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Los intendentes del conurbano, objetivo central del kirchnerismo

Los operadores del Presidente, con él mismo a la cabeza, se han dado a la tarea de cooptar alcaldes para la batalla del 2005. Y del 2007.

 Por Mario Wainfeld

“La elección, por arriba, ya la ganamos. Pero para entrar de veras a la provincia, para poder pelear los cargos ejecutivos en 2007, no basta una cabeza de lista imbatible. Hay que garantizar la victoria en el territorio. Para eso, los intendentes son fundamentales.” La elección, claro, es la madre de todas las batallas electorales: Buenos Aires 2005. Quien irá “por arriba”, encabezando las listas (lo anticipó Página/12), es Cristina Fernández de Kirchner. Quien habla es uno de los operadores kirchneristas lanzado a la acción en la provincia de Rosas y de Perón. Esa que, hasta ahora, es el feudo del duhaldismo.
Setentistas en su mayoría, los enviados del presidente Néstor Kir- chner acuden a su archivo histórico para explicar su decisión de cooptar o reencauzar a hombres que por portación de aspecto y de trayectoria no cuajan en el nuevo estilo político que predica la Casa Rosada. Se trata de mandatarios municipales que han sido duhaldistas hasta hace horas o siguen siéndolo pero que son necesarios en la nueva coyuntura. “Cuando se emprende una batalla –dice el citado operador setentista– hay que alinearse entendiendo cuál es la contradicción principal. Cuando confrontamos con el menemismo, nos aliamos con Duhalde, que no sería un santo pero sí rechazaba el proyecto neoliberal. Ahora, que confrontamos con Duhalde, tenemos que sumar a los bonaerenses que quieran enfrentarlo para cambiar la política. Aunque no sean santos”, aclara por si hacía falta.
Néstor Kirchner dio personalmente los primeros pasos en la relación con los intendentes, en especial con los del conurbano. La reunión del lunes con Hugo Curto (Tres de Febrero), Julio Pereyra (Florencio Varela), Gerardo Amieiro (San Fernando) y Alberto Descalzo (Ituzaingó) fue toda una señal. Los intendentes vienen teniendo un acceso bastante más usual y más fluido al despacho presidencial que el que logran Solá y Duhalde. Entre ellos, el de más peso (no sólo de cara a la balanza) es Curto quien, de hecho, lidera a Descalzo y Amieiro. Curto controla su partido y también es fuerte en su sección electoral. El hombre nació en la patria metalúrgica, pero eso no escuece a sus contingentes aliados. En parte por aquello de la contradicción principal, en parte porque Curto “juega bien” con ellos desde el vamos. Y en parte porque otro hombre forjado en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) pero a la vez de cepa setentista, Carlos Gdansky, le sale de aval. El “ruso” Gdansky aúna una doble pertenencia muy inusual: es respetado y tenido como propio por la corporación sindical y también por los sobrevivientes de la izquierda peronista. Un portento al que, quizá, sólo accede también el actual diputado Francisco “Barba” Gutiérrez. La diferencia, a favor de Gdansky, es integrar el disco rígido del Grupo Michelangelo, en el que también revistan entre otros Carlos Kunkel, Juan Carlos Dante Gullo, Ernesto Villanueva y Hernán Orduna. Gdansky, matancero de origen y caminador del territorio, no es sólo el garante de Curto, también una figura en la que piensa el kirchnerismo para eventuales listas electorales por venir.
Julio Pereyra tiene menos peso territorial que Curto. Domina Florencio Varela pero no toda la respectiva sección electoral. Pero lo adorna una ventaja, visto desde la Rosada, es que su entripado con el duhaldismo tiene largo tiempo de añejamiento. La bronca finca en el enorme espacio que prodigó el aparato provincial a rivales locales de Pereyra: Luis Genoud y Graciela Giannettasio. Competidores suyos en la interna fueron premiados con cargos ejecutivos, lo que irritó desde siempre a Pereyra. Otro blasón del mandatario de Varela es su dilatada relación política con Kunkel, un nativo del interior de la provincia que a ratos milita en el conurbano, caminador cotidiano del territorio. Kirchner, quien no da puntada sin nudo ni se priva de gestos plenos de sentido para susantagonistas, eligió Florencio Varela para disparar rayos y centellas contra Duhalde la semana pasada. E invitó para el ágape a Gianne- ttasio, que no se debe haber sentido muy local.
Con los intendentes habitués de la Rosada no hay acuerdos cerrados, pero sí infinitos guiños. Lo simbólico no es todo, también existen ayudas materiales del gobierno nacional, que inequívocamente mencionó Kirchner días atrás. Conocedor de las mañas de sus potenciales aliados, el Presidente no les enviará jamás dinero (“caja”, en jerga), pero sí está dispuesto a manejar los distintos planes del gobierno nacional resarciendo de modo desigual a los distintos niveles de lealtades. Un recurso con el que cuenta Kirchner y del que Duhalde, hoy por hoy, carece. Un modo peronista de hacer política, al que el Gobierno no es ajeno.
Otro tic peronista es permitir a distintos dirigentes que caminen la provincia, en paralelo y sin intercambiar más que miradas de soslayo. Protagonistas de la tradición movimientista, Kunkel, Luis D’Elía y Aníbal Fernández atienden cada cual su propio juego sin confrontar y sin confluir por ahora. El ministro del Interior “camina” infatigable la provincia sin forzar armados ni actos que incordiarían a Solá... pero convocando a partir de su autocandidatura a gobernador y del predicamento (“la chapa”) que le confiere integrar el gabinete nacional. D’Elía busca demostrar que convoca a los más humildes de la provincia, contando con una capacidad de movilización “peronista” de la que carecen muchos de sus compañeros. En ese plan maquina un acto masivo “en una cancha de fútbol y no en un miniestadio” (Atlanta o Ferro) para un día evitista, el 26 de julio. Por ahora, todos cuentan con la tácita bendición de la Rosada.
Pero las llaves de la relación con los intendentes quedará, como casi todo lo que es nuclear para el Gobierno, en manos del Presidente. La primera hora ya transcurrió y no hay tantos sumados a la causa K. Pero, peronistas al fin, todos saben que es mejor llegar a la segunda hora que no hacerlo nunca... o que llegar a la tercera hora. El orden de llegada es un dato a la hora de armar las listas o reconocer favores. La oferta no es mala, al fin y al cabo: cambiar de bando y pasarse al que pinta para ganador. Las veinte verdades aconsejan no rechazar envites de esa naturaleza. Falta saber qué harán los pesos pesado, empezando por el intendente matancero Alberto Balestrini, quien gobierna un partido con más de 1.700.000 habitantes, que fue uno de los primeros aliados bonaerenses de Kirchner (el primero que le armó un acto en su distrito) y que hasta es imaginado como posible candidato a gobernador en 2007 en tiendas que rodean a Julio De Vido. Pero para todo falta mucho.
De momento, los enviados de Kirchner se sienten en la plenitud del esfuerzo: han designado el enemigo, han elegido el momento de la primera ofensiva, la de estas horas. Y les sobra fe que ilustran con alguna anécdota: “¿Usted sabe qué hacía Giannettasio, una incondicional de Duhalde, que la puso primera en la línea sucesora de Solá en el acto de Florencio Varela? Era la primera en corear ‘Olé, Olé, Olé, Olé/Kirchnér, Kirchnér’”. Si eso pasa por arriba, qué no pasará por abajo, imaginan. Y, peronistas al fin, cierran la anécdota con una carcajada.

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El lunes a la noche, Kirchner recibió a los intendentes Curto, Pereyra, Amieiro y Descalzo, futuros aliados en la pelea bonaerense.
 
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