Hay en las diferentes listas para estas elecciones legislativas dos fenómenos distintivos con respecto al proceso que va desde la recuperación democrática en el ’83 hasta ahora. Primero, por el adelantamiento del calendario electoral, no hubo elecciones internas en ningún partido; la selección de candidatos se hizo a dedo –como se dice– o por acuerdo de los referentes de las distintas fuerzas que componen los frentes y alianzas electorales. Segundo, la aparición de las llamadas candidaturas testimoniales; un concepto ampliamente difundido, pero acotado a una sola fuerza política. La selección de candidatos en la política argentina ha seguido tendencias, modas. Lo fueron en su momento los deportistas y cantantes populares que pudieran atraer votos. En otros momentos fueron las expresiones sociales, pero creo que la participación sindical fue una constante, sobre todo en el PJ. Hubo una representación de diputados de extracción gremial durante la primera presidencia de Carlos Menem y tuvieron una fuerte presencia, con sus límites naturales, en el gobierno de la Alianza. En cambio, los candidatos ruralistas son un emergente determinado por el conflicto con el campo, que no sólo abarca a los partidos de la oposición, sino también a sectores del propio justicialismo, como Juan Schiaretti en Córdoba y Carlos Reutemann en Santa Fe, que tomaron partido a favor de los reclamos agropecuarios. Otro factor, no general, es la aparición de importantes empresarios ocupando lugares destacados en las listas –como antes Mauricio Macri y hoy Francisco de Narváez–; una aparición que rompe con los políticos profesionales, que militaron toda la vida en un partido y dirimieron allí ideas y representaciones.

* Secretario académico de la carrera de Ciencia Política (UBA).