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Silencio alerta
Por Washington Uranga
La conducción de la Iglesia Católica que hasta hoy estará reunida en Buenos Aires terminará su encuentro sin hacer ninguna declaración relativa ni a los recientes debates sobre una muestra artística cuestionada por la jerarquía y por grupos católicos conservadores, ni tampoco sobre el debate planteado en torno a la educación sexual en las escuelas. No es que esos temas no hayan estado muy presentes en la agenda de los obispos. Lo que ocurre, en realidad, es que en el seno del Episcopado también cobró fuerza la impresión de que algunos grupos de ultraderecha –también de ultraderecha católica– están queriendo utilizar la ocasión para fogonear un enfrentamiento y para insistir en la idea de que existe una “campaña” contra la Iglesia Católica. Algunos obispos no ocultan su preocupación al percibir que detrás de varias de las acciones impulsadas en las últimas semanas en “defensa del catolicismo” está la mano de Esteban “Cacho” Caselli, ex embajador argentino ante la Santa Sede y hombre de confianza de Carlos Menem. Está claro que Caselli y otros expresan una posición existente dentro de la Iglesia Católica y que, antes y ahora, mantienen una cuota de poder importante dentro de la institución. Pero está claro también que la actual conducción del Episcopado no quiere dejarse llevar de las narices por quienes aprovechan las diferencias para fogonear el enfrentamiento hasta los límites de la violencia. Otro dato que preocupa a buena parte de los obispos es la conexión entre estas manifestaciones, Caselli y el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, seguramente el más importante ideólogo del catolicismo conservador en la Argentina actual. Aguer no goza de prestigio entres sus pares. La cautela con la que se mueve la conducción eclesiástica no puede hacer pensar sin embargo que no exista entre los obispos preocupación por lo que consideran son hechos que lesionan la moral católica y que contradicen las enseñanzas de la Iglesia. Existe dentro de la Iglesia —no sólo entre los obispos— un sector que se resiste a aceptar que los “valores cristianos”, que en otro tiempo rigieron como normas de conducta para el conjunto de la sociedad, ya no tienen hoy sentido universal, en una sociedad abierta a la pluralidad y a la diversidad de ideas, posiciones y perspectivas. Esto sucede en todos los niveles. También en el de la educación –la educación sexual pero también la educación en general–, un ámbito que la Iglesia Católica ha usado de manera eficaz para garantizar la transmisión y permanencia de su doctrina. Pero hay también dentro del catolicismo quienes, defendiendo sus puntos de vista, se abren al diálogo, a la escucha y a la pluralidad. No existe una sola posición “católica” frente a los debates recientes. También por eso el Episcopado prefiere no emitir opinión en medio del fragor de la disputa. Aunque procedentes de Roma lleguen voces que, alimentadas desde Argentina, les reclaman a varios obispos mayor “firmeza” en la defensa de los valores católicos. Por ahora la posición es de un silencio alerta.