ESPECTáCULOS
“Esto es igual a empezar de cero”
Al frente de un nuevo quinteto, Lito Vitale presenta mañana en sociedad “Un solo destino”, el disco con el que regresa de lleno a lo instrumental.
Por Karina Micheletto
Armado con su piano, sus teclados y su capacidad compositiva, Lito Vitale supo construir una carrera en la música instrumental argentina. Puede exponerse de manera pomposa: una carrera, en la música instrumental, en la Argentina. Es cierto que también supo hacer un dúo de bellas canciones y tangos cantados por Juan Carlos Baglietto, con quien sigue dando shows por todo el país. Pero lo suyo fue y es la música sin palabras, como la que compuso e interpretó con los tercetos más folklóricos, con Cumbo y González, con Baraj y González (el más recordado), con Izarrualde y González, y con el cuarteto que mantuvo durante seis años. O como sus trabajos como arreglador y acompañante, sus temas incidentales para TV y cine, música para ballet, reversiones de canciones patrias... En la casona de San Telmo que funciona como bunker musical familiar hay rastros de la febril actividad del músico, desde los premios cuidadosamente acomodados en estantes hasta cuadritos del mítico MIA de los ‘70, que juntan tierra en un rincón y muestran a los hermanos Vitale (Lito y Liliana) adolescentes y a un Alberto Muñoz jovencísimo. Después de siete años de impasse instrumental, Vitale volvió a las andadas, esta vez con un quinteto que completan Ernesto Snajer en guitarra, Pipi Piazzolla en batería, Guido Martínez en bajo y Diego Clemente en aerófonos.
El CD que acaban de editar, Un solo destino, que presentan mañana a las 21 en el teatro N/D Ateneo (Paraguay 918) y que definen escuetamente como de “música instrumental argentina”, incluye tres temas reversionados de un disco anterior, Desde casa, coqueteos con el tango, y hasta aires celtas en “Xeito Novo”. Con notable precisión en los arreglos e instrumentos al servicio de la música, y no al revés, el quinteto deja aparecer al Vitale compositor con más fuerza, y menos del pianito soplado que en algún momento se transformó en sello repetitivo. Vitale cuenta que llegó a la grabación con el disco armado en su cabeza: “Es una forma de trabajo. Soy metódico y por lo general grabo con todo definido y ordenado previamente, no espero sorprenderme demasiado en el estudio”, explica.
–¿Es cierto que ya tenía pensado hasta el nombre del disco?
–Sí, porque Un solo destino es una definición personal. Estos son tiempos en los que todos nos planteamos cómo sobrevivir, y yo también me hago esa pregunta todos los días. Siempre llego a la misma conclusión: El destino que me toca es uno solo, tocar el piano y hacer mi música. En los momentos en que trabajé fuerte con la música instrumental, obtuve logros importantes. Ahora la situación es otra, y soy consciente de que empezar un proyecto nuevo es arrancar de cero. Es así acá y en la China. Por supuesto que los mercados son otros, pero en todos lados hay que remarla.
–Por lo general los argentinos son más proclives a llorar la carta...
–Yo no. Es cierto que éste es un momento en que todos los argentinos, en diferentes niveles y situaciones, sentimos que nos bajaron de un hondazo. A veces entro a mi estudio y pienso: ¿y ahora cómo hago para mantener todo esto? Si cambiar una compactera sale una fortuna... Es lo que les pasa a todos los que montaron una estructura y ahora se les complica mantenerla. Pero yo no lloro la carta de la Argentina. Y tampoco le echo la culpa a la gente, no digo “éstos no entienden nada”. Por supuesto que da bronca cuando uno pone todo en algo y no funciona. Pero tengo claro que quizás hacés un discazo, con los mejores arreglos, los mejores músicos, y si la gente no necesita eso, por más que se empapele el país de afiches no se vende un disco ni una entrada. Y por ahí uno es el primero en sorprenderse por la repercusión de otro trabajo. Son vaivenes que hay que aprender a bancarse.
–En este disco hay menos de “ese” pianito... ¿Fue adrede?
–Yo sé que me critican el pianito soplado, pero a esta altura tengo un sonido propio y lo defiendo. Uno cambia cuando interiormente siente que tiene que hacerlo, mientras tanto escucha lo que le dicen y lo toma. Loque pasa es que tuve mucha exposición y mucha amplitud. Estuve seis años todos los días en la tele y toqué con todos, de todo. Y es verdad, si me escucho con ese sonido siempre ya me empieza a romper las bolas a mí mismo. En este disco no hay tanto de eso, ni hay campanitas ni ruiditos, y sí, es cierto, un poco adrede. Pero en vivo lo pongo, a esta altura creo que forma parte de mi particularidad.
–¿Cree que la exposición terminó jugándole en contra?
–Si uno hace un estudio marketinero de la cuestión, fue por un lado positiva y por otro no. Se hace complicado tener una personalidad musical fuerte si das tantas opciones. Es difícil que la gente tenga interés en algo nuevo tuyo, porque por ahí dice, no, de este tipo ya tenemos demasiada información. De todos modos, no me arrepiento de casi nada de lo que hice.
–Entre toda esta amplitud, ¿cómo le gustaría que lo recuerden?
–Creo que si mañana me muero voy a ser recordado con respeto. Podrán decir “no me gustaba”, pero no “se murió un ladronazo”. Nunca hice cosas bochornosas, siempre seguí lo que creía correcto y traté de elevar la cosa, hacerlo lo mejor posible. Y compartí los espacios, no me guardé todo para mí. Así que espero que me recuerden como alguien que siguió en algo a sus padres: ellos tienen una energía arrolladora, que yo trato de imitar. Cambiaron muchas veces el foco de la cosa, fueron militantes, docentes, músicos, ahora están trabajando con Liliana y conmigo... Son tipos inquietos, que no pierden los sueños. Los de mi generación somos más proclives al bajón. Yo espero haber heredado la fuerza de ellos.