La escena arranca en Santiago del Estero. Kilómetros de ruta parecen chocar contra el infinito, en un paisaje donde la aridez y el aislamiento sólo son interrumpidos por el olor a goma quemada de un piquete. De pronto, aparece la voz de Raúl Castells diciéndoles a los pibes del movimiento que bloqueen los puestos del peaje. Casi familiar, la imagen podría pasar inadvertida por algún televidente distraído de un noticiero.

Pero ésa no fue la suerte del documental que el director australiano, David Bradbury, realizó sobre el líder piquetero. Además de recorrer medio mundo, la película acaba de ser premiada en el Festival de Cine de Biarritz.

No es el primer documental que se hace sobre las organizaciones de desocupados, pero sí es la primera vez que los “pickets” –término con el que los países del Primer Mundo denominaron a un fenómeno que todavía intentan comprender– llegan a un festival europeo y, como si fuera poco, se llevan una mención. Aunque su título, Raúl el terrible, parece más cercano a las historias épicas o a las fábulas hollywoodenses sobre las travesuras de un héroe que no alcanza los dos años de edad, la película de Bradbury retrata la vida del líder piquetero y su lucha al frente del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados. Durante casi cuatro meses, el realizador canadiense convivió con Castells, caminó en marchas, participó en piquetes y llegó a compartir momentos con el dirigente en la cárcel, cuando fue detenido por la toma del Casino Gala en Resistencia.

Escrito por el guionista argentino Carlos Alperín, el film comienza con un piquete realizado en el Santiago del Estero juarista y termina con su liberación decidida por la Justicia chaqueña, luego de cuarenta días de huelga de hambre. En un primer avance, se puede leer el texto que promociona la película y que presenta a Castells como “un hombre dispuesto a cambiar el mundo y luchar contra la pobreza”. “Nació en el país de Che Guevara. El está peleando. Lucha contra el gobierno y las multinacionales. Invade propiedades y ocupa casinos en un país donde hay veinte millones de personas por debajo de la línea de pobreza y miles de chicos mueren de desnutrición por año”, termina el resumen, devenido carta de presentación del piquetero ante los anglosajones.

“Cuando me llamó para rodar, Bradbury me dijo que quería mostrar la Argentina real. Y creo que es así”, contó Castells luego de recibir la noticia. “Espero que esta película pueda reflejar la lucha del pueblo argentino, que pueda ayudar a que se respeten la libertades públicas y permita mostrar aquella realidad que esconden algunos medios y que viven los millones de personas que sufren hambre en el país. El equipo que hizo la película vivió las situaciones más difíciles en los barrios más pobres”, terminó de evaluar, satisfecho por haber llegado hasta las pantallas de la otra punta del planeta.

En realidad, Bradbury filmó dos películas, una de 52 minutos para televisión y otra más larga para cine. Esta última fue la que ganó en Biarritz y su realizador espera presentarla en el Festival de Cannes. Periodista y licenciado en Ciencias Políticas, Bradbury siempre se ha interesado por los conflictos sociales. Frontline, su primera realización, se basó en entrevistas con los movimientos guerrilleros de Nueva Guinea durante el conflicto con las milicias indonesias. Su película más conocida, Enemigo público número uno, relata la vida del periodista australiano Wilfred Burchett, primer corresponsal en Hiroshima tras el lanzamiento de la bomba atómica y amigo cercano de Ho Chi Min durante la guerra de Vietnam. Ahora espera para estrenar su último film en Argentina. Es que, aunque ya se estrenó en Yugoslavia, Alemania, Holanda e Inglaterra, Raúl, el terrible todavía no se conoce en el país. Según Castells, los productores están teniendo problemas para presentarla, pero esperan que pueda llegar a las salas locales para mediados de año.

Informe: Carolina Keve.