EL PAíS › INTERNET EN LA ARGENTINA

Los diez años que cambiaron el país

La web y el correo electrónico parecen tan naturales como el agua. Pero sólo tienen una década en suelo criollo. Aquí, su historia.

 Por Federico Kukso

Ayer, un temblor agitó la aldea global. En realidad, fue un sacudón local, pequeño y efímero (un puñado de horas), con un tendal de páginas muertas y mails perdidos en la nada, pero lo suficientemente importante como para revelar la fragilidad de un sistema que se suponía indestructible y, sobre todo, descentralizado.
Aunque los efectos se sintieron únicamente en páginas web con el dominio o terminación “com.ar”, el apagón informático se vivió como un corte de luz, de agua o de teléfono. Al fin y al cabo, Internet (con toda su parafernalia de servicios: web, mail, ftp, intercambio de archivos) ya se coló en la cotidianidad argentina y, para muchos, cuesta pasar un día (horas, al menos) sin chequear nuevos mensajes electrónicos o deambular por la insustanciabilidad de la red sin que despierte en el estómago un ardor parecido al síndrome de abstinencia.
Pareciese como si Internet y la World Wide Web hubieran existido siempre, como si esa realidad paralela que se teje a cada hora, minuto y segundo fuese algo tan natural como el agua o el aire. Pero no: la descomunal red de redes de computadoras tiene apenas 35 años (cumplidos el 2 de septiembre). Si bien sus creadores, los estadounidenses Stephen Crocker y Vincent Cerf, se disputan la fecha exacta de su nacimiento (el primero dice el 2 de septiembre y el segundo tironea por el 20 de octubre), lo cierto es que todo empezó en 1969 bajo el nombre de ARPAnet (Advanced Research Projects Agency Network) financiado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos en plena Guerra Fría. En realidad, por entonces nadie pensaba en que ese chiche nuevo devendría con el tiempo en un oasis de datos virtuales, charlas a distancia, bibliotecas sin papel y descargas masivas de temas musicales sin costo. El objetivo era uno sólo: lograr un método de comunicación lo suficientemente aceitado y confiable cuya estructura se mantuviera en pie incluso luego de un ataque nuclear. Con el tiempo, esa pequeña red militar de computadoras fue creciendo, cambió de nombre (se llamó Ethernet, Csnet y, por fin, Internet) y se le sumaron nuevas aplicaciones (en 1971 nació el correo electrónico; en 1983 se estableció un “idioma oficial”, el protocolo TCP/IP). Sin embargo, sus puertas se abrieron para todo el mundo recién en 1994, seis años después del nacimiento de la World Wide Web (obra del inglés Tim Barners Lee del CERN u Organización Europea para la Investigación Nuclear), una maraña de documentos asociados entre sí mediante hipervínculos de hipertexto.
En la Argentina, el desembarco de Internet ocurrió en 1985 y sólo gozaron de ella un pequeño grupo de funcionarios gubernamentales y de investigadores universitarios (de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación, la Universidad de Buenos Aires –a través de su Centro de Comunicación Científica– y la Universidad Nacional de La Plata, que desarrollaron sus propios sistemas de transferencia de datos), en fin, privilegiados en un país incomunicado, de líneas truchas y pendiente de los vaivenes de la vetusta ENTel. Fue una verdadera Edad de Piedra de la informática, con sistemas que se caían por antojo y donde las palabras “navegar” o “buscador” ni siquiera se habían imaginado. El rumor del nuevo invento que cambiaría el mundo no pudo mantenerse en secreto y con los años el número de usuarios trepó a 15.000, con acceso a correo electrónico y otros servicios con nombres risueños como Archie y Gopher. Pero la revolución “internáutica” aún no encendía sus motores.
El verdadero boom telemático nacional ocurrió el 26 de abril de 1995, cuando inició sus operaciones la primera empresa proveedora de acceso a internet del país (o ISP, Internet Service Provider), Startel, compañía de Telefónica y Telecom que ostentó el monopolio del servicio y se aventuró en un mercado inexistente y sin competidores ofreciendo a empresas una manera rápida de intercambiar datos a distancia. A un año del lanzamiento, Argentina tenía 80.000 internautas y 300 empresas inmiscuidas en la web. Los altos precios, la mala calidad del servicio (velocidades de 12 kbps y cortes esporádicos) y la inexperiencia de los proveedores (la actividadestaba dominada por especialistas sin grandes conocimientos comerciales) no ayudaban a democratizar el nuevo artilugio que aglutinaba imágenes, sonido y textos en un mismo medio.
Hasta que un grupo de empresas se avivó y, al ritmo del desarrollo de nuevas tecnologías (privatizada ENTel., se difundió el uso de los cables de fibra óptica que conducen información casi a la velocidad de la luz o sea 300.000 km/s), se lanzó a participar en una competencia de precios que cambió para siempre la fisonomía del mercado de Internet nacional. Para 1997, se podía contratar el servicio (dial-up o sea por vía telefónica, por supuesto) a 50 pesos y en 1998 debutaron las 0-610 (que bajaron aún más los precios) a medida que se quintuplicaba el número de internautas argentinos (según la Internet Society, en 1997 había 190.000 navegantes; en 1998, 300.000; en 1999, 510.000; en 2000, 2.500.000 y hoy la cifra se eleva a 5.600.000 usuarios) y el mercado de acceso se concentraba en pocas manos (hoy los ISP de Telefónica, Fibertel, Advance, America On Line, Arnet, Ciudad Internet y El Sitio tienen más del 70 por ciento del mercado).
Actualmente, la oferta de sitios a visitar es monstruosa e inabarcable en vida para una sola persona: la empresa inglesa NetCraft (que lleva registro de toda nueva aparición en la red desde 1995) calcula que para fines de este año habrá 60 millones de sitios en todo el planeta (curiosamente, cada día nacen unas 4500 nuevas páginas –o sea, seis por minuto– y mueren unas 360). La Argentina aporta su cuota: 994.434 dominios, ordenados y registrados por NIC Argentina (www.nic.ar), un organismo creado a través de la Resolución 2226/2000, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, y que se encarga de asignar a quien lo pida un nombre de dominio –diariamente reciben unos mil formularios–, dentro del régimen mundial de repartija de sitios web a cargo del NIC global o Network Information Center (los dominios internacionales .com y .net los administra la Network Solutions en Estados Unidos). Es la columna vertebral de Internet de la Argentina, donde se administra un sistema denominado DNS (Sistema de Dominios de Nombres o Domain Name System) que permite “traducir” el nombre del sitio web a un número llamado dirección IP (un número de 32 bits como 474.0.46.7). Y mientras que en Estados Unidos el precio por estar en el ciberespacio ronda los 100 dólares y en Brasil, uno 300, en la Argentina la distribución es (por ahora) gratuita y válida por un año.

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