EL PAíS › INQUIETUD DE UN SECTOR DEL GOBIERNO
CON EL MAXIMO TRIBUNAL
Cortes medidas o Cortes a medida
En el Gobierno no hay uniformidad de criterios al respecto, pero una parte del mismo considera que la falta de diálogo (o de oído) en (de) la Corte Suprema genera problemas a la hora de administrar. Tres vacantes en el tribunal. Arslanian, que vio al Presidente, y Gil Lavedra, en gateras. Stella Maris Martínez sería la titular de la Defensoría oficial.
Por Sergio Moreno
“Las Cortes deben ser medidas, estar a la altura del signo de los tiempos, no ser anacrónicas ni demasiado de avanzadas, deben poder poner sensatez en las sociedades, deben saber qué es lo que ocurre a su alrededor.” “Las Cortes”, para el interlocutor de Página/12 –uno de los principales operadores judiciales del gobierno nacional–, no son otras que las “Cortes Supremas”, impiadosa utilización del plural mediante. El hombre describe ante este diario lo que para parte del Gobierno deberían ser las principales características de un supremo tribunal “ideal”. El que existe, según dice la fuente, en poco tiempo contará con tres vacantes: Augusto Belluscio, Antonio Boggiano y Carlos Fayt. Sobre el tema conversaron dos semanas atrás, en la Casa Rosada, el presidente Néstor Kirchner y el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, León Carlos Arslanian.
La Corte Suprema es un tema seguido milimétricamente por el Gobierno. Con los recambios producidos desde el 2003, el Presidente ha construido un tribunal ejemplar, con ministros cuya sapiencia nadie se atreve a cuestionar. Y una característica saliente de la nueva Corte es la que tanto ansió –y por la cual se movilizó– la sociedad argentina: su independencia de los deseos del Poder Ejecutivo.
Este hecho tan saliente como encomiable es el que genera contrariedad en algunos despachos oficiales, donde consideran que hay poco diálogo con los ministros, e imprevisibilidad en sus fallos. “Parece que hay jueces que no tienen idea de lo que es un Estado, que no se dan cuenta de que alrededor de ellos hay un Estado y un país. Necesitamos en la Corte un poco de oído, bajar a la tierra”, dice un integrante del staff oficial a Página/12.
Las neuras de ese sector del Gobierno provienen de lo que dan en llamar “falta de realismo” y desaprensión por las consecuencias de los fallos de algunos supremos. Al respecto, los comentarios apuntan en primer lugar a Ricardo Lorenzetti. Raúl Zaffaroni, si bien en menor grado, no escapa a la críticas. “Zaffaroni nos hizo un flaco favor con el voto de la pesificación”, dice el consejero oficial en referencia al voto que dispuso que los bancos deben pagar en moneda original las cifras iguales o inferiores a los 70 mil dólares. “De los bancos sigue drenando dinero por esa sentencia.” Zaffaroni se ha mantenido firme en su fallo, considerando que los bancos debían devolver los ahorros en valor de origen a los pequeños ahorristas.
Con Lorenzetti el malestar es mayor. “Como nunca debió lidiar con cuestiones reales, sus fallos guardan poca relación con la realidad”, se encoleriza un colaborador del Presidente.
Curules vacíos
Augusto Belluscio anunció su retiro de la magistratura, y su salida se efectivizará el 1º de septiembre. Antonio Boggiano está andando rápidamente el camino de la expulsión vía jury de enjuiciamiento. Carlos Fayt nada dijo acerca de dejar su cargo, pero en la Casa Rosada especulan que dentro de poco hará efectiva su jubilación. Esta última conjetura tiene mucho de expresión de deseo. Las dos primeras son hechos casi consumados.
Con respecto al último representante de la mayoría automática menemista, por utilizar una frase de un integrante del Gobierno, “Boggiano está frito”. El ministro, un hombre con estrechos vínculos con la Iglesia y el Opus Dei, comenzó a percibir su final una vez que la acusación en su contra “cruzó” desde la Cámara de Diputados a la de Senadores. Hasta ese entonces guardaba esperanzas de salvación, habida cuenta de que en la Casa Rosada cambiaron los criterios: debido a sus fallos propesificación y al rápido reencuadramiento que realizó (tras el poder de turno), hubo quien consideró en el areópago que podría ser más útil en la Corte que en su casa. Para ello debía terminar trunca la tarea de desterrar del supremo tribunal a la majada menemista. Pero gracias al tesón del diputado Ricardo Falú (quien pagó altos costos por su coherencia), la causa “cruzó” al Senado. El senador Miguel Angel Pichetto fue el encargado de convencer a Boggiano para que renunciara antes de que la Cámara alta lo destituyese. Le pidió, además, que no hiciera un show defendiéndose en el recinto, que no se exponga. Nada de eso sirvió; el magistrado hizo lo contrario. Es cierto que su decisión de resistir estuvo alentada por algunos llamados del propio gobierno, incluso de ministros que no moran en la Casa Rosada.
Boggiano discute cómo fue su voto en el caso Meller, “hace esas diferencias que, a esta altura, son sutilezas”, cuentan quienes lo han tratado en estos días. Pero tanto en el Gobierno como en el Parlamento (diputados y senadores) sostienen con los fallos en la mano que Boggiano fue el quinto votante y el constructor de la mayoría en el caso Meller. “Si Boggiano no hubiese votado en el sentido en que lo hizo, no se hubiese conformado la mayoría y no habría prejuicio contra el Estado”, dice a Página/12 un estudioso del asunto.
Boggiano se encamina rápidamente a la salida. La semana pasada llamó a uno de los estrategas oficiales para hablar de su defensa. El operador requerido le mandó a decir: “Llámeme cuando quiera hablar de su renuncia, de nada más”.
A la hora de comparar, los expertos del Gobierno en cuestiones judiciales resaltan la actitud que tuvo otro menemista, el ex defensor oficial Miguel Angel Romero. “Es un caballero. Llegó, dijo: ‘Bueno, ¿qué hace falta que haga para que me vaya?’. Lo único que pidió es que lo atienda Alberto (Fernández, jefe de Gabinete). Alberto lo atendió, él dio las gracias y se fue”, relatan.
La salida de Romero ha dejado una vacante importante. En el Gobierno sostienen que la actual reemplazante del riojano, Stella Maris Martínez, tiene grandes chances de quedarse en el cargo. “Es muy respetada, muy trabajadora y garantista. No hay mejor lugar para un garantista que la Defensoría”, coligen.
Visitas
La visita que León Arslanian hizo 15 días atrás a la Casa Rosada (revelada por Página/12) generó suspicacias y un minué de nombres para diversos cargos judiciales. Fue el propio ministro de Seguridad provincial y ex camarista federal quien despejó las dudas. Lo hizo el jueves pasado, 14 de julio, en el programa Aire comprimido de la Rock and Pop.
Una de las versiones indicaba que Kirchner le había ofrecido acompañar a CFK en la boleta senatorial de la provincia de Buenos Aires. En el programa citado, Arslanian reveló que “para eso había problemas formales porque yo tengo domicilio en Capital Federal”.
La otra especie sostenía que el ex camarista que juzgó a las juntas militares de la dictadura fue tentado con ocupar un sitio en la Corte Suprema. Al respecto, él mismo dijo: “Con el Presidente hablamos de la vacante en la Corte Suprema de Justicia”, pero no abundó en más detalles, ni si se lo ofreció a él o si especularon sobre otro candidato.
Tanto Arslanian como su viejo compañero de Cámara Federal, el radical Ricardo Gil Lavedra, son vistos con muy buenos ojos por un sector del Gobierno para ocupar los próximos espacios que queden vacíos en el Supremo Tribunal. “Necesitamos oídos en la Corte, gente con visión de Estado. Arslanian y Gil Lavedra tienen esos valores, entre muchos otros”, dijo un funcionario que está pendiente del tema.
Un importante integrante del gabinete dijo a Página/12 que Arslanian estaba vedado para el cargo “porque es penalista, y ya hay dos penalistas en la Corte”, en referencia a Zaffaroni y Carmen Argibay. “¿Y eso qué importa?”, cuestionó el argumento otro operador judicial del Gobierno. “Lo importante es la calidad de los ministros: Arslanian la tiene de sobra”, remató. La última palabra para armar las ternas la tendrá, como es obvio, el Presidente. Puede que Arslanian no vaya a la Corte, que sea ministro de Justicia de la Nación o que se vaya a su casa. Pero la decisión que ha tomado el actual ministro es que no terminará el resto del mandato de Felipe Solá (dos años) en su sillón de La Plata.