EL PAíS › REPORTAJE A CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER
“Un hecho no cambia la historia”
Por Sergio Moreno
–¿Le costó mucho acostumbrarse a ser la mujer de un presidente?
–Me costo un montón. Recién me estoy acostumbrando a que Kirchner sea Presidente y a vivir en Olivos. Cada vez que tuve un cambio de vida política, siempre hubo un lapso para prepararse, porque nuestros cambios siempre tuvieron que ver con el voto popular y no con un nombramiento. Es decir, siempre había dos o tres meses para reacomodarse mentalmente. En este caso, primero no sabíamos si llegábamos a la primera vuelta y luego no sólo llegamos a la segunda sino que quedaste al descubierto porque el otro no se presentó y hubo que asumir enseguida. Fue todo muy fuerte: yo tengo una estructura mental y asumir fue el crac.
–¿Cuál es la principal diferencia?
–En la Presidencia todo tiene otra dimensión. No por nada aquí en Estados Unidos, los gobernadores se pueden reelegir indefinidamente, pero el presidente no. No tiene nada que ver lo que decide un gobernador, el contenido, el alcance. Hay otros temas, como las relaciones exteriores. Uno tiene que venir a la ONU y poner la posición argentina en un momento como el de Irak.
–Y usted tiene la doble tarea de ser senadora y primera dama...
–Una vez me dijeron que era igual que Hillary Clinton, pero hay una diferencia: primero fue presidente el marido y después fue senadora ella. Yo fui primero senadora y después Kirchner fue presidente.
–¿Qué le cuesta más?
–Lo que me impacta terriblemente es la pérdida de privacidad. Si bien yo siempre fui una persona pública y siempre fui muy conocida, sólo ahora me resulta imposible caminar por la calle sin que se den vuelta a mirarme. Todo bien, porque hay muchos aspectos de cariño, de apoyo, pero extraño poder caminar por la calle o entrar en una tienda y poder comprar.
–¿Cómo lo ve a su marido?
–Néstor siempre está tranquilo, es muy equilibrado, no tiene grandes euforias ni grandes depresiones. Está acostumbrado a tomar decisiones, como cuando decidió quedarse en La Plata para obtener el título, pese a que estaba la dictadura. En los tres primeros meses del golpe, yo le decía: “Vayámonos, que nos van a matar”. Y él me decía que se tenía que quedar porque tenía que tener el título “porque voy a ser gobernador de mi provincia”. A mí me dieron ganas de matarlo. “¿Sos tarado o te hacés? –le dije–. ¿Vos me estás hablando en serio? ¿Para qué querés el título? ¿Para meterlo en un cajón?” Y tenía razón...
–¿Usted quiere ser presidente, como quiere Hillary Clinton?
–Hasta De la Rúa fue presidente... Nosotros lo que tenemos es un proyecto para cambiar un país.
–¿Usted quiere suceder a Kirchner y seguir ese proyecto?
–Nunca me lo planteé, tampoco me planteé ser gobernadora. Si Kirchner hubiese perdido la Presidencia, yo tampoco me hubiese presentado, aunque la presión hubiese sido muy grande. No de él, pero hubiera tenido una presión muy grande por parte de la agrupación política. Me hubieran vuelto loca.
–Siendo senadora, ¿cuáles son los temas más urgentes en el Congreso?
–El juicio político a Moliné, la discusión que se va a dar con la propuesta de Zaffaroni de ser miembro de la Corte. Pero a mí me gustaría que dejáramos de discutir si fulanito sí o fulanito no, que pudiéramos analizar los modelos institucionales. Si uno discute el modelo constitucional, después cae de maduro quiénes son las personas.
–¿Kirchner tenía pensada esta manera de llevar el Gobierno?
–La forma de gobernar es la forma de ser de él. Los argentinos siempre hemos esperado que un hecho cambie la historia. Kirchner sostiene que un hecho no cambia la historia sino la suma de las actitudes cotidianas,algunas con mayor impacto que otras, que nadie formula una gestión por una o dos cosas afortunadas.
–¿Y las prioridades?
–Difiero de aquellos que creen que el problema de la Argentina fue solamente económico y social. Creo que fue profundamente cultural y moral. En Estados Unidos y en otros países desarrollados hay cosas que no se discuten más. La impunidad como sistema, una sociedad que vive por afuera de las reglas y de las normas. El capitalismo prebendario: ¿qué clase de capitalistas son éstos que no quieren que la gente consuma? ¿Que el Estado les solucione los problemas con marcos regulatorios a medida, sin transparencia ni competencia? Cuando uno ve cómo funcionan las sociedades avanzadas se advierte que los problemas no son solamente sociales. Le propuse a Ricardo Lagos en Chile, y lo vamos a ampliar un poco más cuando vaya Lula a la Argentina, generar un pensamiento latinoamericano. En la cumbre de líderes progresistas presenté un trabajo comparativo de la Argentina, Brasil y Chile, con Inglaterra, Alemania y Suecia. Esos tres eran perfectos y nosotros, con números horribles. Les planteé a los chilenos la necesidad de elaborar un pensamiento propio de Latinoamérica que refleje la realidad de los países periféricos y llegar a los países centrales con una necesidad del desarrollo de los países emergentes desde la más pura racionalidad, para evitar lo que está pasando en los países centrales con las migraciones, el terrorismo internacional, etcétera... Les interesó mucho a los chilenos tener un pensamiento propio, que creo que es lo que está faltando.