Jueves, 25 de abril de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Washington Uranga
Las Abuelas, a través de Estela de Carlotto, le pidieron a Francisco que contribuya a la recuperación de los nietos desaparecidos abriendo aquellos archivos del Vaticano y de la Iglesia en Argentina que puedan aportar datos en ese sentido y para el esclarecimiento de las desapariciones forzadas. El Papa dijo “cuenten conmigo; estoy a disposición de ustedes”. El intercambio, escueto, sencillo, en el marco de la audiencia general de los miércoles en Roma, estuvo acompañado de la carta circunstanciada que las Abuelas entregaron a Francisco y que seguramente merecerá, en días más, una contestación formal de la Santa Sede. Quizás en esa respuesta pueda valorarse en mejor medida cuál es la disposición de la Iglesia, ahora en su máximo nivel institucional, para contribuir de manera decidida al esclarecimiento de los trágicos hechos que ocurrieron en la Argentina durante la dictadura militar. Si efectivamente lo pedido se concreta, lo que se haga no servirá –sin duda– para borrar las complicidades institucionales ya demostradas entre la jerarquía de la Iglesia Católica (la local y la vaticana) y los personeros de la dictadura, pero estará indicando que existe un cambio de rumbo, una modificación en la actitud de la jerarquía eclesiástica sobre el tema.
El ánimo que reinaba ayer en la delegación de Abuelas en Roma era de moderado optimismo. Creen que se abrió una puerta que puede ayudar al esclarecimiento de algunos hechos y, quizás, a recuperar la identidad que aún permanece oculta de hijos de desaparecidos. Estela de Carlotto, que a poco de asumir Bergoglio como papa planteó –a la luz de los antecedentes– su escepticismo acerca de la posibilidad de la predisposición eclesiástica, ahora mira, también ella, el futuro con mayor optimismo. La carta de Abuelas hace pedidos muy concretos y se basa en información cierta acerca de la existencia de información que obra en manos de la jerarquía eclesiástica y que nunca fue entregada a la Justicia. Pero aún más allá de eso, lo que se reclama es una actitud pastoral por la cual el Papa invite a los obispos argentinos y a los fieles católicos a aportar todos los datos que puedan obrar en su poder. Y lo hacen argumentando que “es un deber cristiano brindar información sobre el destino de los niños desaparecidos en Argentina”. Se paran en el terreno propio de la Iglesia para ejercer su demanda.
Francisco se ha instalado en el papado generando gestos que intentan modificar por lo menos una parte de las prácticas y también de la imagen de la Iglesia Católica. En lo que va del pontificado algunos de esos gestos han comenzado también a traducirse en hechos. Los primeros han sido de orden intraeclesial. Ensayar una forma nueva de colegialidad en el gobierno de la Iglesia nombrando una comisión internacional de cardenales; pronunciarse claramente en contra de los pedófilos y de quienes los protegen. Han sido pasos en el sentido de acompañar con hechos los gestos y el discurso. A lo ya señalado hay que sumar también que hace apenas unos días, Francisco, personalmente, decidió que se siga adelante con la causa de canonización (proceso hacia la santificación) del obispo mártir salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado por el ejército en El Salvador el 24 de marzo de 1980. El proceso había estado trabado hasta ahora y por más de veinte años por decisión directa de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Romero era un obispo considerado por muchos como demasiado cercano a la “teología de la liberación” y por lo tanto su eventual canonización podría, según los más conservadores, ser un “mal signo” para la Iglesia.
Hasta el momento nada está dicho acerca de la actitud que Francisco tomará respecto del pedido muy concreto que le formularon las Abuelas. Existió el gesto. En primer lugar de aceptar rápidamente recibir a la delegación a partir del pedido hecho mediante los buenos oficios del embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero. Bergoglio no es un improvisado en la política de los gestos. Por eso es importante advertir que dio prioridad a la delegación argentina, que haya demostrado la mayor cordialidad con las Abuelas y que buscó incluso “complicidades” en el breve diálogo aludiendo a encuentros anteriores y reconociendo personalmente a cada uno de los visitantes. También a Juan Cabandié. Los gestos son mensajes. Importantes en sí mismos, aunque requieren siempre la posterior confirmación y ratificación en los hechos. Ayer se abrió una nueva puerta para el esclarecimiento de los crímenes del terrorismo de Estado en la Argentina. La Iglesia, ahora a través de su máxima autoridad universal, tiene la posibilidad de producir acciones que muestren su compromiso con los derechos humanos, la justicia y la democracia. Francisco, que es un hombre futbolero, sabe que la pelota está de su lado. Sólo cabe esperar.
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