SOCIEDAD

Los estudiantes que se convierten en emprendedores y ganan premios

Tres proyectos hechos por chicos fueron premiados por el gobierno porteño. Ahora, buscan aportes para ponerlos en marcha.

 Por Eduardo Videla

¿Qué tienen en común una tarjeta con información sobre la historia clínica de un paciente, una fábrica de combustible a partir de aceite de cocina usado y una máquina expendedora de diarios a prueba de vandalismo? Que los tres son proyectos diseñados por alumnos de escuelas secundarias, que fueron premiados en un concurso oficial para jóvenes emprendedores y que tienen fuertes posibilidades de ser llevados a la práctica si consiguen un mínimo apoyo económico.
El aceite que hierve hasta oscurecerse en la freidora de un local de fast food puede convertirse en una suerte de combustible vegetal, capaz de hacer andar un colectivo o un flete gasolero, una vez eliminados los restos de comida y de un proceso de catalización. “Lo primero que se nos cruzó por la cabeza es que el combustible puede ser usado por el transporte público, que está tan golpeado por el aumento del gasoil”, explica Walter Olivito (16), al definir la estrategia comercial que armaron para su producto, el biodiésel a base de aceite comestible usado. Con su compañero Ignacio Guiñazú (17) proyectaron el equipo necesario para depurar el producto proveniente de restaurantes y convertirlo en alimento para un motor gasolero. Los dos cursaron el cuarto año de bachillerato en el Ana María Mogas, un colegio privado de Mataderos.
“Es un poco complicado –admite Walter–, porque en el medio están las petroleras, pero vamos a seguir con esto”. El proyecto prevé recorridos por restaurantes y casas de fast food para recolectar el aceite viejo y el diseño de un equipo capaz de producir 13.000 litros de biodiésel por mes. También se calcularon los costos, para concluir que el litro de combustible costará alrededor de 70 centavos por litro. “Además de ser más económico que el gasoil, es menos contaminante y prolonga la vida del motor”, agrega Ignacio, ya convertido en vendedor de su producto virtual. El proyecto del biodiésel obtuvo el segundo premio en el primer concurso para jóvenes emprendedores, que fue organizado por la Secretaría de Desarrollo Económico porteño.
El primer premio fue para la empresa Timep, ideada por Pablo Díaz y Fernando Pérez, que este año se recibieron de técnicos en computación en la Escuela de Educación Técnica Nº 35 Ingeniero Latzina, de Villa Devoto. La propuesta de Timep consiste en producir tarjetas con un chip que contiene la información de la historia clínica de un paciente. “Ante una emergencia, en la ambulancia de la obra social o la prepaga se pueden leer datos como el grupo sanguíneo del paciente, o si es alérgico a algún medicamento, sin necesidad de hacer las pruebas o buscar en la base de datos”, explica Fernando. “Son tarjetas como las de teléfonos. Nosotros nos encargamos de cargar los datos e instalamos las lectoras en las ambulancias”, agrega.
“Hablamos con muchos médicos y se coparon con la idea”, interviene Pablo. En el proyecto, se habla de cerrar acuerdo con obras sociales o empresas de medicina prepaga. También se tuvieron en cuenta los costos: cada tarjeta costaría en promedio 3 pesos.
El tercer proyecto es el de la máquina expendedora de diarios. Si bien están difundidas en los países desarrollados, lo innovador, en este caso, es su característica “antivandalismo”. O, como lo llama Matías Pujó, uno de los voceros del grupo que lo desarrolló, con un dejo de ironía, “a prueba de argentinos”. “La máquina tiene una traba que solo se abre cuando el cliente inserta la moneda. Y sólo permite sacar un diario, a diferencia de lo que ocurre en otros países, donde la puerta se abre y el comprador se lleva un ejemplar aunque tenga toda la pila a su disposición”, explica.
Junto a Pujó, trabajaron Juan Cruz Fernández, Carlos Bellagamba, Aníbal Capo, Damián Colombo, Sebastián Ochoa, Rodrigo Veiga y Andrés Visco, todos técnicos mecánicos egresados este año del Instituto Huergo, de San Telmo.
Los chicos –en promedio, de 18 años– tuvieron en cuenta los aspectos comerciales propios del mercado local. “Este equipo lo pueden comprar lasempresas periodísticas pero también se lo vamos a ofrecer a los canillitas, porque no queremos que ellos pierdan el trabajo. Pueden poner una máquina en su zona, en un supermercado o en cualquier comercio”, sostiene Juan Cruz.
La respuesta a la convocatoria no fue menor: se presentaron 79 proyectos, que recibieron asistencia de la Dirección de Microemprendimientos. Para el secretario de Desarrollo Económico, Eduardo Hecker, “no se trata de convertir chicos en empresarios sino de generar actitudes emprendedoras, porque la sociedad debe prepararse para crear nuevas empresas”. Para eso –agrega María Marta Polemann, directora de Microemprendimientos– tienen que desarrollar la capacidad de asumir riesgos, de ser autocríticos y a la vez, tener valoración personal”.

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Una expendedora de diarios, pero a prueba de vandalismo.
 
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