Increíblemente los estereotipos que se generan en los casos de trata son utilizados en ocasiones para des-responsabilizar a los explotadores: que la mujer prostituta miente, que “sabía que venía a prostituirse” o que su reacción ante la explotación no fue racional, “por qué no se escapó en algún descuido de su explotador”. La falsedad y estereotipo es que la víctima de una explotación sexual debe intentar escapar a la menor oportunidad. Porque se supone que ésa sería la respuesta racional e ideal de una mujer en una situación de explotación o abuso. Sin tomar en cuenta que las víctimas, conforme los expertos, exhiben una amplia gama de respuestas de comportamiento cuando son amenazadas. La adaptación y la generación de mecanismos de supervivencia son algunos de ellos. Otro estereotipo lo constituye el hecho de que las amenazas o la coerción que sufren en el prostíbulo deben constituir una muestra clara de una amenaza directa, sin evaluar la situación teniendo en cuenta el entorno y el contexto coercitivo como un todo. El prostíbulo es ese todo coercitivo. El estereotipo integral con que se las evalúa es que son personas que eligen un destino de explotadas y no que son explotadas porque las desigualdades de acceso a derechos entre hombres y mujeres, que es nota constituyente de los sistemas patriarcal capitalista, las dejan sin opciones reales y dignas.