EL PAíS › EL BAJO PERFIL DE LA MINISTRA DE DESARROLLO SOCIAL
Chichí, la amiga de Chiche
Pese a la crisis que afecta tanto lo social, la ministra del área es prácticamente una desconocida. Muy amiga de la primera dama, María Nélida “Chichí” Doga es una amante del bajo perfil.
Por Fernando Cibeira
El país atraviesa tal vez la crisis más grave de su historia y, sin embargo, deben ser pocos los argentinos que podrían responder de inmediato el nombre de la ministra de Desarrollo Social. Menos aún los que reconocerían su cara porque la ministra, por decisión propia, no va a la televisión. María Nélida “Chichí” Doga, la funcionaria en cuestión, se define como una técnica sin aspiraciones políticas, de ahí, explica, su bajísimo perfil. “Es amiga de Chiche”, es la respuesta espontánea de cualquier hombre cercano a Eduardo Duhalde cuando se preguntan los motivos por los que Doga llegó al cargo. Pero, de inmediato, le reconocen amplia experiencia en materia social. Lo que pasa, agrega uno de ellos, “es que es muy difícil destacarse al lado de Chiche Duhalde”. Y Chiche, según sostiene con orgullo la propia ministra, “es nuestra autoridad social”.
“No creo que tenga bajo perfil, siempre que nos requieren nosotros ponemos la cara”, explica Doga a Página/12, en la amplitud de su despacho sin fotos. Ni Duhalde, ni su esposa, ni el General, ni Evita adornan las paredes revestidas de madera que en poco tiempo vieron pasar algunos fugaces ministros que en el futuro seguramente serán tan pocos recordados como Doga, aunque ellos no se preocuparon especialmente en que así fuera. “La mayor seriedad con la que puedo encarar la actual situación social es manteniéndome todo el tiempo vinculada a mi actividad”, agrega la ministra, a quien es casi imposible arrancarle una definición política. Siempre en tono amable, prefiere explayarse sobre los planes del ministerio y lo que ve en sus periódicos viajes al interior.
El recorrido del apodo de Doga es toda una muestra de su carrera. De pequeña, en su casa, a Doga le pusieron “Chichita”. Cuando ingresó a la Universidad de La Plata, sus amigas se lo cambiaron por un más adulto “Chiche”. Luego, cuando en la década del 90 se reencontró con la mujer de Duhalde, una de las dos tenía que modificarlo. ¿A quién le podía tocar? “Nos decían ‘Chiche’ y nos dábamos vuelta las dos. Era mucho lío”, explica la ahora Chichí. Asegura que el cambio mucho no le importó porque siempre quiso que la llamaran María, pero su primer nombre nunca prendió.
Algo similar podría decirse de sus simpatías políticas. Quienes la conocen de joven, recuerdan a Doga afiliada radical y militante de la alfonsinista Junta Coordinadora. Pero, si se le pregunta a ella, dice ser “desde siempre” del peronismo de Evita. Eso sí, admite que recién a partir de los ‘90 comenzó a ir a actos del PJ, cuando acompañaba a Chiche.
Con todo, la relación personal entre ellas no es la de un jefe con un subordinado, quien encima le cedió su nombre. Cuando salen de gira por el interior parecen más dos amigas adolescentes que andan todo el tiempo juntas y cuchichean en voz baja. La visión no es errada porque, de hecho, alguna vez lo fueron. Efectivamente, Chichí y Chiche se conocen desde la adolescencia, cuando se juntaban a jugar en la vereda en los veranos en San Vicente. Chiche vivía ahí y Doga venía desde La Plata para pasar las vacaciones en la casa de sus abuelos. La relación duró hasta los veintitantos años, después se casaron y no se vieron por mucho tiempo.
Doga se recibió de psicóloga clínica en la Universidad de La Plata. También es docente: enseñó en La Plata y en la Universidad de Lomas de Zamora. Desde 1984, trabajó en el gobierno de la provincia de Buenos Aires y siempre en lo relacionado con lo social. Con Chiche volvieron a reencontrarse en los ‘90, cuando Duhalde ya era gobernador. Apenas la vio, Chiche la reconoció y retomaron la amistad juvenil.
De su mano, Doga hizo una rápida carrera ascendente. Ingresó a la provincia como asesora de Duhalde, en el ‘93 fue consejera del Consejo provincial de la Familia y el Desarrollo Humano y apenas dos años después ya era ministra. Siempre jugó a su favor la fobia de Chiche a asumir cargos formales y la consiguiente necesidad de alguien de confianza a quien poner al frente mientras ella maneja los hilos. Juntas,distribuyeron el enorme presupuesto social bonaerense que dio vida a las manzaneras.
Sucedió lo mismo cuando tuvieron que saltar al gobierno nacional. En los albores de la gestión duhaldista, los rumores indicaban que Chiche se haría cargo de la ayuda social aunque se dudaba que lo hiciera como ministra. Para ese puesto primero se pensó en Juan Pablo Cafiero, de buena relación con el matrimonio Duhalde. Luego surgió la opción Chichí –menos conocida que Juampi–, que era como si asumiera Chiche sin hacerlo y, lo principal, sin proyecto político propio. La mujer de Duhalde se guardó para ella la titularidad del Consejo Coordinador de Políticas Sociales, que bien podría considerarse un ente que monitorea todos los ministerios. La ceremonia de asunción fue íntima. En vez del habitual Salón Blanco, Chichí prefirió la seguridad del despacho presidencial y la lejanía de los micrófonos. “Que mis obras hablen por mí”, mandó decir la flamante encargada de repartir los 350 millones presupuestados para la ayuda social. Chichí asegura que, aunque no parezca suficiente, de acá hasta el 25 de mayo del año que viene con eso “esperamos hacer muchas cosas”.
Con ese objetivo, continuará viajando junto a Chiche por el interior. Largos recorridos que, como le sucedió hace poco en una incursión al Impenetrable chaqueño, les exigen varias horas de ómnibus. Entonces, Doga permanecerá al lado de la Primera Dama lista para despertarla suavemente y avisarle que llegaron a una nueva parada. Chiche se bajará, firmará autógrafos, se sacará fotos y volverá a ubicarse al lado de su amiga, a quien pocos podrían reconocer como ministra.