EL PAíS › PANORAMA POLITICO

Olvidos

 Por J. M. Pasquini Durán

Hoy, sábado, se conmemora el 31º aniversario de la muerte del obispo Angelelli, el “Pelado” Enrique, asesinado por la dictadura militar en La Rioja por su compromiso con los pobres y los perseguidos. Da pena que el cardenal Jorge Bergoglio no tenga una palabra de recordación para este y otros caídos en la línea del deber y, en cambio, aprovechó la última carta pública dirigida a sus súbditos eclesiásticos para criticar a los medios de difusión, en los que, según su particular análisis, “la abundancia de vida que nos ofrece el Padre en la creación y Jesucristo en la redención es suplida por la justamente llamada cultura de la muerte”. No, no es posible imaginar que al arzobispo de Buenos Aires le moleste la difusión de los testimonios que dan cuenta de la participación del cura Von Wernich en el terrorismo de Estado o sobre los casos de pedofilia y de abuso sexual por parte de miembros de la Iglesia Católica, aquí y en otras partes del mundo. Sólo en Estados Unidos han pagado centenares y miles de millones de dólares en indemnizaciones a las víctimas de “los pecados y falencias” de los hijos de la Cátedra de Pedro.

Bergoglio escribe: “Para los medios de comunicación la santidad no es noticia, sí –en cambio– el escándalo y el pecado”. Santidad, a lo mejor en la interpretación pagana, es el recuerdo de Angelelli, de Mugica, de los palotinos y de todos los cristianos (curas, monjas y laicos) que dieron sus vidas por los prójimos. Así lo entendieron en La Rioja las Madres de Plaza de Mayo que encabezaron el tradicional Via Crucis llamado “Camino del dolor y la esperanza del pueblo riojano”, al que asistieron estudiantes, sindicalistas y militantes sociales y vecinales. ¿Eso es “cultura de la muerte”? Si esto es lo que piensa el jefe de la conferencia episcopal, aunque no disponga de los mocasines colorados de Prada que calza Benedicto XVI, mejor que se vaya a emperifollar para las audiencias de reflexión política que lo han convertido en el mayor referente compartido de las minorías de oposición de centroderecha y que siga huyendo de la tentación de Belcebú, sin importar cual sea la opción de la mayoría ciudadana.

Igual que los Kirchner el cardenal no habla con los periodistas o, mejor dicho, sólo recibe a los elegidos (¿libres de tentación o dóciles altavoces?) y está en su derecho, pero en razón de ese mismo criterio selectivo debería abstenerse de inadecuadas críticas generales o, en todo caso, dirigirlas hacia las empresas editoras, responsables últimas de las políticas editoriales. Es difícil comprender las motivos que hacen de El País de Madrid o de la mexicana Aristegui de la CNN interlocutores privilegiados de la senadora Cristina Fernández de Kirchner, pero la libertad de prensa, en su acepción amplia, otorga también esas opciones diferenciadas a los protagonistas de las noticias, aunque lastime el derecho a la información de sus connacionales, la mayoría de los cuales no tienen acceso a la prensa internacional. ¿Para quién habla la candidata? Debe ser para los inversores internacionales hispanoparlantes, para incentivar su interés, aunque no va mal el rubro, según el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA) que registró inversiones en el sector con un promedio del 25 por ciento en el año y para la economía nacional el 21,7 del Producto Bruto Interno (PBI). Es cierto, claro, que hace falta mucho más para sostener la “acumulación diversificada” que busca con razón éste y el posible futuro gobierno.

La misma fuente reconoció un crecimiento del 50 por ciento en el período 2002/06 y un aumento de la producción industrial que ya superó en 17 por ciento el nivel de la misma en el año 1998, además de crear 350 mil nuevos puestos de trabajo y elevar el salario real de sus trabajadores en 32 por ciento. Por supuesto que esto es sólo la mitad del vaso. Los centenares de curas, monjas y laicos que han hecho una opción real por los pobres podrían dar cuenta de la otra mitad vacía por el trabajo precario, ilegal o el no trabajo, la más infame de las explotaciones, la auténtica realidad satánica que aún viven a diario millones de hogares argentinos. Hablar de esto, sin duda, escuece la sensibilidad de los gobernantes, aquí y en la China. ¿Es impaciencia? Claro que sí, pero justificada porque para los que hoy tienen hambre a su lógica de supervivencia no le alcanza ninguna razón que prolongue esa agonía y cada día que pasa se achica un poco más la esperanza. Cuando se trata de personas y de hogares, los índices del Indec pierden importancia, puesto que lo que de verdad importa es la relación del bolsillo de los consumidores y los precios de la canasta básica. El aumento de precios de frutas y verduras, aunque tengan origen en las variaciones climáticas, es alarmante, aunque el lunes las estadísticas oficiales reconozcan menos de un dígito. El asunto importa poco al que hace las compras diarias.

En una reunión de campesinos indígenas, “animadores culturales” en el argot episcopal de la Puna de Atacama, un visitante afirmó al pasar que el “Estado se había ausentado”, a lo que una de las coyas presentes retrucó:

–Eso no es cierto, porque nosotros recibimos de tanto en tanto una caja con mercadería que manda el Estado.

–¿Con eso están satisfechos? –inquirió la visita.

–En algún momento, el Estado decidió mirar hacia otro lado y nos volvimos invisibles –sentenció otro de los “animadores”.

–¿A quién votarán entonces? –insistió el forastero.

–Peronista –fue la lacónica respuesta.

–¿Por qué, si la provincia tuvo gobernadores peronistas y ustedes siguen invisibles? –se insolentó el extraño.

Con parsimonia docente, le explicaron: “Un día, llegará alguien, como Perón, que dará vuelta la mirada del Estado y entonces volveremos a ser visibles”. ¿Habrá llegado la hora para esa gente?, un puñadito de votos allí, pero millones en el país que también son invisibles, como los niños de la calle, que no votan, en los centros urbanos. Pensar en los inversores está bueno, lo mismo que preocuparse por la mano negra que mueve los mercados y altera la cotización del dólar, pero nada de eso tiene sentido si todos los pobladores, desde la Puna hasta Tierra del Fuego, no son visibles para el Estado. Si los ven y los escuchan, tal vez deje de importar si cuentan o no con la venia del cardenal, aunque muchos digan que “es mejor con”.

Allá arriba, en los caseríos que están a 4 mil metros de altura, poco y nada se sabe del Mercosur y de la unidad sudamericana, de manera que la visita a México y la firma de una “asociación estratégica” en nombre de Argentina sólo serán tema de comentario entre los que reciben información. Acercar la economía mexicana hacia el Sur –con el anterior presidente Fox sólo miraba hacia el Norte, entregada a la política hipócrita de libre comercio propiciada por Bush– no es un objetivo de poca monta, aunque como sucede con estos movimientos bilaterales siempre producen alguna inquietud en Brasil y Venezuela, más por celos de liderazgos políticos que por otra cosa. A pesar de que no siempre se nota, el Mercosur es el cuarto espacio de integración económica del planeta, con 220 millones de consumidores y el 60 por ciento de la riqueza de América latina, la región del mundo donde es más injusta la distribución del ingreso, valga la repetición de esta desgarradora obviedad. La inminente llegada a Buenos Aires de Hugo Chávez alterará los nervios de más de uno, pero con razón la candidata oficial defendió esta relación en los foros internacionales en nombre de la cláusula democrática que obliga a los miembros del Mercosur. El Gobierno además tiene deudas de gratitud por la ayuda solidaria y oportuna del presidente venezolano en varios momentos difíciles.

Nunca es fácil aceptar los derechos de los que no tienen la ventaja de la mayoría. Así sucede con las decisiones de la Corte Suprema que reivindica el derecho de las minorías, pese a que sus beneficiarios de ocasión sean Bussi y tal vez Patti, porque mañana en su lugar pueden estar otros del extremo ideológico opuesto. Idéntica incredulidad exhibió el secretario de la CGT, Hugo Moyano, que justificó la postergación de la personería para la CTA con un razonamiento chirriante: “El que tiene menos afiliados, desaparece”, aseguró. Más allá de los excesos de lenguaje, el pensamiento de Moyano está lejos del criterio planetario que se tradujo en los principios de la OIT sobre libertad sindical. La senadora Fernández de Kirchner estuvo presente en la asamblea plenaria de esta organización internacional y, aseguran algunos que la acompañaron en el viaje, la impresionaron experiencias y argumentos que escuchó en las sesiones. Lo que, tal vez, nadie tenía la receta efectiva para producir cambios indispensables en un aparato sindical viciado por su origen y por su práctica. Este es uno de los muchos desafíos que esperan por “el cambio que recién empieza”. También Macri pensaba que Buenos Aires podía ser transformado con la voluntad y el trabajo de su gestión, pero a estas horas sería bueno saber si aún cree que “va a estar bueno”.

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