EL PAíS › CIERRE DE CAMPAÑA DEL FRENTE AMPLIO
EN LA ARGENTINA, A LA CAZA DEL VOTO EMIGRANTE
“Buscamos un país que quiera más a su gente”
El candidato Tabaré Vázquez cerró el acto en el que miles de personas participaron del final de la campaña de la coalición en la Argentina, donde busca al menos 30 mil votos que podrían ser decisivos en el conteo. Desagravio por la frase de Batlle sobre los argentinos ladrones y un llamado a no descansar sobre las encuestas.
Por Martín Granovsky
El locutor preguntó: “¿Somos o no somos?”. La gente contestó fuerte: “¡Somos!”. “¿Vamos o no vamos?”, siguió. “¡Vamos!” Y después: “¿Vemos o no vemos?”. La respuesta: “¡Vemos!”. Y el locutor: “Somos, vamos, vemos. Con el Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría, venceremos”. Se escuchó a Canario Luna y Falta y Resto: “Como el día más glorioso...”, cantaban. Así cerró Uruguay su campaña en la Argentina. Sobre la calle Uruguay, obvio, en pleno centro porteño, buscando 30 mil votos, como lo explicó sin vueltas José Mujica, uno de los oradores: “No mariconeen. El 31 vayan a votar. Aunque sea nadando”.
“Levanten esa bandera/ que desde lejos se pueda ver”, decía una canción de ritmo murguero.
Y fueron entrando de a uno, como a un espectáculo de club de barrio. El locutor anunció primero a Tabaré Vázquez. Y después Tabaré se convirtió en el anfitrión de los demás, incluido su vice Rodolfo Nin Novoa, en un ritual sencillo: anuncio, abrazo y a sentarse, hasta que quedó una fila de doce, once varones y una mujer, con el candidato al centro. La mayoría, senadores de sesentayalgo. Sencillitos, solo dos con corbata, uno de ellos el ministeriable de Economía Danilo Astori, sin problemas por algún pantalón arrugado o algún zapato sin el último lustre, luciendo panza choppera si cuadraba o un burma beige debajo de la campera de cuero negro en el caso de Tabaré.
Una ceremonia agradable, pero nada livianita, como lo demostró bien pronto el vozarrón de Mariano Arana, el intendente de Montevideo.
“¿Nos merecemos este cambio o no?”, gritó en un momento de su discurso, que siguió con la cadencia porteña de un Julio Strassera. “Arriba los corazones, que ya los tenemos”, fue el final.
Parecía un acto destinado a terminar a las tres de la mañana, pero no. Empezó a las ocho y antes de las diez, todo despachado. Ninguno de los oradores de semifondo pasó los cinco minutos, una buenísima fórmula que obliga a preparar mensajes concretos y a calentar el clima de entrada. Y los de fondo, Tabaré y Nin Novoa, no superaron los quince.
Marina Arismendi, hija de un viejo comunista uruguayo ya muerto, invocó a Líber Seregni, el fundador del Frente Amplio en 1971, hace 33 años, y “al Flaco Alfredo”, es decir Zitarrosa.
Astori, que si gana Tabaré será, ya se sabe, ministro de Economía, anunció que “va llegando la hora de hacer lo que el general soñó”, y no era Juan Perón sino “el jefe de los orientales, José Artigas”. Hubo lugar para otro general, Seregni, “general del Frente Amplio”, y la promesa final de que los que no puedan viajar para votar, van a poder volver a Uruguay porque habrá trabajo.
“A mí no me importa si el parlante es bueno o malo, porque soy gritón”, había susurrado Alberto Curiel antes del acto. El parlante era buenísimo. Y Curiel gritó sus dos conceptos.
Uno, táctico. “No miren las encuestas”, pidió, en alusión a los sondeos que dan ganadora a la coalición por poco más del 50 más un voto o arañando la cifra mágica que en 1999 fue esquiva. “Vayan a votar, para asegurar el triunfo en la primera vuelta.”
El segundo grito dio de lleno en la discusión que comienza estos días en Uruguay, con el ex presidente Julio María Sanguinetti, colorado y desahuciado, en pleno acto de macartismo y buscando revivir fantasmas mediante el señalamiento de los tupamaros que hoy integran el Frente. “Sobre democracia no le damos la derecha a nadie, y menos a Sanguinetti”, dijo Curiel, anticipando que habrá batalla para no dejar pasar el mensaje desesperado de los perdedores de las encuestas.
Mientras se agitaban las banderas –muchas de los distintos sectores del Frente Amplio y una del Comedor Los Pibes, de La Boca, que dirigía el asesinado Martín Cisneros– Osvaldo Gargano pidió cambiar la situación de países “que fueron entregados a una cáfila de bandidos”. También citó a Artigas: “Tenemos todo y nos han robado todo”. Los uruguayos lograron el milagro de juntar, por una noche, a los argentinos. Fue como un espejo que devuelve una misma imagen, pero partida. De un lado, sobre el escenario, estaban todas las variantes del centroizquierda y la izquierda, juntos. Del otro, en la platea, también estaban todos, pero separados. Desde Eduardo Duhalde y Marcelo Fuentes, por el kirchnerismo, hasta el Partido Comunista. Y en el medio, Aníbal Ibarra, Martín Sabatella, los socialistas Hermes Binner, Oscar González, Jorge Rivas y Héctor Polino, el diputado del ARI Eduardo Macaluse, el secretario de la CTA Víctor De Gennaro, la frepasista Diana Conti, la viceministra bonaerense de Desarrollo Social Marisa Graham. Y también las Madres de Plaza de Mayo en sus dos sectores, el de Hebe Bonafini y Línea Fundadora, y las Abuelas.
Muchos oradores comenzaron por las Abuelas y las Madres. Otros, como el propio Tabaré, agradecieron al Gobierno por dar asueto para que los uruguayos puedan ir a votar. La coalición de izquierda calcula que no menos del uno por ciento de los votos del Frente Amplio está de este lado del Río de la Plata, y en una elección peleada nada es despreciable. Uno de los oradores, Carlos Pita, le puso nombre y apellido a lo que imaginó como “una región de los Lula, de los Kirchner, de los Tabaré Vázquez”.
Ante la sonrisa canchera del candidato, Rafael Michelini pidió liquidar al “Huracán Jorge”, por el presidente Jorge Batlle. “Tenemos el mejor programa y el mejor candidato”, dijo. Y enlazó su discurso con preguntas. “¿Es que no tenemos orgullo los uruguayos?”, fue la más aplaudida.
Bigotazos, canas, pasos chuecos hasta el micrófono, Mujica fue uno de los ovacionados. Empezó suave. “Permítanme tratar de pensar en voz alta un poquito”, pidió, y se hizo el silencio como para escuchar un cuento. “¿Qué vamos a hacer con nuestros gurises? Si dentro de 30 años solo tienen liceo (secundaria completa) van a ser analfabetos. ¿Irán a sacarle la mugre al mundo rico? No hay soberanía sin conocimiento propio”, dijo Mujica dirigiendo el índice a la sien izquierda. También dijo que el pueblo argentino es hermano del uruguayo porque “nacimos en la misma placenta”. Hizo su reclamo de nadar y pidió no preocuparse si toca “bailar con la más fea”, o sea gobernar, porque “va a ser al otro día”.
“¡Esto se acabó!”, gritó a su turno Enrique Rubio.
Nin Novoa, que se parece a Víctor Hugo Morales y habla de a ratos con una mano metida en el bolsillo del pantalón, dijo como anuncio algo que, si se cumple, suena impresionante por la larga duración de un ciclo interminable de la historia uruguaya. “Después de 170 años, dos partidos tradicionales van a ser desplazados”, aseguró. En Uruguay, caso único en América latina, el bipartidismo tuvo siempre los mismos polos, blanco y colorado, asegurados con la ley de lemas y después con el ballottage. (La canción pegadiza de “levanten esa bandera” fue seguida por otra, a cargo de Falta y Resto: “Se van ya los colorados/ también los blancos se van...”).
Tabaré tiene un estilo diferente al de todos los demás. Habla paseando por el escenario. Camina despacio, de punta a punta, y frena para dirigirse a una parte u otra del público. Charla, no exclama. Busca explicar, como si fuese la síntesis serena de la izquierda. No se obsesiona por las grandes frases, aunque tiene algunas de impacto. “Podemos meter la pata, pero no la mano en la lata”, dijo. “Y al que la meta, se la cortamos.” Antes, al mediodía, en almuerzo con Mirtha Legrand, había informado que seguiría atendiendo su consultorio de oncólogo algunas horas por día. Y ayer a la noche dibujó la imagen de un país en el que, si el Frente Amplio gobierna a nivel nacional como ya viene gobernando Montevideo, será “transparente y tolerante”.
“Hace falta un país que quiera más a su gente”, dijo Vázquez. Pronosticó que si siguen gobernando colorados o blancos, o colorados más blancos, “no se tratará de permanecer igual, sino de ir empeorando”.
Tabaré no se privó de Artigas: “Los más necesitados serán los más privilegiados”. Pidió trabajar hasta el último día de la campaña, “cambiando el voto por conciencia y no por portland o chapas”.
Desagravió a los argentinos, en alusión a la frase de Batlle según la cual los nativos de este suelo “son ladrones, del primero al último”. “El pueblo uruguayo ama al pueblo argentino”, dijo.
Más adelante, al afirmar que la coalición ganará, agregó: “Seguramente”. Y al final tiró al diablo el tono de médico –o de párroco o de profesor, da lo mismo– para gritar, después de un “seguramente” solo susurrado, que “el 31 de octubre explotarán las urnas, y entonces yo les voy a decir ‘festejen, uruguayos, festejen, que la victoria es de todos ustedes’. Hasta la victoria. Siempre”.
Ovación. Aplausos. Gritos. Una canción de campaña en tono de corrido mexicano que bailaron, agarrados en ronda, tipo pogo, Binner, González, Rivas y el kirchnerista Abel Fatala. De vuelta la canción del principio: “Levanten esa bandera/ que desde lejos se pueda ver./ Que nadie quede sin verla/ en los suburbios y en la ciudad.”
Y con esa música Uruguay cruzó de nuevo al otro lado. Le quedan dos semanas para conseguir que los uruguayos en la Argentina tengan que ir a votar solo una vez, el 31, para que la izquierda tenga el camino despejado, o lo que se parezca a eso, hasta el cambio de presidente el 1 de marzo del 2005.