Lunes, 27 de octubre de 2014 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Martín Sabbatella *
Hace ocho años, en una de las reuniones con Néstor Kirchner en la Casa Rosada, siendo yo intendente de Morón, el entonces presidente me preguntó por el hospital municipal. Sabía de la importancia de ese establecimiento de salud en la región y también estaba al tanto de que habíamos incluido, en nuestro Plan de Desarrollo Estratégico “Morón 2020”, un proyecto ambicioso para hacerlo a nuevo. Le mostré una carpeta que siempre llevaba encima y le conté algunos datos que él aún no conocía. No hizo falta mucho esfuerzo para entusiasmarlo, y me fui del lugar con su respaldo para concretar ese sueño.
Esta semana vamos a inaugurar la obra del nuevo hospital, cuya realización sólo fue posible gracias a aquel compromiso y a la acción conjunta de los gobiernos municipal y nacional.
Con el tiempo, cuando aumentaron los encuentros institucionales y los políticos, supe que aquel gesto de involucrarse, de poner el cuerpo y la palabra con todo y con todos, era una constante, un rasgo de identidad maravilloso de ese presidente militante que supo abrir los brazos, sonreír y convocar a ir por más. El sabía que con acciones como ésa recuperaba un hospital, pero también mucho más: recuperaba la esperanza y el entusiasmo de quienes habían dejado de creer en la palabra pública y en el rol del Estado.
Néstor consiguió sacar la utopía del pasado y volver a ponerla en el presente y el futuro. Demostró que podíamos volver a soñar; que lo mejor no estaba atrás sino adelante, y que era posible alcanzarlo abrazando la política desde las convicciones, desde el compromiso, desde la militancia con otros y con otras. Sintetizó lo mejor de nuestra historia en un proyecto de gobierno rupturista y transformador, que no se amedrentó ante ninguna alzada corporativa, que desafió con firmeza lo que parecía inmodificable y que se profundizó con el liderazgo de Cristina.
Con su alegría irreverente y su capacidad de convocar, Néstor trajo de nuevo a la política a quienes estaban desesperanzados y abrió las puertas para que miles y miles de jóvenes tuvieran ganas de participar con una pasión que parecía imposible encender y hoy, más allá del esfuerzo de algunos, es imposible apagar.
Néstor no sólo quedará en nuestra historia. Como los grandes hombres y mujeres, se quedó definitivamente en el presente, en cada uno y cada una de quienes honran su memoria con su misma alegría y su potencia rupturista y revolucionaria.
Así como él se comprometió a no dejar las convicciones en las puertas de la Rosada, nosotros asumimos la obligación de lograr que nunca más las convicciones salgan de la Casa de Gobierno. Contamos para ello con el presente vivo de su ejemplo, pero además con la firme conducción de Cristina, que ha sido capaz de profundizar el proyecto nacional y popular iniciado en 2003, aun frente a las embestidas más violentas de las corporaciones. Y, por supuesto, con una militancia maravillosa, dispuesta a no bajar los brazos y a ir por más, empujada por el viento de quien vive en el corazón de cada uno de nosotros.
* Dirigente de Nuevo Encuentro, presidente de la Afsca.
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