EL PAíS
Resto de Europa
The Independent
A mediados de los ‘90, el experimento de la convertibilidad funcionaba. Había esperanzas en la Argentina. Llegaron las inversiones extranjeras. Pero la debilidad de la política de Cavallo fue su punto central: el cambio fijo. La caída de De la Rúa y Cavallo obedece a más razones que una política cambiaria errada. En los ‘90, las reformas que quiso implementar Cavallo en la Argentina fueron bloqueadas, a veces por los peronistas que se oponían a Menem y que son leales al ahora presidente Duhalde. Y una vez que asumió De la Rúa, los peronistas los continuaron bloqueando masivamente. Las leyes laborales no salieron como debían. Los salarios escandalosamente altos de los políticos provinciales y la crónica debilidad financiera de las provincias no fue combatida. (Ian Campbell)
Le Monde
Durante su largo gobierno, Perón se ufanaba de “caminar entre los lingotes de oro del Banco Central”. Después de su caída, no quedaba más oro, mientras Perón era uno de los hombres más ricos del planeta. Después de Perón, los robos continuaron y se intensificaron. El dinero prestado a la Argentina, varias veces, por el FMI (esta encarnación moderna del pecado de la usura) desapareció en los bolsillos de los mismos y célebres canallas: ministros, hombres de negocios, industriales, diputados, banqueros, senadores. Pero el hecho de que ya no haya más nada para robar no es consuelo cuando millones de argentinos mueren de hambre. ¡Morir de hambre, en un país llamado, hace no demasiados años, “el granero del mundo”!(Alberto Manguel, escritor y periodista argentino)
Libération
Las maniobras económicas que adoptó Duhalde son riesgosas, pero es difícil pensar cómo podría tener éxito un ajuste en el tipo de cambio sin afectar en parte a los mercados. Existe un buen ejemplo: con algunas pequeñas diferencias, esta estrategia fue la que adoptó con éxito los Estados Unidos de Roosevelt, en la primavera de 1933, frente a una crisis cambiaria y bancaria aguda, después de cuatro años de recesión y miseria social. De este modo salvó una economía de mercado, abierta a los intercambios internacionales, y también rehabilitó reglas sociales de juego. En todo caso, hay que abandonar las “mediditas” del FMI, que mantuvo a flote hasta ahora a una nave que iba a derecho al naufragio, pagando un precio social exorbitante.(Jerôme Sgard)