Sábado, 13 de mayo de 2006 | Hoy
EL PAíS › EVO RELATIVIZO SUS ACUSACIONES A LAS PETROLERAS
Por F. C.
Desde Viena
“Esto de la nacionalización sí que nos tomó de sorpresa”, le dijo el español José Luis Rodríguez Zapatero a Néstor Kirchner a propósito de la medida tomada por el boliviano Evo Morales, una de las cuestiones más zarandeadas durante la cumbre. El problema motivó el pedido de reunión de Zapatero a Kirchner durante la cena de gala del encuentro internacional pero, ayer, para cuando se encontraron, la controversia ya había encontrado su cauce. El acercamiento comenzó con una carta que Evo le envió a Zapatero estableciendo la apertura de una negociación de 180 días para renegociar los contratos con la empresa Repsol, garantizando “una verdadera y duradera seguridad jurídica”. Luego se encontraron y acordaron mantener la controversia en un terreno de discreción. El Evo de ayer, contemporizador y reflexivo, pareció a años luz del impetuoso de la conferencia de prensa de anteayer. Incluso, anunció que hoy tendrá una reunión con el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, otro de los ofendidos.
A su llegada a Viena, Evo Morales había pateado el tablero acusando a las empresas Petrobras y Repsol de contrabandistas y de violadoras de las normas de su país. Además, había cargado en forma particular contra Rodríguez Zapatero, a quien dijo no ver como un aliado y le reprochó no haberle cumplido algunas promesas, como la condonación de una deuda que Bolivia mantiene con España. La andana sonó extraña, justo en su primera participación en un gran escenario internacional.
En la comitiva argentina recordaban que tanto Lula como Rodríguez Zapatero habían sido de los presidentes que más habían colaborado con Evo. Hablaban de una activa colaboración del brasileño en la campaña y mencionaban como un grado de compromiso poco común que su principal asesor en materia internacional, Marco Aurelio García, haya estado en Bolivia el día de las elecciones para asegurarse que todo fuera como era debido. La reacción de Morales, entonces, no parecía tener un sustento potente. Entre los diplomáticos argentinos en Viena lo analizaban como una salida “algo infantil”, tal vez atribuible, decían, a la poca experiencia en el manejo de los asuntos de gobierno. “Quiso sentarse a negociar desde una postura fuerte, pero se pasó de revoluciones”, sostenían.
Alguien debe haber reflexionado algo por el estilo a oídos de Morales. Tanto fue así que Evo echó mano al remanido recurso de que sus frases habían sido sacadas de contexto. En su recorrido de ayer, en buena medida desanduvo lo hecho el miércoles. Había asegurado, primero, que no tenía por qué reunirse con Rodríguez Zapatero, pero lo hizo ayer durante 45 minutos. “El encuentro fue positivo, sincero y clarificador”, definiría Rodríguez Zapatero en la rueda de prensa posterior. El español subrayó que “Bolivia tiene derecho a tener una política respecto de sus recursos naturales”, pero que también necesitaba asociarse a la inversión privada y que “una inversión necesita de una razonable rentabilidad”. Aseguró, además, que España seguirá con su política de cooperación hacia Bolivia.
Curiosamente, Rodríguez Zapatero y Evo Morales ofrecieron sus ruedas de prensa a la misma hora y a pocos metros de distancia. El español atendió cinco preguntas y se fue. Evo, en cambio, tomó nota de las preguntas y luego las respondió todas juntas. Calificó el encuentro que tendrá hoy con Lula como “una cita importantísima” para sentar las bases “que nos permitan seguir siendo aliados”. Ayer temprano, la escalada bilateral había llegado a tal punto que desde Itamaraty no descartaron retirar a su embajador en La Paz. El canciller Celso Amorim llegó a hablar de “indignación” por las imputaciones de ilegalidad contra Petrobras, la empresa estatal de combustibles. Evo, lanzado a contener la marea por él mismo provocada, salió a aclarar que imagina a la petrolera continuando con su actividad en Bolivia. El resto de los temas los encararía hoy mano a mano con Lula.
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