Sábado, 13 de mayo de 2006 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Me provocan con una pregunta: “¿Un varón con sunga hubiese causado el mismo alboroto?”.
Miro la foto: por cada diez trajes, un tailleur. Así sigue estando diseñado el reparto de poder entre géneros. Por cada diez mandatarios, una mujer. ¿Qué efecto habría despertado un varón con sunga entre esas hileras de hombres posando para una foto en la que apenas cuatro veces rompía la uniformidad masculina un trajecito sastre?
El bellísimo cuerpo de la entrerriana Evangelina fue a Viena a cumplir una misión, que consistía en lograr el mayor impacto mediático y colar un tema en la agenda de esa cumbre. Lo consiguió con creces. Ayer las miradas que cada uno de los presidentes lanzaron sobre ese cuerpo ataviado con breves insignias de comparsa fue una radiografía en sí misma. La carcajada de Hugo Chávez, la media sonrisa de Tabaré Vázquez, la mueca de picardía de Néstor Kirchner. En un mundo gobernado en su totalidad, salvo contadas excepciones, por varones, el cuerpo femenino cumplió el rito de atraer las miradas, y el cartel que rezaba “Basta de papeleras contaminantes” intervenía la escena como planeó, soñó y concretó Greenpeace: el ojo del varón almibarado por carne femenina desnuda y ofrecida como espectáculo, pero inmediatamente, ese ojo de varón leyendo la marca política por encima del cuerpo. El cuerpo femenino como señuelo ineludible para varones de un lado y del otro de la foto: presidentes y fotógrafos clickeando la figura de Evangelina, e inmediatamente después, registrando cuatro palabras significantes.
Puede uno preguntarse: ¿Esto es lucha? Bueno, sí, nuevas formas de lucha, acotadas, concebidas como intervenciones en una realidad que no se deja modificar. Los cortes de los puentes de Gualeguaychú y Colón fueron una forma de lucha colectiva irreemplazable, pero habrá que admitir que Greenpeace operó esta vez con una efectividad irreprochable, ingeniosa, creativa. Evangelina, reina de una comparsa entrerriana, reinó ayer en Viena de otro modo: con su bikini ornamentada con plásticos para no ser delatada por el detector de metales, ella, que habrá sabido mover sus caderas en el rito pagano del Carnaval y que habrá disfrutado de ser elegida reina en esa metáfora de la felicidad terrenal, ayer en Viena reinó por tres segundos sobre los hombres que deciden para dónde va el mundo. El cuerpo de Evangelina, ayer, rindió tributo a sus ideas.
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