EL PAíS

Buenos muchachos

 Por Horacio Verbitsky

Ex funcionario de la Legislatura provincial durante la gobernación del sindicalista Victorio Calabró, Oscar Rodríguez se vinculó en las décadas siguientes con Herminio Iglesias y Alberto Pierri. La estructura militante de Rodríguez en Guernica es de una extrema fidelidad, que él cultivaba con encuentros semanales. Cada lunes a las siete de la tarde, abría esas reuniones con un mensaje sencillo y efectivo: “Todos tienen derecho a saber todo lo que pasa”. Flaco, alto y de pocas palabras, su intendencia también se caracterizó por la organización de fiestas populares, al estilo del primer peronismo. Pero no sólo fiestas. Oscar Rodríguez fue el principal animador de la liga de intendentes del conurbano que en la tercera semana de diciembre de 2001 se movilizaron hasta poner fin a laagonizante presidencia de Fernando de la Rúa y que también integraban Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas), Mario Ishii (quien desalojó a tiros a su antecesor en el municipio de José C. Paz), Aldo Rico (San Miguel, ahora candidato a la gobernación por fuera del justicialismo, en la boleta de Adolfo Rodríguez Saá), Hugo Curto (UOM-Tres de Febrero), Manuel Quindimil (Lanús), Hugo Guaux y Raúl Othacehé (Merlo), Mariano West (Moreno), Alberto Descalzo (Ituzaingó), Julio Pereyra (Florencio Varela), Adalberto del Negro (Ensenada), Néstor Juzwa (Berisso), Osvaldo Amieiro, de San Fernando y Alberto Balestrini (La Matanza).
Una de las reuniones preparatorias a las que asistieron, con presencia del propio Duhalde, se realizó en la quinta “Los Caudillos”, del escribano Hugo Toledo, el sábado 15 de diciembre. El 19 por la noche, luego de una jornada de saqueos en varios puntos del conurbano, los intendentes volvieron a reunirse, en la sede del Banco Provincia en la Capital, con Duhalde y con el entonces gobernador provincial Carlos Rückauf. “Hay que ponerse más duros. Mostrar que Duhalde mueve gente”, clamó allí Rodríguez. Pero al día siguiente, la estructura del PJ bonaerense fue desbordada por los grupos más radicales de la izquierda, que resistieron a pedradas los embates policiales en el microcentro de Buenos Aires. La ambición del gobernador cordobés José de la Sota, que exigía la convocatoria inmediata a elecciones, y la resistencia del Grupo Federal a los bonaerenses, impidió que Duhalde se hiciera cargo en aquel momento del gobierno, pese al acuerdo ya cerrado con Raúl Alfonsín.
Su turno llegó una semana después, cuando el retiro de colaboración de los gobernadores precipitó la caída del presidente interino Adolfo Rodríguez Sáa. Rodríguez aspiraba al ministerio de Seguridad de Buenos Aires, pero el nuevo gobernador, Felipe Solá, tenía otras ideas, de modo que Duhalde lo colocó como segundo de la SIDE. El 1º de enero Duhalde se sentó por primera vez en el sillón que le había sido esquivo en 1995 y en 1999, Pacto de Olivos y urnas mediante. Rodríguez fue uno de los organizadores de la movilización tendiente a rodear ese acto patético de algún calor popular. Uno de los contingentes que alineó ese mediodía bochornoso batalló a cascotazos con manifestantes de Izquierda Unida en las inmediaciones del Congreso. Otra congregación con más carteles que gente fue organizada en marzo, cuando Duhalde inauguró las sesiones ordinarias del Congreso. Rodríguez sostiene que los restos del aparato duhaldista bonaerense no deben cederles la calle a los nuevos actores sociales que cuestionan el modo tradicional de hacer política. Los recursos a los que acude para ello son tan ortodoxos como su concepción política.

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