. Uno lo golpeó y le pegó un tiro que entró por el pecho y salió por la espalda. Recién el 14 de marzo, después de muchos desvíos, la investigación se orientó hacia cinco efectivos de la Comisaría 13ª de Corrientes. Uno es señalado como el autor material y los otros podrían ser acusados de partícipes necesarios.
Arapi era “beneficiario” de un Plan Trabajar y tenía un puesto de barrendero municipal. Desde el comienzo quedó claro que estaba tranquilo, en una esquina de la peatonal Ramos Mejía, a metros de su domicilio, con uno de sus ocho hermanos, Cristian Alexis, y dos amigos. Los saqueos no estaban centrados en el Barrio Nuevo, un conglomerado de casitas de familias de bajos recursos. “Los testigos declararon que estaban riéndose, conversando, tomando tereré porque hacía mucho calor”, dijo a Página/12 Norma Arapi, hermana de la víctima. En varios puntos de la ciudad, “la policía andaba como loca” por los saqueos en supermercados. Pero en el Barrio Nuevo no había pasado nada hasta que llegó la policía.
“De la camioneta bajaron tres policías con chalecos antibala y mis hermanos salieron corriendo porque querían llegar a las casas. Uno pudo, el otro se refugió en lo de una vecina, detrás de un muro bajo. De allí lo sacaron y lo mataron”, recordó Norma. Los siete testigos relataron que por lo menos dos uniformados rodearon a Ramón, lo hicieron poner de pie y lo sacaron del jardín “a golpes de puño y patadas”. Después, uno de los policías, “medio gordito, petiso y de pelo muy corto” hizo uno o dos disparos. Norma explicó que el tiro mortal “entró por el pecho y salió por la espalda”. Ocurrió cerca de las 2.30 del 20 de diciembre. Ramón llegó muerto a las 3 de la mañana al Hospital Escuela.
En el piso quedaron dos vainas servidas de una pistola 9 milímetros. Esto confirmaría que los disparos fueron al menos dos. Las vainas fueron recuperadas y serán peritadas para determinar si pertenece a alguna de las armas de la Comisaría 13ª, en el barrio Pirayuí. “En el cuerpo no encontraron el plomo, porque la herida tenía orificio de salida”, informó Diego Vigay, abogado de la familia Arapi. Con las cápsulas “se puede lograr la identificación del arma con una certeza del 90 por ciento, estimaron los peritos”. Hace una semana, después de casi tres meses de escasa actividad, fueron secuestradas “todas las armas disponibles en la comisaría”. En la autopsia, los peritos sostuvieron que la muerte fue producida “por un disparo de grueso calibre” desde muy corta distancia.
Al principio, las autoridades policiales negaron que la camioneta perteneciera a la repartición. A comienzos de marzo no tuvieron más remedio que reconocer que “no sólo era de la repartición sino que es la única que tienen y que está identificada internamente con el número 304”. Luego de las pericias en el interior del vehículo, lo devolvieron para no dejarlos de a pie. Los testigos reconocieron la camioneta y el 14 de marzo, en un allanamiento en la seccional, secuestraron un libro de guardias que a todas luces ha sido adulterado.
“En la carilla correspondiente al 20 de diciembre está visiblemente adulterada la hora en la que regresó a la comisaría la camioneta. Se nota claramente que la inscripción original decía ‘3.10’ y después, encima del ‘3’ escribieron un ‘2’. Es un borrón, una adulteración grosera”, sostuvoVigay. Los cinco policías que iban en el móvil “están identificados, pero nos reservamos los nombres para evitar que los empiecen a encubrir y a proteger, como ocurre siempre”. También están los números de serie de todas las armas y ahora se tiene que determinar cuál fue la utilizada para asesinar al joven Arapi.