EL PAíS › EL NUNCIO RESPALDO AL VICARIO
ANTISEMITA QUE PROPUSO METODOS DE LA ESMA
A Dios rogando pero a Baseotto bancando
El representante del Papa dijo que desde el Derecho Canónico no veía motivos para remover a Baseotto. Ahora el Gobierno evalúa su próxima jugada. Baseotto depende de Roma, pero sus funciones militares no pueden ejercerse sin la venia del comandante en jefe.
Por Martín Granovsky
El nuncio apostólico Adriano Bernardini transmitió ayer al Gobierno que no veía en el Derecho Canónico ninguna razón para retirar al vicario castrense Antonio Baseotto, el mismo que con la excusa de una cita bíblica propuso aplicar con el ministro de Salud, Ginés González García, el método usado por la aviación naval durante la dictadura: arrojarlo al mar.
Funcionarios del gobierno nacional informaron a Página/12 que Bernardini se comunicó ayer por teléfono con el canciller Rafael Bielsa. Aunque no trascendieron los términos exactos de la conversación, luego de su alusión al Derecho Canónico Bernardini agregó una frase que podría ser anotada por quienes piensan que, a la larga, el Vaticano desplazará a Baseotto. Fue cuando el nuncio hizo una mención vaga sobre alternativas futuras.
Bernardini no explicó a Bielsa si el Derecho Canónico autoriza a que un prelado incurra en el antisemitismo abierto. Tal como publicó este diario en exclusiva, cuando era sacerdote en la ciudad santiagueña de Añatuya Baseotto sostenía por radio que los buenos judíos deben dedicarse a destruir a Cristo pero que no lo hacen porque les interesa más el dinero. “Si la pornografía es negocio, el hebreo vende pornografía”, decía Baseotto ya en 1986. “Y si la droga es negocio, vende droga.”
Tras la propuesta del vicario de usar métodos de la Escuela de Mecánica de la Armada, el presidente Néstor Kirchner instruyó a Bielsa para que pidiera al representante del Vaticano la salida de Baseotto de su cargo.
El vicario castrense tiene rango de subsecretario y su sueldo es pagado por los ciudadanos.
La impresión recogida anoche entre los funcionarios del Ejecutivo es que el Gobierno analizará si la movida de Bernardini es una jugada fuerte para demostrar poder y quitar luego de en medio a Baseotto o, al contrario, es una movida dura que será acompañada de otra movida aún más dura.
El vicariato castrense, a cargo de todas las capellanías militares, funciona por un tratado entre el Vaticano y la Argentina firmado en 1957.
En 1992 Carlos Menem dio al vicariato categoría de diócesis, por lo cual el vicario pasó a ser un obispo más, solo que su territorio, más intangible, eran los cuarteles. La elevación de categoría correspondió a un cambio en la consideración que el propio Vaticano daba a las capellanías militares.
El artífice del cambio de rango fue Esteban Caselli, a quien los menemistas llamaban cariñosamente “Cacho” y, a veces, “El obispo”.
Caselli fue número dos de Eduardo Bauzá, a su vez brazo derecho de Menem, y terminó como embajador en el Vaticano.
Durante el gobierno de la Alianza se recluyó detrás de Carlos Ruckauf como virtual primer ministro de la gobernación bonaerense. Con la caída de Fernando de la Rúa, cuando Ruckauf huyó de La Plata a la Cancillería, Caselli fue secretario de Culto. Pero más allá del cargo otra vez actuó como el principal operador dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores. De buena relación con el secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano, Caselli es el sostén histórico de Baseotto. También respalda al número dos, Pedro Candia, de fuertes lazos con sectores de la inteligencia militar.
“El obispo” suele tejer operaciones discretas respaldado en sus viejos contactos romanos y bonaerenses y en la protección diplomática de la Soberana Orden de Malta, que últimamente se convirtió en un cobijo familiar. Un hijo de Caselli, Antonio Manuel, es embajador de la Orden de Malta en la Argentina, y él mismo consiguió la designación como embajador en Perú. La Orden tiene sede en Moreau de Justo al 1900, en Puerto Madero, cerca de donde Caselli solía atender a políticos y empresarios como si esa zona de la ciudad fuera su casa.
Los embajadores disponen de pasaporte diplomático y todas las aduanas del mundo tienen prohibido revisar sus valijas. ¿Caselli reviste tanto poder como para estimular al nuncio apostólico y tensar aún más las relaciones entre el Gobierno y el Vaticano?
Quienes lo conocen dicen que suele mezclar el poder real y el que le prestan los demás al tomarlo como un interlocutor válido.
En la historia de los últimos días hay una pieza incomprensible pero que podría encajar en esa descripción: el lunes, Bernardini mantuvo una reunión con el ministro de Defensa, José Pampuro.
El encargado de las relaciones con el nuncio no es el ministro de Defensa sino el canciller. Anoche no estaba claro dentro del propio gobierno si Pampuro había pedido permiso para una reunión que no era de su área, justo en medio del reclamo público sobre Baseotto, y si había informado de su contenido después.
Página/12 pudo confirmar que la reunión realmente existió. En cambio fue inexistente otro elemento que ayer circuló como versión adicional del encuentro: que en la entrevista Baseotto entregó una carta de Sodano. Ayer el vicario comunicó al Gobierno que no entregó una carta. Y tampoco habló de una carta futura del secretario de Estado de Juan Pablo II para las autoridades argentinas. “Ni siquiera dejó un papelito cualquiera, para que no hubiera suspicacias”, informó un funcionario que pidió reserva de su nombre.
Otro elemento extraño que manejaba ayer el Ejecutivo fue que a fines de la semana pasada en el Ministerio de Defensa circulaban inquietudes sobre Baseotto y Bernardini. No fue posible determinar anoche si el Gobierno piensa que ya había entonces una operación política en marcha para convertir en víctima a Baseotto y en victimario al Presidente.
A esta situación se añadió la suspensión del almuerzo entre el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro del Interior, Aníbal Fernández, con las autoridades de la Conferencia episcopal. Debió realizarse ayer pero quedó levantado por el clima de tensión provocado por las críticas eclesiásticas a la reivindicación del Gobierno de González García y la ratificación del protocolo sobre discriminación de la mujer.
La Casa Rosada quedó en un equilibrio frágil por la existencia de un cuadro con tres elementos en juego:
u La enfermedad del Papa agudiza una discusión sobre la relación futura entre dos poderes, el del Vaticano y el de las iglesias nacionales. Obviamente una parte de la jerarquía romana apuesta a lo primero. Y sus representantes fuera de Roma, como Caselli, acompañan esa apuesta.
u En el caso argentino, el Vaticano y la Iglesia no siempre actúan en sintonía. Coinciden, por supuesto, en sus posiciones doctrinarias sobre el aborto o el matrimonio gay, pero la curia romana suele ser más belicista que la media de los obispos argentinos, excepción hecha del fiador de la familia Trusso Héctor Aguer, arzobispo de La Plata.
u La coincidencia cronológica de dos frentes (el del protocolo, con la Iglesia local, y el de Baseotto, con el Vaticano) obligará a Kirchner a optar por tensar los dos a la vez, aflojar el conflicto público en ambos o elegir el recalentamiento de uno de los dos y el aflojamiento del otro.
Ya que la pelea es sobre guerra y cuestiones castrenses, conviene retener un dato: el vicario depende de Roma pero por sus tareas es un subordinado del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, es decir el Presidente.