EL PAíS › HISTORIA DE DOS MENTIRAS EN LA GUERRA DEL GOLFO I

Cómo inventar un casus belli

Por Maggie O’Kane

Ayer no fue la primera vez que Estados Unidos tuvo pruebas “irrefutables” contra Saddam Hussein. En 1990, cuando Washington se preparaba para su primera guerra contra Irak, había gran confianza en las fotos satelitales “clasificadas” que daban a entender que en septiembre de 1990, un mes después de la invasión de Kuwait, 265.000 soldados iraquíes y 1500 tanques se formaban en la frontera para invadir Arabia Saudita. La amenaza de Saddam de expandir su imperio hasta Arabia Saudita fue crucial en la decisión para ir a la guerra, pero las fotos satelitales nunca fueron publicadas.
Irak invadió Kuwait el 2 de agosto de 1990. El gabinete norteamericano se reunió ese mismo día. A esa altura, la guerra no era más que una posibilidad. Norman Schwarzkopf recuerda el humor que prevalecía en el gabinete en su autobiografía No se necesita un héroe. Allí cita lo que el general Colin Powell le había dicho: “Creo que podríamos ir a la guerra si ellos invaden Arabia Saudita. Dudo de que vayamos a la guerra por Kuwait”. Días después, los ánimos en las altas esferas se habían espesado. Para comienzos de septiembre, EE.UU. y Gran Bretaña lideraban la marcha hacia la guerra. De alguna manera, casi sin que nadie se diera cuenta, la agenda estaba cambiando. El mero retiro de tropas iraquíes de Kuwait ya no era aceptable. Nuevas resoluciones habían sido adoptadas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Las fotos, que todavía están clasificadas en Estados Unidos (por razones de seguridad, según Brent Scowcroft, el veterano asesor en seguridad nacional de Bush), mostraban a más de 250.000 soldados iraquíes formados en la frontera saudita listos para el ataque. Cuando una ingeniosa periodista del St. Petersburg Times, en Florida, persuadió a su diario para comprar, de forma independiente, las mismas fotos tomadas por un satélite comercial para verificar el argumento del Pentágono, no vio ningún rastro del cuarto de millón de tropas o sus tanques.
Jean Heller, una periodista que hace investigaciones para el St. Petersburg Times, fue nominada para el premio Pulitzer cinco veces y en dos oportunidades ganó el segundo puesto. Así que cuando pidió permiso para gastar 3200 dólares en dos fotos satelitales, su diario la respaldó. La curiosidad de Heller aumentó en septiembre, cuando leyó un reporte de un satélite comercial, el Soyuz Karta, que estaba en órbita tomando imágenes sobre Kuwait. Ella quería ver lo que las únicas fotos independientes podrían decir sobre el supuesto despliegue de tropas iraquíes en la frontera entre Kuwait y Arabia Saudita. Pero ningún signo de los 265.000 iraquíes y los 1500 tanques que los funcionarios norteamericanos habían visto pudo encontrarse en estas imágenes. “Las fotos satelitales eran tan claras que en el aeropuerto saudita de Ryad podías ver los aviones norteamericanos estacionados y tocándose las alas”, dice Heller. Ella les dio las fotos a dos expertos para que las analizaran. “Las miré con un colega y los dos dijimos exactamente lo mismo en el mismo momento: ‘¿Dónde están?’”, recuerda Peter Zimmerman, un experto en satélites de la Universidad George Washington. “Claramente podíamos ver la ruta principal que atraviesa Kuwait, al sur de Arabia Saudita, pero estaba cubierta con bancos de arena que había formado el viento. Y estaba claro que ningún ejército había pasado por este camino. Pudimos ver barracas vacías, donde uno hubiera esperado ver a estos miles de soldados alojados allí, pero también estaban desiertas.” Un año después, Powell admitiría que sus datos estaban equivocados. No había un despliegue masivo. Pero, para entonces, la guerra ya había sido librada.
Kuwait había pagado clandestinamente dos millones de dólares a una firma de relaciones públicas para que armara el caso de la guerra. El golpe de gracia de Hill & Knowlton fue el invento de las incubadoras de “bebés”. Una historia de cómo los soldados iraquíes habían sacado a los bebés prematuros de sus incubadoras en el hospital Al Adnan en la ciudad de Kuwait y “los dejaron en el piso frío para que muriesen”. El trabajo de Hill & Knowlton incluyó el entrenamiento de seis testigos para dar los detalles falsos sobre el ataque en la unidad neonatal. La historia fue contada gráficamente al Congreso en noviembre de 1990, antes de unavotación crucial, por Niyirah Al Sabah que, desconocida para su audiencia, era la hija de un embajador de Kuwait en EE.UU. En su lacrimógeno testimonio, dijo que había visto la brutalidad de las tropas iraquíes cuando trabajaba como voluntaria en la sala de maternidad. Pero Myra Ancog-Cooke, una enfermera filipina que trabajaba en el hospital, dijo que ningún empleado del hospital había escuchado hablar de Niyirah Al Sabah. Ellos habían estado en el hospital durante la ocupación iraquí de Kuwait y la historia era mentira. Mientras tanto, el presidente Bush mencionó a los bebés de incubadora en cinco discursos y siete senadores se refirieron a ellos en discursos que respaldaban una resolución a favor de la guerra. Y Lauri Fitz-Pegado, de Hill & Knowlton, que preparó a los seis testigos, le dijo a John Macarthur, autor de El Segundo Frente, un libro sobre la censura en la Guerra del Golfo”: “Vamos, John, a quién le importa un carajo si hay seis bebés o uno. Yo le creo a ella”.

Traducción: Milagros Belgrano.

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