Martes, 25 de abril de 2006 | Hoy
EL PAíS › EXPERIENCIA DE LAS TELEFONICAS CON UN “DURO”
Por Raúl Dellatorre
Suelen decir los “psicólogos de café” que se hace ostentación de lo que se carece. La fama de “duro” con las empresas que Guillermo Moreno supo sembrar no parece haber sido sufrida especialmente por sus “controlados”, las concesionarias telefónicas, durante sus casi tres años de gestión (de mayo de 2003 hasta este mes) al frente de la Secretaría de Comunicaciones. Pese al cambio de discurso en el área, comparado con el ostentado en épocas del menemista ucedeísta Germán Kammerath, Telefónica y Telecom no resultaron víctimas de la imposición de un nuevo modelo que lesionara su condición monopólica en el negocio ni de un rol más activo del Estado que las obligara al cumplimiento de objetivos postergados (como la prestación universal). Ni siquiera vieron afectados sus resultados globales con el congelamiento de tarifas, que sólo lo fue sobre un segmento de sus ingresos.
En septiembre de 2003, con la Bolsa de Comercio de Buenos Aires como escenario, Guillermo Moreno hacía la presentación en público de su proyecto más ambicioso: “La reconstrucción del complejo industrial de las telecomunicaciones”, para lo cual se anunciaba la conformación de un fideicomiso para financiar proyectos locales en la materia constituido con aportes de las propias empresas. Tres años después, no se conocen proyectos importantes financiados por ese fondo. Muchos menos ambicioso aún era el fondo de compensación para atender a las poblaciones que, por razones de rentabilidad, no eran atendidas por la red de telefonía fija. Hay en la actualidad unas cuatro mil localidades en esa condición y, sin embargo, las dos licenciatarias se siguen excusando de prestarle servicio y hasta de efectivizar el aporte del uno por ciento de sus ingresos, porque la Secretaría jamás constituyó la cuenta en la cual hacer el depósito y desde la que debía financiarse la expansión.
Pero el valor más preciado por las telefónicas es, sin duda, el poder preservar su condición de monopólicas. En noviembre de 2003, Moreno había convocado a todos los actores del sector a un publicitado Congreso Nacional de las Telecomunicaciones, con el objetivo expuesto de debatir una nueva ley sectorial. Pese al éxito de concurrencia, ni se definió un nuevo modelo de prestación ni aún hoy, a 29 meses, hay nueva ley de Telecomunicaciones. A falta de un nuevo modelo, lo que se hizo en la práctica fue ir adecuando las normas de competencia en el marco del modelo vigente durante los 90. El resultado no parece haber ido muy en contra de los intereses de Telefónica y Telecom. En la práctica, el mantenimiento del “statu quo” de las reglas de juego en cuanto a la propiedad de la red y las centrales urbanas impide el ingreso de nuevos operadores. Nadie va a arriesgar una inversión en tender una red de telefonía fija, dicen los especialistas, en un negocio en el que los que están tienen sus inversiones amortizadas y la posibilidad de bajar la tarifa el tiempo necesario para que el competidor desaparezca.
Esto explicaría que, en vez de inversiones en nuevos emprendimientos, los capitales que entran al sector lo hagan ingresando en las empresas ya existentes. Julio Werthein, que en aquel septiembre de 2003 era anfitrión como titular de la Bolsa de Comercio del primer acto público de Moreno, hoy es dueño de parte de las acciones de Telecom Argentina que abandonó France Telecom. Pero sólo sería un tenedor transitorio de un capital que apetece, y compraría a corto plazo, Carlos Slim, titular de Telmex. A falta de un modelo de competencia, la única puerta de entrada a los nuevos jugadores son las mismas licenciatarias que ya operan en el negocio.
El negocio de las telefónicas ni siquiera parece haberse resentido por el virtual congelamiento de tarifas durante la gestión Moreno. Primero, porque pudieron preservar casi todos los beneficios de sus actividades complementarias, como telefonía celular (ampliamente favorecida en suexpansión por el incumplimiento de la obligación del servicio universal) y los usos adicionales de la red (internet, transimisión de datos, etc.). Y segundo, porque el congelamiento de la tarifa del servicio fijo no fue total: la unificación del horario de tarifa nocturna reducida, que bajó en una hora el beneficio a los usuarios de larga distancia y en dos horas a los de corta, se calcula que le representó a las empresas un ingreso adicional del 17 por ciento sobre su facturación.
Si estas fueran las “duras” condiciones que impone Moreno al negociar con las empresas, los frigoríficos, productores y consignatarios quizá no tengan tanto que temer.
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