EL PAíS
Cafiero se prueba la pilcha para ir de embajador a la Santa Sede
Duhalde le ofreció a su senador suplente y reemplazante un destino diplomático. Cafiero medita su decisión. Sería una forma de evitar el desgaste político. Qué pasaría con la banca.
Por Diego Schurman
Antonio Cafiero decidirá en las próximas horas si acepta convertirse en el nuevo embajador argentino ante la Santa Sede. Así lo admitió el propio
senador ante Página/12 luego de recibir un ofrecimiento informal del Gobierno. “Sí, hemos conversado con el Presidente hace unos días, pero no me pida que le dé una respuesta a usted. Primero que nadie la va a conocer el doctor Duhalde”, se mostró hermético el legislador.
La explicación que esgrimieron en la Casa Rosada para justificar la propuesta también fue cerrada. Unos dijeron que había que darle mayor vuelo “político” a una embajada que desde la gestión de Fernando de la Rúa está en manos de Vicente Espeche Gil. Es sabido que el Ministerio de Relaciones Exteriores y ese funcionario –radical, de carrera diplomática– nunca alcanzaron un diálogo fluido durante los seis meses de gestión duhaldista.
Carlos Ruckauf, en cambio, mantiene una excelente relación con el senador. De hecho, se comunican periódicamente. Apenas hubo un “descanso” en los últimos días, debido al viaje del canciller a la sede de la ONU, en los Estados Unidos, donde ratificará la soberanía argentina sobre Malvinas.
Al pensar en Cafiero, el Gobierno busca la manera de profundizar la política de alineamiento automático respecto de El Vaticano con un hombre de su confianza. El senador siempre fue bien visto por Duhalde. Y también encuentra buena aceptación en el clero. A tal punto, que el Presidente lo sumó a la Mesa de Diálogo para elaborar propuestas junto a representantes de la Iglesia, el sindicalismo y el Gobierno.
“Estamos en contacto permanente. Todavía no tenemos una respuesta firme, pero Duhalde no tiene ningún apuro y va a esperar el tiempo que sea necesario”, señaló a Página/12 un secretario de Estado que conoce prácticamente todos los movimientos del Presidente.
–¿No hubo ninguna señal de parte de Cafiero en las últimas horas?
–le preguntó este diario.
–La negociación está en pleno trámite –contestó, seco.
En el despacho de Cafiero y en sus alrededores se generó una gran expectativa por el futuro del senador. No sólo por el premio que significaría el puesto para el jefe sino por la incertidumbre que traerá la banca vacante. El ex gobernador bonaerense llegó a la Cámara alta como candidato suplente, ocupando la silla que le pertenecía a Duhalde, finalmente elegido Presidente por la Asamblea Legislativa.
Desde el propio Congreso, intentaron llevar calma interna justicialista, asegurando que “Tony” –como lo llaman en la intimidad al legislador– por estas horas estaría más cerca de desechar que de aceptar la oferta. No hubo demasiadas argumentaciones políticas, y mucho menos estratégicas. Dicen que Cafiero tiene la cabeza puesta en la celebración de su 80 años, el 12 de setiembre.
Desde otros sectores políticos, se especuló que con la embajada el senador encontraría una salida elegante de la Cámara alta, asegurándose una “continuidad” que sus pares no tendrían garantizada en la medida que se avance con la idea de revocar todos los mandatos en las próximas elecciones.
De producirse el relevo buscado por Duhalde para la Santa Sede, Cafiero debería lograr el acuerdo del Senado y finalmente el placet de Vaticano, dos trámites que a primera vista no presentarían dificultades.
Aunque pocos los recuerden, Cafiero ya fue embajador ante la Santa Sede. Fue en marzo de 1976, durante el gobierno de Isabel Perón. El golpe militar hizo que su paso por tan codiciado cargo haya orillado lo efímero. Estaba preocupado. Sus hijos Mario y Juan Pablo militaban en la JP. Retornó y quedó preso. “Cambié las alfombras del Vaticano por el buque 33 orientales”, dijo entonces. Esa no fue la primera ni la última que hizo gala de sus dotes diplomáticas. En 1975 había sido embajador ante la Comunidad Económica Europea. Y en 1991 se lo nombró embajador extraordinario y plenipotenciario en Chile.