EL PAíS › OPINION
El humanista Ruckauf
Por Miguel Bonasso
En canje por el apoyo político de Estados Unidos, el canciller Carlos Ruckauf ofreció al secretario de Estado Colin Powell votar contra Cuba en la comisión de derechos humanos de la ONU. A los norteamericanos les agradó esta graciosa concesión que no les costó un dólar y aceptaron –a cambio– mejorarle la nota a Eduardo Duhalde, que ya ha dejado de ser “populista” para convertirse en “pragmático”. Ni el secretario de Estado ni George Bush se preguntarán (seguramente) cuáles son las credenciales de Ruckauf en materia de derechos humanos.
Sin embargo, una organización tan “occidental” y respetada como Amnesty International ha cuestionado en duros términos las graves violaciones a los derechos humanos perpetradas en las cárceles y comisarías bonaerenses durante la gobernación del actual canciller. En Argentina, el CELS y otros organismos humanitarios también formularon denuncias por diversos casos de tortura y “gatillo fácil” ocurridos en la provincia de Buenos Aires, a partir de que el entonces gobernador Ruckauf proclamara su política de “mano dura”.
El autor de esta nota recuerda algunos casos que le tocó reportear de manera directa, como el de la defensora oficial de San Isidro, María Gómez, reiteradamente amenazada de muerte por defender a numerosos detenidos en comisarías y penales bonaerenses, que habían sido torturados, maltratados o hacinados en condiciones infrahumanas. También recuerda que algunos funcionarios responsables de esa situación, como el subsecretario de Política Penitenciaria, Miguel Angel Plo, permanecieron en sus puestos pese a las graves denuncias y nunca dieron explicaciones. Tampoco el gobierno de Ruckauf se molestó en refutar al juez de los tribunales de San Isidro, Fernando Marotto, quien acusó al Ejecutivo provincial de no respetar la división de poderes al negarse a cumplir una orden judicial para mejorar la situación de los presos.
La multiplicidad de violaciones denunciadas, la falta de explicaciones oficiales y las reiteradas reafirmaciones del entonces gobernador Ruckauf en relación con su propuesta de piedra libre para el gatillo policial confirman que no se trató de “excesos” o “excepciones” sino de una política. Y quienes conocen la trayectoria del actual canciller saben que esa política nace de una ideología y recuerdan dos datos que distan de ser menores: su foto con el ex dictador Videla y su firma al pie del decreto ordenando la “aniquilación” de la guerrilla que promulgó el entonces presidente provisional Italo Luder, a fines de 1975.
Estos son algunos de los antecedentes humanitarios del hombre que se ofrece a Washington para condenar a Cuba y exigirle que “vuelva a la democracia”. Olvidando que representa a un gobierno designado a dedo por los electores de Sajonia.