EL PAíS › LAVAGNA CENO CON RATO Y HOY COMIENZAN LOS ENCUENTROS FORMALES CON LOS EQUIPOS TECNICOS
Mano a mano desde la cena hasta la reunión
Sentados a la mesa, el ministro argentino y el titular español del FMI se dijeron lo que ya sabían: que el organismo quiere una solución para los que no aceptaron el canje, pero Argentina no la dará. A partir de hoy se discutirá de fondos prometidos, pagos adeudados y el futuro de la más que tensa relación. El rol de los norteamericanos y la interna entre los países más desarrollados.
Por Claudio Zlotnik
Al final fue algo más que el cafecito aludido por Néstor Kirchner. Roberto Lavagna y Rodrigo Rato se encontraron anoche en Washington para cenar. Y a los postres comenzaron a llenar la página en blanco de la nueva relación entre la Argentina y el Fondo. Cara a cara se dijeron lo que ambos ya sabían: que el FMI quiere una solución para los acreedores que no entraron al canje, pero que el Gobierno descarta de plano esa posibilidad. La estrategia oficial será convencer al Grupo de los Siete, empezando por la administración Bush, de que la Argentina ya dejó atrás el default. Para demostrar su buena predisposición para llegar a un acuerdo, el Gobierno dirá que hasta está dispuesto a seguir reduciendo su deuda con los organismos financieros internacionales. De hecho, Lavagna se lo ratificó anoche al jefe del FMI.
Lavagna había llegado a la capital estadounidense ayer por la mañana. No viajó solo. Estuvo acompañado por el equipo negociador de la deuda, con Guillermo Nielsen al frente. El secretario coordinador, Leonardo Madcur, y el subsecretario de Financiamiento, Sebastián Palla, también flanquearon al ministro. La cena de anoche entre Lavagna y Rato fue íntima. Las discusiones comenzarán oficialmente hoy, cuando se sumen los cuadros técnicos de ambos lados. Los funcionarios volverán a juntarse a negociar después de ocho meses en los que el acuerdo entre la Argentina y el Fondo estuvo caído. Si bien está claro que la deuda será central en estas conversaciones, el tema de las tarifas de las empresas privatizadas también formará parte de la agenda. Lavagna se verá hoy con John Snow y John Taylor, secretario y subsecretario del Tesoro de EE.UU., respectivamente.
¿Qué busca el Gobierno? En primer término, algo que Lavagna le comentó a Rato durante el encuentro de anoche: que, tal cual lo comprometido, la administración Kir-chner volvía a sentarse a la mesa de negociaciones con el FMI no bien terminase el canje. Desde el punto de vista político, el gesto vale: el Gobierno pretende mostrarse ante el organismo financiero y frente a los mercados internacionales como creíble, sin doble discurso.
La intención del Gobierno es rubricar un acuerdo a un año de plazo. A diferencia de los que se formulaban antes, a tres años, éste sólo contendría metas cuantitativas. Se excluirían así las condicionalidades “cualitativas”, ligadas al manejo de la política económica: desde las normas laborales hasta la estrategia fiscal. Lavagna está seguro de que, en el marco de un fuerte crecimiento económico, no habrá problemas en cumplir las pautas de recaudación y ahorro fiscal, por ejemplo.
El contexto que da lugar a las nuevas negociaciones era impensado en Washington y en Wall Street hasta hace un par de meses, y es un elemento central para tener en cuenta: el ministro de Economía, aun con su perfil moderado, llegó a Estados Unidos triunfante: el éxito de la reestructuración de la deuda le otorga una posición de fortaleza para sentarse a la mesa.
El objetivo del ministro radica en que el Fondo refinancie los vencimientos de capital que se vienen. Entre abril y diciembre habría que pagar sí o sí 2466 millones de dólares. Otros 1626 millones, que también vencen en ese lapso, podrían patearse un año a pedido de la Argentina. Además, deben hacerse frente 329 millones de dólares en intereses.
La posición del ministerio, según confió a este diario un estrecho colaborador de Lavagna, es “mantener la orientación del desendeudamiento. Pero lo que está claro –añadió la fuente– es que no podemos seguir el ritmo que tuvimos hasta ahora”. Desde agosto del año pasado, momento en el cual cayó el acuerdo que estaba vigente con el Fondo, los giros al organismo rondaron los 3500 millones de dólares. Casi la mitad, alrededor de 1500 millones, se abonaron en este primer trimestre del año. Hasta ahora, Lavagna sostuvo que esos fondos se reembolsarían a la Argentina no bien el último acuerdo saliera de su estado de “suspensión”. La especulación, sin embargo, es que ese dinero nunca retornará ya que el FMI argumentará que el acuerdo “se cayó” y que lo firmado caducó.
El problema es que, aun cuando se aguarda un fuerte superávit de las cuentas públicas para este año, no alcanza para cumplir con el conjunto de acreedores. En el Palacio de Hacienda estiman ese ahorro entre 6500 a 6800 millones de dólares. Pero hay compromisos por vencer de 13.000 millones.
En un reciente informe de la consultora AGM, comandada por el ex secretario de Finanzas Daniel Marx, se estimó que incluso en el supuesto de que al FMI se le pagaran sólo 500 millones de dólares por el vencimiento del capital y se refinanciara todo lo que debería pagarse al resto de los organismos, todavía quedaría un bache de 3180 millones de dólares a cubrir. Cabe recordar que además de los organismos internacionales este año Economía debe hacer frente a los vencimientos de deuda lanzada después de la devaluación y a la recientemente reestructurada. De esta última, por ejemplo, hay que pagar nada menos que 1100 millones de dólares en intereses.
Lavagna comentó a sus íntimos que si Rato se muestra muy duro en las negociaciones no descartaba buscar el financiamiento necesario en los mercados de crédito voluntario. Esta vía contendría un efecto adverso: la colocación de deuda se haría a costos más elevados de la que ahora está en cabeza de los organismos.
Más allá de la pulseada por los vencimientos que se vienen, Lavagna quiere que en las próximas horas haya una señal explícita del Grupo de los Siete en apoyo a la reestructuración que acaba de finalizar. El ministro cree que ese reconocimiento no sólo es justo sino que incentivaría la llegada de nuevas inversiones. Lavagna cree que durante el proceso la actitud del G-7, y sobre todo de los Estados Unidos, fue mezquina. “No pusieron palos en la rueda pero tampoco ayudaron”, describen en Economía.
Este deseo, no obstante, choca con la interna que se está dando en el seno de los países más poderosos con asiento en el directorio del FMI. El debate encuentra al ala más dura, liderada por Italia, que reclama con firmeza la reapertura del canje. Si bien todavía se desconocen los detalles de la operación, se estima que un porcentaje importante de quienes rechazaron la reestructuración fueron inversores minoristas de Italia, y también de Alemania. Los japoneses, por el contrario, y si bien mantienen su posición crítica hacia la Argentina, consideran que el tema dejó de ser relevante por la fuerza de los hechos: casi la totalidad de los acreedores nipones aceptó la oferta. En el Palacio de Hacienda consideran que este debate interno podría perjudicar las negociaciones. “Hay que tener en cuenta que la administración Bush es aliada de la de Berlusconi por el tema Irak, y no confrontarán por la Argentina”, especuló un funcionario en diálogo con Página/12.
El ministro ya tomó la decisión que será inflexible en su negativa a reabrir el canje. Parte de los argumentos los expuso anoche frente al español: dijo que para la Argentina es imperioso recuperar la credibilidad y que eso se logra cumpliendo con lo prometido. Que el Gobierno se comprometió a cerrar el canje el pasado 25 de febrero, y que una ley del Congreso le puso llaves a una reapertura.
En el Fondo Monetario, en tanto, creen tener argumentos para tensar la cuerda. Como, por ejemplo, la prohibición que marca su estatuto a conceder financiamiento a países que mantienen atrasos con sus acreedores. Por eso se reclama una solución para el 24 por ciento de bonistas que no entró al canje. De hecho, uno de los reclamos de Washington pasa por que en la nueva Carta de Intención se incluya la solución a los acreedores que quedaron afuera.
Queda claro que tanto al Gobierno como el Fondo les conviene arribar a un acuerdo. Al Ejecutivo porque le permitirá cerrar definitivamente el capítulo de la cesación de pagos de la deuda e ir ganando margen de maniobra a medida que se “desendeuda”. Y al FMI porque lo habilitará a seguir disminuyendo la exposición en el país. Pero lo que también quedaclaro es que se viene una pelea larga, fatigosa y aburrida. Como todas las pulseadas que ya hubo con el Fondo.