EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Humberto Tumini *
Estimados compañeros: el conflicto planteado desde la Mesa de Enlace de las entidades agropecuarias, de la que ustedes forman parte lleva ya más de ochenta días, con las consecuencias conocidas sobre la sociedad en su conjunto, en particular para los sectores más humildes, y para el país. Llegado a este punto, hemos visto entonces como conveniente y necesario hacerles conocer públicamente algunas de nuestras opiniones respecto de sus acciones y posturas.
Francamente, nos creemos con derecho a ello. No sólo por haber formado parte durante décadas de los que peleamos duramente por un país mejor y para todos. Sino, además, por haber compartido con ustedes una parte significativa de esa lucha. Tanto en los años noventa, cuando el neoliberalismo menemista arrasaba nuestras conquistas y derechos; como también a partir del 25 de mayo del 2003, cuando una y otra vez los acompañamos en sus demandas de que el gobierno kirchnerista fuera más allá en sus políticas agrarias, abarcando mejor y en mayor grado al pequeño y mediano productor.
Desde allí nos paramos para pedirles que reflexionen lo que aquí, a continuación, les decimos compañeros.
Les hemos escuchado, durante estos interminables días de conflicto, argumentar en forma reiterada que estas medidas que llevan adelante supuestamente están orientadas a “conseguir una más justa distribución de la riqueza”. Como así también que van más allá de la mera reivindicación sectorial, y que el objetivo último de ellas es “alcanzar un modelo de país mejor que el actual”. Es decir, sostienen ustedes que los siguen guiando las mismas banderas que siempre hemos enarbolado desde el campo popular.
¿Es real esto? Veamos: más allá de que se hable en reiteradas oportunidades de la problemática de la leche, la carne, el trigo, etc., lo real y concreto es que lo que están cuestionando por sobre todas las cosas en este paro son las retenciones móviles a la soja. Así lo expresaron ustedes sin tapujos en el acto de Armstrong. ¿Y cómo se hace para evitar, sin estas retenciones, que la soja no termine arrasando con las demás producciones del campo, como viene sucediendo? ¿Es redistribuir la riqueza que la enorme rentabilidad de la soja, que ustedes alaban, ponga los precios de los alimentos fuera de las posibilidades de una porción muy grande de nuestros compatriotas? ¿Cómo se entiende que ustedes critiquen los pools de siembra, a las grandes empresas exportadoras como Cargill o la de Urquía, que hayan cuestionado –muchas veces correctamente– el trato benévolo hacia ellos de parte del Gobierno, y ahora les defiendan a todos sus intereses? ¿O acaso las retenciones móviles que ustedes cuestionan no apuntan, en esencia, a las ganancias de quienes producen el 80 por ciento de la soja y la venden al exterior en su totalidad?
Les preguntamos entonces nosotros, que no representamos como ustedes pequeños y medianos productores agropecuarios, pero que sí hundimos nuestras raíces en los más humildes de nuestra sociedad: ¿Y qué riqueza vamos a distribuir si no podemos disponer de las ganancias extraordinarias de los sectores más concentrados del campo? Ninguna. No sólo no la vamos a distribuir, sino que volveremos a sembrar pobreza si permitimos que estos oligarcas y grandes empresas, para seguir ganando fortunas, nos trasladen el aumento de precios internacional de los alimentos a nuestras mesas. Eso es lo que verdaderamente está en juego.
Así como también el modelo de país a construir. Ustedes han compartido desde siempre con nosotros la visión de que el gran problema en los últimos 150 años de historia de esta nación ha sido la furibunda resistencia de la oligarquía terrateniente a que el Estado les capture la renta agraria extraordinaria y se pueda así pensar en una Argentina distinta. Esa oligarquía que algunos destacados dirigentes de la Federación Agraria como Alfredo De Angeli, alejados notablemente de los principios sostenidos en el Grito de Alcorta, han dicho que ahora prácticamente ya no existe, y que si alguna queda no tienen diferencias filosóficas con ella porque los une la búsqueda de rentabilidad. Sólo se logró hacer eso, capturarle la renta, entre 1946 y 1955 en el gobierno del general Perón, por medio del IAPI. Así se pudo industrializar en parte el país. Antes y después esta clase social impidió, con el apoyo de sus cómplices, que les toquen sus gigantescas ganancias; recurriendo para ello a fraudes electorales, crímenes, dictaduras militares y cuanta tropelía hiciera falta.
Pues bien, ahora dicen ustedes estar peleando por un modelo de país más justo, en alianza nada menos que con la Sociedad Rural Argentina, la de Martínez de Hoz, la de Enrique Crotto que hace poquitos años atrás pedía represión para todos nosotros. Y también con la tristemente célebre Carbap, la de Jorge Aguado, su antaño presidente, activo promotor del golpe del 24 de marzo de 1976 y posterior ministro de la dictadura genocida. Nos preguntamos frente a eso nosotros: ¿estarán estos aliados suyos de acuerdo en un país más justo? Difícil de ver, ¿no? ¿Y cómo vamos a hacer un país distinto si no les afectamos sus ganancias extraordinarias? ¿Cómo vamos a promover la industria que da trabajo, sin esos recursos? ¿De qué manera podremos tener salud y educación para todos, si esa oligarquía y sus aliados de los pools de siembra se quedan con los enormes beneficios que les reporta la soja?
Algunos de ustedes incluso han reivindicado en estos días al gobierno de Evo Morales. ¿Pero cómo se puede compadecer esa postura con el hecho innegable de que en Bolivia son los intereses de los grandes productores sojeros –igualitos a los de por aquí– los que de la mano de los EE.UU. enfrentan y desestabilizan a Evo, utilizando para ello un falso concepto del federalismo y la autonomía?
No, compañeros dirigentes de la Federación Agraria, ciento cincuenta años de dura historia nos enseñan que no hay modelo de país para todos y todas si la principal renta nacional, que es la agraria, queda, como casi siempre, en manos de unos pocos. Esa idea la hemos compartido durante años en el conjunto de los sectores populares argentinos. No es bueno que, en la práctica concreta y más allá de toda palabra y/o explicación, la abandonen. Eso nos debilita y fortalece a los enemigos de la justicia social y de la patria.
* Y la conducción de Libres del Sur que componen también Jorge Ceballos, Cecilia Merchán, Isaac Rudnik, Victoria Donda, Roberto Baigorria y Laura Berardo.
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