Después de sufrir un atentado con una bomba, el 9 de octubre de 1971, declaró a la prensa:
“Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición”.