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¿Vos, de qué lado estás?
Por Alfredo Zaiat
Esa guía de vida que dice que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, es de suma utilidad cuando se pretende encontrar un lugar en el mundo frente al proceso de canje de deuda en default. Se trata de un recurso simplista, algo inescrupuloso, sin matices ni profundidad. Pero sirve para no dejarse arrastrar por la confusión, a la que es tan afecta el mundo de las finanzas. En forma simple: si acreedores defolteados, lobbistas, economistas astrólogos, burócratas fracasados del FMI y periodistas que repiten la desinteresada muletilla de no dar la espalda al mundo cuestionan las características del trueque de papeles de deuda, algo debe tener para que sea bueno para el país.
No es cuestión de aplicar en este caso la reaccionaria teoría del padre de la criminología, el italiano Cesare Lombroso, de la segunda mitad del siglo XIX, en la cual el rostro de un individuo brindaba pista para determinar si era un delincuente. Pero con los antecedentes pasados y recientes de esos ilustres personajes del saber financiero da para pensar que el canje de deuda es un factor positivo. En los hechos, constituye un avance si se lo considera desde la mirada del deudor, ubicación que –aunque parezca extraño– no es la más usual entre los que se denominan formadores de opinión. Un avance no significa que sea una solución definitiva al tema de la deuda ni un acto de justicia.
Encarar desde el prejuicio el análisis del canje se presenta inicialmente superficial, como si se tratara de un clásico del fútbol, más que una evaluación rigurosa de una operación financiera que determinará gran parte del futuro económico de Argentina. Aquellos que aspiran a no quedar atrapados en esa traicionera lógica buenos/malos considerarán que se perdió una oportunidad histórica. Esto es: definir niveles de responsabilidades en el proceso de endeudamiento y, por consiguiente, diferenciar acreedores al momento de la quita de capital. No es lo mismo un inversor minorista que recibió bonos en forma compulsiva o porque los compró confiando –equivocadamente– en la palabra de un ministro que un especulador sofisticado. También sostendrán que se dejó pasar la posibilidad de plantear la cuestión de la legalidad y legitimidad de un endeudamiento perverso. Para esto último se hubiera requerido saltar el cerco de la negociación financiera, para definir una en el terreno político con las inevitables dudas e incertidumbres que esa estrategia hubiera implicado.
Esa vía alternativa quedará otra vez como material para los historiadores que, por el momento, cada diez años tienen la oportunidad de cuestionar las recurrentes mega-reestructuraciones de la deuda, como la actual. Mientras tanto, ahora, con el canje ya lanzado, como decía Matías Martin: ¿Vos, chabón, de qué lado estás?