Martes, 23 de octubre de 2007 | Hoy
EL PAíS › EN EL DIA DE LA MADRE, LAS ABUELAS, CON LOS NIETOS RECUPERADOS
Por Victoria Ginzberg
Parecía una fiesta de quince. Sillas forradas con tela negra y rosa, una larga mesa principal y un escenario preparado. Hasta hubo un baile de tango improvisado, fotos que harán historia y los discursos y bromas de rigor. Se trataba, en realidad, de una celebración por los 30 años de Abuelas de Plaza de Mayo. El domingo al mediodía, mientras el país festejaba el Día de la Madre, estás mujeres también recibieron su regalo: compartir un almuerzo con los nietos recuperados.
“Les queremos agradecer por el ejemplo y el amor que nos dieron en estos treinta años”, dijo el nieto Manuel Gonçalves a la hora del brindis. Luego, convocó a los jóvenes restituidos y a las Abuelas a sacarse una foto, todos juntos. Las señoras, sentadas en una larga mesa que presidía el salón del sindicato de peones de taxis, se levantaron. Algunas se arreglaron el pelo o se retocaron el maquillaje. Los chicos, que estaban terminando el helado, fueron arengados desde el micrófono. “Que venga el futuro papá”, llamaron a Juan Cabandié. “Uruguay”, “Chile”, se escuchó en referencia a quienes habían viajado desde esos países especialmente para el evento, como Macarena Gelman, Victoria Julien Grisonas o Esteban Badell Acosta. “Belén, subí, no hagas quedar mal a Córdoba”, llamó Victoria Donda a Belén Altamiranda Taranto, la última nieta recuperada. Cuando la imagen estuvo registrada, fue esta morocha de ojos azules, que se enteró de su historia hace cuatro meses, quien les habló a las Abuelas. “Es increíble lo que hicieron. Vamos por más y las vamos a ayudar. Vamos a continuar lo que ustedes hacen hasta que estén los 400 que faltan”, dijo.
Alba Lanzillotto, secretaria de Abuelas, tenía un nudo en la garganta, producto de los que no estaban para comer juntos ese día. “Si uno lo piensa profundamente no hay nada que festejar, pero es hermoso poder estar todos juntos, verlos tan bien y verlos con nosotros”, señaló. Enseguida, Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, tomó la posta y les habló a los jóvenes: “Este es el día del sueño cumplido. Desde hacía mucho tiempo la ilusión era verlos, juntarlos, disfrutarlos, ver cómo ha continuado la familia, nos han hecho bisabuelas. Es el día del triunfo de la vida sobre la muerte. Por eso es un día de alegría y un día para seguir abriendo caminos, seguir buscando”.
Las Abuelas fueron aplaudidas de pie en esta celebración casi íntima que compartieron con los colaboradores de la institución y las familias que buscan a niños desaparecidos, una posta que desde hace un tiempo han tomado los hermanos de esos chicos que hoy rondan los treinta años.
Ana María Caracoche miraba sorprendida cómo habían crecido las primeras niñas –hoy mujeres– restituidas, a quienes no veía desde hacía tiempo. Ella fue secuestrada durante la dictadura y estuvo en los centros clandestinos La Cacha y Pozo de Banfield. Mientras estuvo desaparecida, se perdió el rastro de sus hijos Felipe y Eugenia y cuando fue liberada los buscó junto a su esposo, Oscar Gatica, y las Abuelas de Plaza de Mayo. Felipe estaba con una familia que lo había anotado como propio pero que no opuso reparos en que el niño recuperara su identidad. Eugenia había sido apropiada por un comisario y fue restituida en 1985. El domingo, Ana María almorzó con las Abuelas y toda su familia: Oscar, sus cuatro hijos (Emilia y Felipe y dos nacidos en democracia) y sus cinco nietos. “Desde Brasil seguimos militando por los derechos humanos”, contó la mujer a Página/12.
Entre niños con la edad de los nietos cuando desaparecieron, pero que son los hijos de los hijos de los desaparecidos, Carlotto recordó a “los que dieron la vida muy jóvenes” y agradeció “a los que vinieron de cerca y de lejos” para que las Abuelas pudieran verlos “productos de su libertad”. Berta Schubaroff también quiso hablar. Hizo sonrojar a su nieta Macarena, recuperada en 2000, contando cuánto la quiere y dijo que el almuerzo le daba “ganas de vivir”.
Manuel Gonçalves estaba en una de las mesas que había reunido nietos “de cerca” y de “lejos”: “Comentamos que apenas nos enteramos de que venían los chicos de afuera nos pusimos contentos. A pesar de que algunos no nos conocíamos o nos habíamos visto muy poco hay una afinidad que no tiene que ver con vernos todos los días, sino con la historia que nos une”.
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