ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A MARCELO MOGUILEVSKY Y SANTIAGO VAZQUEZ
“Una música que produce puentes”
Puente Celeste presentó su CD. Pero el grupo ya no suena como cuando lo grabó. Dos de sus integrantes explican la evolución y crecimiento.
Por Diego Fischerman
Marcelo Moguilevsky dice: “Es una música que produce puentes”. La frase es perfecta, claro, cuando se trata de un grupo llamado Puente Celeste. Pero, sobre todo, es cierta. Parte del secreto acerca de uno de los emprendimientos musicales más originales e interesantes surgidos en los últimos tiempos puede deducirse de la mera enunciación de sus integrantes y del abanico de registros expresivos, tímbricos y estilísticos que abarcan. Moguilevsky en clarinete, saxo, flauta dulce, arpa de boca o casi cualquier cosa que se toque con aire, el percusionista, guitarrista, compositor y cantante Santiago Vázquez y los también polifuncionales Alejandro Franov, Edgardo Cardozo, Luciano Dyzenchaut pueden ir desde una chacarera tocada con berimbao hasta un grupo vocal improvisando sobre palabras inventadas o una letra cantada de atrás para adelante o un sitar junto a un acordeón pero, más allá de esa diversidad de elementos, la música tiene una gran coherencia e identidad absolutamente reconocible. “Los puentes de Puente Celeste –completa Moguilevsky en la charla con Página/12– son como permisos; unen, trascienden lo que uno espera que pase arriba de un escenario con un grupo, hacen que toda pueda suceder.”
El grupo, después de una primera etapa con otros integrantes y en la que Santiago Vázquez figuraba como parte del nombre –en la que grabó un primer CD de muy buen nivel–, incorporó a Moguilevsky, que también venía de un proyecto encabezado con su nombre propio (Moguilevsky y los acústicos). Casi inmediatamente realizaron un CD y se dedicaron a presentarlo en vivo. En el proceso de tocar ese material, no sólo fue transformándose ese material sino que empezaron a transformarse ellos. Hoy el grupo ya es otro y así lo demostró en el concierto que dio el jueves en el Teatro Ateneo, como parte del ciclo que esa sala está llevando adelante con músicos populares argentinos. “Puente Celeste empezó siendo un proyecto mío”, explica Vázquez a Página/12. “Ahora ya hace mucho que dejó de serlo. Por lo menos de manera exclusiva. Se trata de un quinteto en el que las decisiones y los rumbos que va tomando la cosa provienen de los cinco y, muchas veces, a partir de la improvisación.”
Moguilevsky, por su parte, agrega que “lo que me entusiasma de la idea de Puente es, justamente, sentirme muy acompañado, a diferencia de lo que sucede cuando se trata de un proyecto solista. Acompañado en el mejor sentido, el que aparece cuando se está haciendo música y uno se detiene a escuchar al compañero mientras va diciendo sus ideas. Nosotros gozamos de cierta fascinación por escuchar al otro, por ver qué va a aportar a lo que uno está diciendo. Eso amplía mucho los horizontes; a mí me hace tocar distinto. Me hace tocar menos, elegir más. Se trata de conseguir algo más grande, más colectivo, donde uno es sólo una pieza”. Vázquez asegura, también, que “en el diálogo uno descubre ideas nuevas que sólo no descubriría. Este es un proyecto colectivo no sólo porque ésa es la idea original sino por los músicos en particular que lo integramos. Hay un respeto mutuo tan grande que hace que al mismo tiempo se balancee lo grupal y un espacio de libertad individual muy grande”.
Entre las muchas músicas que caben en Puente Celeste está el jazz, pero más como modelo de creación espontánea y de desarrollo improvisado que como vocabulario. Hay músicas étnicas (de etnias extranjeras y, también, nacionales). Hay lo que Cardozo, en una entrevista con este diario, llamó “cirujeo étnico”. Pero también aparece el viejo y buen modelo de la canción. A diferencia de otros grupos ligados a lo que más o menos podría ligarse con cierto experimentalismo, aquí hay canciones. “Hay algo muy fuerte que tiene que ver con lo popular, en su sentido más estricto”, dice Vázquez. “Y, también, con esa cosa de coctelera, de algo todavía no cristalizado que aparece en el comienzo de todos los géneros populares.” Moguilevsky concluye, entonces, con una expresión de sencillez incontrastable: “Nos divertimos. Este es un grupo divertido. Además, cuando toco klezmer, por ejemplo (se refiere a su dúo con César Lerner), hay un marco más firme que a uno lo contiene y que está dado por un estilomás o menos definido. Eso le pasa también a Cardozo, cuando es un cantautor con su guitarra, o a Franov en sus proyecto solistas. Cada uno está dentro de un sistema conocido. En cambio en Puente Celeste tocamos sin paracaídas y eso es fantástico. Todo es una aventura”.