ESPECIALES › FALLECIO MANUEL SADOSKY A LOS 92 AñOS DE EDAD
Ciudadano Ilustre de la ciencia
Vicedecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, fundador del Instituto de Cálculo y la Eslai, secretario de Ciencia y Técnica, su trayectoria representa la tradición iluminista y progresista de la ciencia en la Argentina.
Por Leonardo Moledo
Es difícil, tanto en épocas tristes como alegres, referirse a la muerte de un maestro de generaciones, y de un testigo de los avatares de la ciencia argentina como fue don Manuel Sadosky, que falleció en la madrugada de ayer, a los 92 años, de un espasmo pulmonar, complicado con problemas cardiovasculares. Ilustre ciudadano de la ciencia y Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, con él se va una época entera, que comprendió períodos complejos y momentos de oro, cortados muchas veces a bastonazos.
Su historia es la de tantos pobladores de estas tierras: había nacido el 13 de abril de 1914, de inmigrantes judíos que habían llegado en 1905 huyendo del creciente antisemitismo en Rusia. De alguna manera, la historia de Sadosky es la del país dorado y pujante de la primera mitad del siglo XX, que se proyectaba hacia el futuro, del país sarmientino que crecía alrededor de la educación y la ideología del progreso: su padre era zapatero, él y sus hermanos varones estudiaron el magisterio en el Normal Mariano Acosta, donde tuvo, como practicantes a José Luis Romero y Jorge Romero Brest, y se graduaron en la Universidad de Buenos Aires. Discípulo del gran matemático Julio Rey Pastor, en 1940 se doctoró en ciencias físicas y matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), junto a Cora Ratto, su compañera, y enseguida comenzó a ejercer la docencia en la UBA y en la Universidad de La Plata.
Viajó becado al Instituto Henri Poincaré de París (1946-1947) y al Instituto del Cálculo, en Roma, Italia (1948), donde se orientó hacia la matemática aplicada. De vuelta en Buenos Aires y perseguido por el gobierno peronista, recién en 1956 pudo volver a la Facultad, de la cual fue vicedecano (Rolando García era el decano) y que iniciaba entonces su período de oro, mediante el empuje de una generación entera de científicos como Zadunaisky, Klimovsky, Gutiérrez Burzaco, Oscar Varsavsky, Calderón, Giambiaggi, David Jacovkis, Bollini, Rebeca Guber. En ese período fue el fundador del Instituto de Cálculo y el introductor de la computación en la Argentina, a través de la célebre Clementina, un monstruo informático de los de entonces, de tamaño dinosáurico, traída al país con el apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), presidido entonces por Bernardo Houssay. Más tarde, siendo ya secretario de Ciencia y Técnica, siguió ese impulso con la creación de la Escuela Superior Latinoamericana de Informática (Eslai), una institución de primer nivel, que se extinguió bajo la gestión reaccionaria y oscurantista del sucesor de Sadosky, Raúl Matera, nombrado por Menem.
La experiencia de la “gran facultad” de Ciencias Exactas fue destruida a palazos por Onganía, y Sadosky tuvo un exilio académico en Uruguay, España y Venezuela. Al terminar la dictadura asesina de Videla, Viola, Galtieri y Cía., fue designado por Alfonsín secretario de Ciencia y Técnica de la Nación: era un acto de restauración y homenaje, un gesto que indicaba a la ciencia como una meta a alcanzar. Finalizado el gobierno de Alfonsín, Sadosky siguió vinculado con la Universidad, que siempre consideró como su lugar de pertenencia.
Perseguido por todas las dictaduras y gobiernos autoritarios, floreciente con cada atisbo, con cada gota de democracia, Sadosky representa, mejor que nadie, quizá, la tradición iluminista de la ciencia en la Argentina, una tradición que, a pesar de tantos avatares, es todavía viva y pujante. Con él se va una época, es verdad, pero las generaciones que él contribuyó a formar están ahí, listas para seguir adelante. Y el mejor homenaje que se le puede hacer es terminar esta nota con estas líneas esperanzadas y optimistas.