EL PAíS › CONSIGUIO EMPEZAR A DISCUTIR LA RELACION ENTRE GASTO E INVERSION
Brasil abrió una puerta para la región
Por Claudio Zlotnik
No es habitual que los ministros que se reúnen con Anne Krueger salgan contentos de una reunión con ella. La implacable Dama de Hierro suele esperarlos con una puntillosa lista de los deberes que los funcionarios deben cumplir para llevarse bien con el Fondo Monetario. Los encuentros, entonces, suelen ser tensos. Antonio Palocci, ministro de Hacienda brasileño, rompió con esa regla. Después de reunirse con la estadounidense, enfrentó a la prensa brasileña relajado y con una sonrisa: tenía buenas noticias para comentar. Concretamente, que Brasil será el primer caso piloto para computar al presupuesto destinado a la infraestructura como inversiones y no como gastos. De esta manera, el FMI se hizo eco del reclamo formulado, el mes pasado, por Brasil y la Argentina en la Cumbre de Copacabana.
La idea de blindar las inversiones en infraestructura –es decir de dejarlas al margen de la contabilidad de gastos al momento de calcular el superávit fiscal– había quedado plasmada en la última cumbre entre Néstor Kirchner y Lula da Silva, hace apenas 40 días. El acuerdo de Río de Janeiro, que llevó por título “Declaración sobre la cooperación para el crecimiento económico con equidad”, se hizo sobre la base de que ambos países negocien con una fortaleza mayor con los organismos internacionales.
Por ahora, sólo Brasil tendrá el beneficio de excluir del rubro gastos a las inversiones en infraestructura. El plan fue presentado como “proyecto piloto” cuya evolución y resultados serán monitoreados de cerca, pero que se pondrá en marcha en las próximas semanas.
Fuentes oficiales dijeron a Página/12 que, si bien habría por lo menos otro país que tendrá el visto bueno del FMI para sumarse a la iniciativa, la Argentina tendría que esperar.
¿Por qué uno sí y el otro quedaría afuera? Un funcionario que pidió el anonimato lo explicó así: “Estados Unidos y el Fondo buscan darle un mimo a Lula, quien desde que asumió se esfuerza por hacer los deberes, planteando una meta de superávit del 4,5 por ciento. La Argentina, en cambio, todavía tiene abierta la renegociación de la deuda con los acreedores. Es lógico que una definición de este tipo deba tomarse una vez que se haya cerrado ese acuerdo y también las metas fiscales para 2005 y 2006”.
Fuentes oficiales dijeron a este diario que el tema no fue abordado en la cumbre entre Krueger y Lavagna.
Hay otra cuestión que hizo que Brasil sea el primer beneficiado: la expectativa de que Estados Unidos suba la tasa de interés en el corto plazo. Bajo este panorama, que los principales bancos de inversión internacionales ya descuentan, al país vecino se le tornaría más difícil y más caro refinanciar su abultada deuda. Este escenario, muy parecido al transitado por la Argentina en 2001, ya encendió luces de alarma en los centros financieros internacionales. Y la medida anunciada ayer por Palocci habría que incluirla en este contexto: una mano que le tiende el FMI en medio de los crecientes temores a un default. Si Brasil puede computar presupuesto destinado a la infraestructura como inversiones y no como gastos, no caben dudas de que su situación fiscal se aliviaría. La pregunta, en todo caso, es qué porcentaje de esas inversiones está dispuesto a aceptar Washington. Ni Palocci ni Krueger despejaron ayer esa incógnita.
Lo que quedaba claro en el convenio firmado en Río de Janeiro entre Lula y Kirchner era que el nivel de superávit fiscal no podía trabar el crecimiento.
Roberto Lavagna incluyó la cuestión en el documento que le presentó al staff del Fondo el fin de semana. Tal como informó Página/12 en su edición de ayer, en el texto de diez carillas figuró el pedido de “dar cabida enel presupuesto a más y mejores inversiones públicas en infraestructura”, a través de sociedades público-privadas.
Según el Gobierno, el crecimiento económico se lesionaría inevitablemente en caso de “un prolongado ajuste fiscal sobre la inversión pública, sobre todo en infraestructura”.
La cuestión fue analizada en detalle en Washington por Leonardo Madcur, un funcionario de extrema confianza de Lavagna, en distintas reuniones con el staff del Fondo. Madcur también participó de un seminario especialmente organizado para tratar la cuestión.
Por ahora, el Gobierno deberá contentarse de que su socio comercial liderará los cambios. Y esperar a que le llegue el turno.