Lunes, 9 de septiembre de 2002 | Hoy
EL PAíS › RADIO PASILLO
Un Adolfo Rodríguez Saá sobrenatural. La lecherita de Comodoro Py para los secretarios que hierven. Salvi dejó a Menem para festejar el segundo puesto. Lo Vuolo, blues y discreción . Balestrini de la platea a la popular. El Lole Reutemann le dijo lola al Gobierno. El chiste de Internet.
Por Diego Schurman
Lecherita
En algunos despachos
de Comodoro Py, son muchos los que no ven la hora de que llegue la primavera.
Y Oscar Aguirre, secretario del juzgado que ocupaba Adolfo Bagnasco, es uno
de ellos. El hombre inició en 1999 un pedido a la administración
de la Corte para que le arreglen el enclenque radiador de su oficina, que está
pinchado, moja el piso, y lo único que calienta son los ánimos.
Es que el expediente con el reclamo al Máximo Tribunal ya tendría
200 fojas pero la respuesta ni una sola línea porque nunca llegó.
Eso sí, al mal humor buena cara: ¿qué hace Aguirre cuando,
por ejemplo, desfilan por allí María Julia Alsogaray u alguna
otra persona citada a declarar? Sencillo: ubica una vieja lecherita debajo del
pinchado radiador y santo remedio.
Sr Juez...
Un día antes
de la indagatoria de Carlos Menem, su abogado Oscar Salvi se presentó
a la Justicia para pedir una prórroga. Tenía un importante viaje
que hacer. Pero el juez Julio Speroni fue cerrado en su negativa. O se
presenta o lo mando a buscar con la fuerza pública, señaló
el magistrado. Fue entonces que Salvi encontró la manera de sortear tan
importante cita: hizo un acta para que Martín Menem, también abogado
y sobrino del ex mandatario, quedara como su reemplazante. Recién cuando
obtuvo el okey del juez pudo saciar su urgencia: viajar a Indianápolis
para seguir desde la tribuna a la selección argentina de básquet.
Gracias Internet
Otra vez la web nos
aporta chistes. Acá va uno que viene circulando hace un par de semanas:
Un argentino entra a un negocio de antigüedades en una callecita de San
Telmo. Pasa un tiempo mirando los objetos en venta y descubre una escultura
de una rata. La estatua es del tamaño de una rata de verdad ytan bien
detallada y única que el hombre la agarra y pregunta al dueño
del negocio:
¿Cuánto cuesta?
Cincuenta pesos por la rata y mil por la historia que la acompaña.
Quédese con la historia yo compro sólo la rata.
Habiendo completado la transacción el argentino se va del negocio con
su escultura de la rata bajo el brazo. Cuando cruza la calle, frente al negocio,
dos ratas vivas salen del desagüe de la calle y comienzan a seguirlo. El
hombre se pone nervioso cuando las ve y comienza a caminar más rápido.
Sin embargo, cada vez que pasa por un desagüe más ratas salen y
lo siguen. La gente comienza a señalarlo y a comentar. El camina más
rápido y pronto comienza a correr. Mientras tanto, toneladas de ratas
salen desde los desagües, los sótanos, los lotes vacíos y
los autos abandonados. Miles y miles de ratas casi le pisan los talones. El
mira la orilla del Río de la Plata y comienza a correr lo más
rápido que puede. Pero no importa que tan rápido corre, las ratas
lo siguen chillando de una manera horrible. Cuando el hombre llega a la orilla
del río las ratas que lo siguen cubren 12 cuadras de la ciudad. El hombre
da un salto olímpico hacia un poste de electricidad, se agarra al poste
con un brazo y con el otro lanza la escultura al río con toda la fuerza
que le da su brazo. Sube las piernas, se abraza al poste y observa admirado
cómo las miles de ratas se lanzan al río y se ahogan.
Temblando y murmurando para sí mismo, regresa al negocio de antigüedades.
El dueño lo ve y le dice:
Ah, ¿regresaste a que te cuenta la historia?
No responde el tipo, quiero saber si tiene una escultura de
Menem.
Indiscreciones
Entraron prestos
y haciendo cintura entre las mesas cuando las luces bajaron su intensidad. En
el Casual Bar, en Cabrera al 3800, había promesa de blues y no se querían
perder el show. Pensaban que no los iban a descubrir, o, mejor dicho, quizá
temían que ello sucediera. Por eso antes de que Miguel Botafogo
Vilanova terminara de hacer los últimos acordes de guitarra, Rubén
Lo Vuolo, el economista preferido de Elisa Carrió, y la radical Laura
Mussa, abandonaron el lugar.
Cambio de hábito
Recuerda aquellos
años, muchos más tranquilos que ahora, por su puesto, cuando veía
los goles de Carlitos Bianchi desde la platea. Los banquitos todavía
no eran azules ni el Amalfitani tenía todas las comodidades que vinieron
con las reformas para el Mundial 78. Pero los años pasaron, y el
hombre, que ya no transita tan inadvertido, debió cambiar los hábitos.
Hoy, para poder disfrutar a pleno de un partido completo de su Vélez
querido, Alberto Balestrini, el intendente de La Matanza, dice que se saca el
traje y la corbata y su ubica, silbando bajito, en un rinconcito tranquilo de
la popular. Ver para creer.
Se terminó el sueño
Ocurrió días
atrás. El secretario privado de la Presidencia, José Pampuro,
se trasladó hasta los pagos de Carlos Reutemann para intentar persuadirlo,
una vez más, a que se presente como el candidato de la unidad del peronismo.
El gobernador de Santa Fe, quien en el último mes dijo más veces
no que una novia difícil, no cambió de libreto. Le
dijo que éste no era su momento y que aunque finalmente se suspendan
las internas abiertas como ya es vox pópuli en el mundillo político
no imagina su futuro en la Casa Rosada. Fue entonces que el funcionario de Eduardo
Duhalde se volvió para su casa con la certeza de que el sueño
de reclutar a la esperanza blanca se había terminado.
* Colaboraron Adriana Meyer, Nora Veiras, Martín Piqué y Victoria Ginzberg.
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