EL PAíS › DECLARO HEBE DE BONAFINI
EN EL JUICIO CONTRA SCILINGO

“No podía quedarme a llorar”

Por videoconferencia, los jueces españoles escucharon a Bonafini, Ana Careaga y María Marta Ocampo. Hoy declara el Tigre Acosta.

“La voz que pedía socorro, que decía la verdad, empezó a molestar.” Una vez más la lucha de las Madres de Plaza de Mayo fue protagonista de una nueva jornada en el juicio que el represor Adolfo Scilingo enfrenta en España por torturas, terrorismo y genocidio. Esta vez el testimonio estuvo a cargo de la presidenta de la Asociación Madres, Hebe de Bonafini, quien además de actuar como querellante en la causa, ayer declaró junto con otros testigos, entre ellos Ana María Careaga y Graciela Lois. Tal como adelantó Página/12, hoy comenzarán a presentarse los citados por la defensa del ex marino, entre quienes se encuentran el ex capitán de corbeta Jorge Perrén y el ex jefe de inteligencia de la ESMA Jorge “Tigre” Acosta.
“Desde que el menor me dijo que se llevaron a Jorge, mi otro hijo, desde ese momento me di cuenta que la lucha es lo más importante. No podía quedarme a llorar. Tenía que entender lo que pasaba”, recordó Bonafini aquellos primeros pasos que dio en Plaza de Mayo. “Nos dimos cuenta que la lucha individual se agotaba en sí misma. Nosotras participamos de una lucha jurídica, pero además la acompañamos con una lucha política.” Interrumpida cada tanto por el magistrado español que le pedía no extenderse en sus respuestas, la dirigente, con su sostenida visión crítica sobre los caminos seguidos por la Justicia local, buscó sintetizar aquella lucha que los pañuelos blancos comenzaron el 30 de abril de 1977 y no se agotó nunca.
Ante las preguntas de los abogados acusadores, Bonafini relató la persecución que sufrió la agrupación en los primeros años y el secuestro de tres de las Madres, Esther Careaga, María Eugenia Ponce de Bianco y Azucena Villaflor. El testimonio ratificó la misma escena recordada la semana pasada por la integrante de Madres Línea Fundadora, Nora Cortiñas: la infiltración del ex oficial de Marina Alfredo Astiz, el operativo en la Iglesia Santa Cruz el 8 de diciembre de 1977, la desaparición de Villaflor dos días más tarde. “Es muy duro que tres madres hayan sido secuestradas por buscar a sus hijos desaparecidos. Que tres madres hayan sido violadas y torturadas.”
Al testimonio de Bonafini se sumó el de Ana María Careaga, la hija de Esther. “Cuando a mí me liberan ella vuelve a la plaza y les cuenta a las Madres que había encontrado a su hija. ‘Se acabó tu búsqueda’, le dijeron. Y ella respondió que no, porque todos los desaparecidos eran sus hijos.” Tiempo después, Esther Careaga fue secuestrada. Ana María recordó así la desaparición de su madre y aquellos dramáticos días en los que ella estuvo detenida en el centro clandestino conocido como Club Atlético. En ese entonces tenía 17 años y estaba embarazada. “La tortura era el método de interrogatorio por excelencia”, sentenció, y recordó luego los vuelos de la muerte, otra de las aberrantes formas a través de las cuales se materializó el terrorismo de Estado. “Una vez por mes había ‘traslados’ (vuelos). Nosotros no sabíamos nada. Queríamos ser trasladados, ser sacados de ahí.” El relato contrasta con el nuevo testimonio del arrepentido Scilingo, que pese a asegurar en 1997 que participó en dos de esos vuelos, semanas atrás negó la versión.
Las contradictorias respuestas que el ex teniente de navío ensayó ante la Audiencia de Madrid también fueron puestas a prueba por el testimonio de María Marta Ocampo, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, quien relató con detalles los dos encuentros personales que mantuvo con el represor tras su primera confesión. En ese entonces Scilingo había hecho referencia a la apropiación de niños practicada en la ESMA y mencionó los tres casos de partos clandestinos sobre los que tuvo conocimiento mientras estaba allí. Uno de ellos correspondía a la hija de María Marta. “Yo le pregunté si había visto a mi hija. Se quedó mirando su foto segundos que para mí fueron eternos.” Y con los ojos clavados en la cámara, a través de la cual se transmiten en España las presentaciones hechas desde Comodoro Py, recordó la respuesta de Scilingo: “Me mira y me dice: ‘Usted ya sabe que su hija no vive pero su nieto sí’. Jamás lo olvidaré”.
Informe: Carolina Keve.

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