EL PAíS › ESCENAS DE DUELO EN EL SANTUARIO DE CROMAÑON AL CUMPLIRSE UN MES DE LA TRAGEDIA
“Pensar que me podría haber tocado a mí”
Junto al santuario, los familiares se fueron concentrando desde temprano. Hubo un breve incidente con la policía. Soltaron globos negros con zapatillas de cartulina, como las que quedaron amontonadas el 30 de diciembre.
Las miradas parecían hundirse en cada foto, en cada carta, en cualquiera de los registros más inmediatos de la masacre ocurrida hace un mes, como tratando de extraer alguna explicación a los rosarios, a las remeras y a las velas encendidas en el santuario de Mitre y Ecuador. El movimiento estaba fuera de las carpas, frente al santuario, donde sólo había lugar para una contemplación como la que es habitual en las iglesias. A pocos metros, comenzaban a juntarse los que iban a marchar. Algunos, apurados, terminaban de pegar su mensaje en la pared y se iban con la foto del familiar fallecido en las remeras o en pancartas. Otros se quedaban en el lugar, persignándose y tratando de ganarle a la lluvia una vela prendida.
“Es mucha gente, ma. Mucha gente”, decía bajito una nena, agarrando del saco a su mamá. Previo a la marcha, un aplauso unificó a todos. Los desprevenidos levantaron la cabeza y vieron los globos negros, ya sueltos. De cada uno pendía una zapatilla hecha en cartulina, como las que quedaron amontonadas en Cromañón el 30 de diciembre. Dentro de las carpas, donde no había clima de movilización, sólo un chico acompañaba las consignas que llegaban desde la esquina. De todos modos, fueron muchos los que comenzaron a prepararse cuando se escuchó el ruido de los tambores. Una mujer contaba que sus dos hijos se habían salvado del incendio. “Me conmueve pensar que me podría haber tocado”, señaló.
En un rincón del santuario, Carina, que perdió a su marido, era rodeada por sus familiares, todos con la foto de Mario en la remera. En la imagen, el Pelado, como le decían sus allegados, sostiene a upa a su nene, de un año y seis meses. “Nosotros mirábamos en el noticiero cuando pasaba algo, y decíamos ‘pobre gente’”, contó Sandra, la cuñada del Pelado, todavía asombrada del dolor que esta vez no pasó de lado. “Siempre te termina tocando –suspiró–. Yo pienso que la virgen está enojada con nosotros, tantos chicos, morir así”. La familia de Mario todavía no se juntó con otros familiares. “¿Para qué compartir el dolor?”, se preguntó Sandra, dando una explicación al mismo tiempo.
Entre los que se quedaron, algunos lo hicieron porque llegaron tarde a la movilización, otros explicaron su miedo a “que haya lío”, aunque admitían que “ahora está un poco más organizado”. Una chica esquivó a todos los que estaban mirando el santuario y fue derecho a un pibe que tenía un buzo de Viejas Locas. “¿Flaco, me ayudás a colgar esto?” Entre los dos agregaron un nuevo mensaje al lugar. “Mis callejeros”, decía el cartel firmado por una mamá que nombra de ese modo a su hijo y esposo muertos en Cromañón. “Callejeros”, encabezaba su carta una chica, para solidarizarse con amigos y familiares. “Por nuestros Callejeros”, repetían las remeras pintadas con aerosol, y también el mural pintado sobre Mitre.
Tres chicas, abrazadas por la cintura, vigilaban las velas. Cada tanto acercaban una prendida a los cabos mojados. “Qué cosa tremenda”, apuntó una mujer. “Yo no perdí a nadie, pero... es increíble. Qué poca responsabilidad tener cerradas las puertas”, sentenció. A medida que la marcha se iba llevando a la mayoría, los pocos que quedaban dispersos se metían abajo de las carpas, escapándole a la lluvia. El santuario, al que era imposible llegar cuarenta minutos antes, quedaba de a poco despejado.
Al mediodía, amigos de las víctimas habían intentado encender una vela en la puerta del boliche de Once. Pero efectivos de Infantería lo impidieron, y según relató un testigo, se pusieron “en posición militar con ostentación de armas”. Por ello, el director del Centro y Denuncia del Foro contra la Discriminación, Daniel Barberis, aseguró que hoy se realizará una “presentación judicial” para apoyar a los agredidos.
Durante la mañana, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, celebró una misa en la Catedral metropolitana, donde se recordó a las víctimas del incendio de Cromañón.
Informe: Daniela Bordón.