Lunes, 11 de mayo de 2009 | Hoy
Por Enrique Oteiza *
En estas elecciones se da un proceso combinado de crisis en los partidos políticos, que tienen hombres de su extracción diseminados en todo el mapa político existente y que se reacomodan en variantes diversas, relacionados por una dinámica muy fuerte de personalidades que se han posicionado en la escena pública. Existe un panorama “electoralero” que se transformó en un ballet por el que pasan siempre las mismas personas. En Capital se observa la dispersión del centroizquierda en un frente kirchnerista que encabeza Carlos Heller junto a distintas fuerzas progresistas, aparte de Proyecto Sur de Fernando “Pino” Solanas, de Aníbal Ibarra y del socialismo, que prefirió ir solo a formar una alianza de su partido que no los convencía. Por otro lado, hay un espacio de centroderecha con el radicalismo y Elisa Carrió, con conexiones con la derecha conservadora. Y, por sobre todo, la unificación institucional de la derecha conservadora detrás del PRO, que desde la Ley Sáenz Peña siempre había canalizado su ambiciones políticas a través de golpes de Estado. El menemismo actuó como Caballo de Troya de ese liberalismo económico, con Carlos Menem como conductor del caballo, y ahora el PRO de Mauricio Macri logró algo antes impensado: atraer en la provincia de Buenos Aires a los sectores conservadores que se habían mantenido dentro del Partido Justicialista, como Felipe Solá y Francisco de Narváez. Aunque es una situación compleja, tampoco coincido con la postura dicotómica y maniquea de nosotros o el derrumbe, porque es el peor favor que le podemos hacer a la democracia.
* Sociólogo, investigador del Instituto Gino Germani (UBA).
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