ESPECTáCULOS › COMENZO LA TEMPORADA 2002 DE “WILL AND GRACE”
Lo primero será la familia
La serie consolida una extraña tendencia entre las nuevas sitcoms: mostrar parejas “consolidadas”, funcionales y muy razonables.
Por Julián Gorodischer
Hogares tradicionales con hijos, padrinos, y parejas estables: la nueva obsesión de las series no perdonó ni siquiera a “Will and Grace”, que –se sabe– no es lo que se dice un campo propicio para fundar una familia tipo. Pero no importa: si alguien logró lo que se creía imposible, convertir a “Friends” en una serie familiar, con matrimonio bien avenido entre Mónica y Chandler e hijo recién nacido para Rachel, bien puede la dupla de un gay y una obsesiva pretender su propio bebé. En su nueva temporada (jueves a las 20, por Sony), la serie más popular del canal desde la fuga de los amigos neoyorquinos a Warner, propone inseminación artificial para ella, un hijo en camino y una revolución neurótica para los protagonistas y los segundones más famosos, Karen y Jack. Todos hacen lo que no quieren y quieren lo que no deben, debatidos entre el deseo y la responsabilidad, entre la soltería y la vida en familia.
¿Tiene relación el vuelco a lo familiar de las series norteamericanas con la llegada de la era Bush? De pronto, el universo de las sitcoms asienta a sus hombres y mujeres, les quita la “vida loca”, les restringe el sexo ocasional y el tiempo libre. Hay que ganarse la vida y formar hogares respetables; hay que fragmentar la convivencia múltiple de tríos o cuartetos a duplas más convencionales. Donde había una corriente de simpatía entre muchos (seis amigos en “Friends”, cuatro en “Will...”), ahora deberá instalarse un lazo entrañable entre dos y el hijo en camino, acorde con la madurez sexual y afectiva que se entiende como “razonable”. Will y Grace hacen un pacto de fidelidad sin dudas y sin sexo, se proponen seguir la lógica de una pareja monogámica y estable aun entre un gay y una heterosexual. La serie evoluciona hacia el camino trazado por la precursora “Mad about you”: contar la atractiva vida cotidiana, ese mundo de pequeñas rencillas y pañales sucios, eliminará del panorama esas dinámicas inestables y confusas de amigos en veladas de ocio permanente, frente a la TV, rumiando su frustración y su deseo insatisfecho.
“Will and Grace” llegó a ser la serie más popular y “de qualité”, de Sony, por explotar el nicho, pero también por trascenderlo y convertirse en ese tipo de comedia que convoca fieles: una historia de “neuróticos”. En la era Bush, la serie reprime el deseo de sus personajes: como maduros y futuros padres no pueden mantener su actitud sexual activa y desigual; este año la soltería queda afuera, y la industria del espectáculo norteamericana demuestra que puede instalar la crónica de una pareja consolidada sobre cualquier base, aun en el departamento del gay y su amiga. Claro que los neuróticos reformulan sus conflictos: ahora lo resumen todo en la premisa: “Quiero pero no debo”. Entonces Grace rebota a su candidato desde el vamos, y Will se arrepiente de una escapada al boliche. Salir o quedarse, amar o resignarse, divertirse o asentarse: nuevas preguntas para el cuarteto más famoso que no encuentra demasiadas variantes para hacer humor que no sea el anuncio de una paternidad.
¿Cómo hacer evolucionar el monotema? ¿Cómo renovar el paisaje y añadir tensión? Si la temporada anterior terminaba con el dilema de cómo tener sexo sin deseo, esta vez el eje se desvía hacia el tercero: qué tipo de padres encontrará el recién nacido. En ese punto, “Will and Grace” se aparta del origen, y reemplaza las andanzas sexuales por la serenidad de la madurez. El fenómeno no es nuevo: ya pasó con “Friends”. El nuevo encuadre modifica el panorama: el partenaire de andanzas (Jack) se convierte en un hermanito mayor celoso, la amiga (Karen) entra en crisis emocional. Es el tránsito gastado pero vigente de ser joven a ser padre. En el camino, las series borran el fondo de frustración, eliminan el eterno presente en el que todo gira en torno del fracaso en el romance y a mirar televisión, y alertan sobre el paso del tiempo. La sitcom no perdona: al primer descuido pone a sus criaturas a cambiar pañales.