EL PAíS › POR QUE GILBERTO GIL
Un activista social
Por J. A.
En el auditorio del Ministerio de Cultura brasileño, una cantante acompañada de dos guitarras y una flauta ofrece un concierto en una sala abarrotada. Todos los músicos son funcionarios, al igual que gran parte del público. Este tipo de actos son habituales en la sede ministerial, en Brasilia, desde que la estrella de la música brasileña es hoy “el señor ministro”, el ministro de Cultura de Brasil.
Varios pisos más arriba del auditorio, en una sala de reuniones repleta de libros, el ministro preside en una ceremonia íntima la firma de un convenio para la distribución gratuita de textos a niños sin recursos de la Amazonia. Gil ha cambiado la indumentaria afrobrasileña por el traje oscuro, pero no renuncia a las trenzas estilo rastafari. La antesala de su despacho, bautizada con el nombre del pintor brasileño de origen japonés Manabu Mabe, es un enjambre de visitantes que esperan nerviosos. Jóvenes músicos que quieren mostrar su primera grabación, cineastas en busca de fondos, ONG con proyectos culturales, políticos con enmiendas parlamentarias, o escritores que simplemente desean conocer al ministro.
La carrera de Gilberto Passos Gil Moreira comienza como hombre de negocios en la multinacional Unilever en Sao Paulo. De noche frecuenta los bares de moda, donde conoce a otros artistas como Chico Buarque, en el Joao Sebastiao Bar. Empieza a trabajar con los poetas-letristas Capinan y Torquato Neto, interviene en un programa de televisión y graba sus primeros discos. Termina dejando su empleo para vivir sólo de la música.
Ha llovido mucho desde finales de los años sesenta, cuando Gilberto Gil, junto a cantantes como Caetano Veloso y Gal Costa, funda Tropicalia, un movimiento irreverente contra lo que consideraba puritanismo cultural en Brasil, que está dispuesto a devorar todas las referencias artísticas, procesarlas y transformarlas en autóctonas. “Fue un movimiento que discutió en profundidad el lugar del arte en Brasil y, al mismo tiempo, las relaciones entre Estado y sociedad”, recuerda el ministro. Bajo la dictadura militar, Gil es detenido y encarcelado hasta acabar exiliado en Londres en 1969. A su regreso a Brasil, tres años después, su interés por la música le lleva a hurgar en las raíces africanas y en el reggae caribeño, lo que combina con un creciente activismo social en busca de la igualdad racial y la defensa del medio ambiente.
Fue presidente de la Fundación Gregorio de Matos, dedicada a la preservación del patrimonio cultural de Salvador de Bahía, su ciudad natal; fundó la organización ecologista Onda Azul, que lucha por la preservación de las reservas acuíferas, y entre 1988 y 1992 ocupa un escaño en el Ayuntamiento de Salvador. Su única filiación política ha sido el Partido Verde, al que todavía pertenece. Recibió tres premios Grammy y en septiembre pasado recogió en Miami el galardón de Hombre Latino del Año.