Cuando llegaron al hotel Meliá de Caracas se hizo como un silencio asombrado, una suerte de respeto instantáneo y de sorpresa ante la llegada de los familiares de los secuestrados, los que van a salir libres ahora y los otros, que seguirán en los inciertos escondites de la selva. La madre y el hermano de Clara Rojas y las dos hijas de Consuelo González llegaron a la capital venezolana la noche del jueves. Ellos son los que han esperado siempre, respondido a centenas de entrevistas siempre con la misma e inquebrantable voluntad: reclamar que todos salgan libres.

La esperanza y casi una sola demanda por parte de la madre de Clara Rojas, Clara González de Rojas: “Quiero tener a mi nieto en los brazos, apretarlo, saber que vive”. La hija de la ex congresista Consuelo González, Patricia Perdomo, dice a Página/12: “Tal vez sea mañana. Tengo una gran alegría y gran tristeza por los familiares que se quedan. Mi sueño era recibirlos a todos. Pero hoy espero sobre todo poder abrazarla. La plenitud dentro del corazón de cada uno de los familiares de los rehenes se vuelve colectiva”.

La madre de Clara Rojas se desplaza lentamente, apoyada en una estructura de metal que le permite caminar con dificultad a sus 77 años. No conoce a su nieto, Emmanuel, que nació durante el secuestro de su madre. El padre de Emmanuel es un miembro de las FARC, pero a la señora eso no le importa: “Yo no tengo reserva en que sea guerrillero. Es un ser humano y yo lo considero un ser de mi familia”. Clara Rojas fue secuestrada junto a Ingrid Betancourt en febrero de 2002 y recién en mayo de 2006 se supo que su hija había tenido un niño en la selva con un hombre de las FARC. La revelación fue hecha por el periodista Jorge Enrique Botero en un libro llamado Ultimas noticias de la guerra. Los años no han opacado su esperanza ni su resistencia porque, dice, “los hijos nos dan una fuerza que jamás imaginamos”. Pero hoy la meta está al alcance: “Clarita está muy cerca; está cada vez más cerca ese momento que antes veía tan lejano”.