ESPECIALES
DE MONSEÑOR A BAKUNIN
Por Osvaldo Bayer
El país argentino de hoy se asemeja a lo que ocurre en mi asamblea barrial de Belgrano-Núñez. El domingo nos reunimos en la calle frente al ex Colegio Normal Nº 10 porque la Policía Federal no nos dejó entrar al edificio. Hablamos de la situación general del país en la forma más abierta y pacífica. Una verdadera barra de hierro de policías nos rodeó, pero dándonos la espalda. Era todo un símbolo. Los vecinos escuchando a los oradores y la policía en un círculo encerrándolos, pero de espaldas. Pues bien, eso es la Argentina. El pueblo que quiere saber de qué se trata e intervenir en la solución, y el poder de espaldas siempre atento a la represión y no al diálogo. A pesar de las palabras edulcoradas que a veces deja escapar el padrino menor de Lomas de Zamora a cargo. Y de algún que otro paquete de comida y un Plan Trabajar.
Todo está a la espera. El campo político, un desierto desde cuyas orillas se observan grupos mercenarios que levantan las viejas banderas. Cada uno con uniforme propio y el mismo retrato del general sonriente, con una cola de niños que pasan sus lenguas por las latas de conserva usadas. Los radicales terminaron finalmente por abrirse las barrigas y derramar los intestinos de los correligionarios; la próxima se buscarán la yugular. Profundidad política. Producto de 86 años de componer para mantener. Si los aliados tienen uniforme, mejor.
La Argentina, a la espera. Pero esta vez no está grávida. Lo estéril, domina. En la Casa Rosada se está empollando el gran período que viene, el del padrino menor de Lomas de Zamora como salvador de la patria. Esta vez también con el ministro Jaunarena radical, y con Alfonsín que les cuida las espaldas y hará el guiño preciso. Mientras Brinzoni seguirá esperando, paciente y para siempre sentado sobre el caso Margarita Belén. Otra vez Alfonsín, más viejo, sí, pero siempre dispuesto. Para que la Argentina siga su ruta, no abandonar el radicalperonismo o el peronismorradical. Pero, como decíamos, con Jaunarena siempre listo.
Las dos Argentinas: la que espera ya sin paciencia, y la que retiene los hilos para mover los muñecos. El paisaje es desolador, el desierto ya va tomando olor a podrido. No hay brotes verdes. Pero sí raíces nuevas. Lo de las asambleas populares es indudable. Lo de los piqueteros es indudable. Lo de los trabajadores que han puesto en marcha fábricas y establecimientos abandonados por sus patrones, es indudable. Que en lugares como Esquel se levante el pueblo contra la ponzoñosa venta de oro, es indudable. En la Rosada no se puede dormir porque los coros obedientes de uniformados y no uniformados oye ruidos nocturnos, como de motores en funcionamiento. Que han comenzado a mover el monstruo donde cocinaron Videla y el jeque camelista la desaparición de la República.
El pueblo ya camina. Lula podría encontrar su brazo derecho argentino para el sueño de Bolívar. Pero la izquierda argentina no conoce la palabra unidad. En Mar del Plata se ha asomado algo. Tal vez el largo camino hacia esa unidad. Mientras tanto, el padrino de Lomas de Zamora tiene puesto el chaleco antibalas de la maldita policía y Brinzoni nos mira por el ojo de la cerradura. Por las dudas, el padrino de Lomas no nombra a ninguno de la línea Jauretche sino a Prat Gay. Una especie de corte de manga a todos los que sueñan el país latinoamericano y un beso en el trasero del capital. No pagamos pero obedecemos. Somos pobres pero no apresurados.
Vivimos una Argentina diferente, desde aquella masacre radical otra más del 20 de diciembre. Los que vivían bien siguen viviendo bien. Lean las ofertas turísticas, mientras los pobres pasaron a ser pedigüeños o rebeldes. El padrino de Lomas de Zamora les presenta dos opciones: o el paquete de la Chiche o los métodos argentinos bonaerenses aplicados a Darío y Maximiliano. Y ahora viene la otra camada de la Bonaerense, aquella que se robó el buffet entero. Y también Rico, Patti y Bussi esperan en el escenario. Uniformes de la patria. Como dijo el jeque lagotero: a la Argentina la salva la pena de muerte. Pero menos para él que ya tiene todo seguro en Suiza. Pena de muerte para los ladrones de gallinas pero no para Hernández ni para Kohan. Todo en su medida y armoniosamente.
Se va acabando nuestra democracia de 86 años con sólo dos partidos políticos y las dictaduras militares. Yrigoyen y Perón, un solo corazón. Convertido hoy en Duhalde-Alfonsín, unámonos para salvarnos. Mientras Moreau y Terragno nos muestran de lo que es capaz la unidad radical.
La democracia está en la calle, el pueblo está en la calle, las mujeres están en la calle. Desde las ventanas nos observan los comisarios. Los ejecutivos están tranquilos. Lo importante es que Macri se ponga de acuerdo con Bianchi. Después lo demás se arregla fácil. Ya el Riachuelo ha mostrado para qué sirve. Monseñor desde la catedral repetirá que somos todos hermanos. Bakunin, en cambio, nos repetirá lo del espontaneísmo de las masas. El pueblo es humillado hasta el hartazgo, hasta que uno, uno solo, sale a la calle y tira la primera piedra. Y en ese momento, detrás de él salen un millón de sedientos de justicia.