EL PAíS
Es el mandamás del Banco pero hay quien manda más
La increíble historia de las peleas internas en el directorio del Central y el perfil de dos hombres fuertes que rodean a Pignanelli: el ex presidente Pedro Pou y el subgerente general de Economía y Finanzas, Alejandro Henke, que es ingeniero electrónico. Detrás de ambos está el CEMA.
Por Susana Viau
“¡Sos un viejo alcahuete y traidor y te tengo grabado!”, vociferó Ricardo Branda. “¡Si no lo hizo un juez, lo tuyo es un delito!”, respondió Félix Camarasa, rojo de indignación. La trifulca no fue sólo verbal. A los gritos le siguieron puestas en pie, correr de sillones y un amago de puñetazos. Cuatro directores –dos por cada contendiente– debieron intervenir para separar y detener el revoleo de trompadas. El escandalete tuvo lugar hace diez días y el escenario fue la reunión de directorio del Banco Central.
La cólera de Branda no sólo se vinculaba al “caso Bercún” y a las filtraciones que habían puesto en evidencia que el lobbista pluriempleado también percibía remuneraciones de la entidad. Expresaba el grado de tensión que ha alcanzado la pugna entre el Central y el Ministerio de Economía y que se reproduce en el interior del banco entre una mayoría de funcionarios subordinada al presidente de la entidad Aldo Pignanelli, a Branda y, en definitiva, al CEMA, y una minoría –la de los directores Víctor Bescos, Augusto Magliano y Camarasa– alineada a grandes rasgos con el ministro Roberto Lavagna.
Los rumores indicaban que esas escuchas ilegales existirían y afectarían a tres altos directivos del Central, víctimas del clima de paranoia que se vive en su cúpula. El mismo estado de sospecha y alerta que inspiró la resolución de Pignanelli prohibiendo que la información interna sea girada a ningún sector del BCRA sin su autorización, restricción que incluye a sus compañeros de directorio.
Todo el poder al CEMA
Si alguien creyó que el alejamiento de Pedro Pou de la presidencia del banco marcaba el ocaso del Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (CEMA), estaba cometiendo un grosero error de cálculo. El CEMA no se limitó a permanecer sino que, por el contrario, se consolidó y aumentó su poder interno. Y en el plano de la política, quien dice CEMA debe mirar instantáneamente a Carlos Menem. De igual modo, son muchos los que creen que es Branda y no Pignanelli quien en verdad dirige la batuta en el directorio del BCRA. Ni siquiera Pignanelli tiene empacho en reconocer que “si lo dice Branda, yo me cuadro. Es mi jefe”.
Al compás de esa batuta una amplia mayoría del directorio se encolumna tras el tándem Pignanelli-Branda y, por lo mismo, tras los lineamientos del CEMA: Guillermo Lesniewer (ex superintendente de Entidades Financieras durante la gestión de Pou), Jorge Levy, ex contador de Alberto Pierri, Ricardo Ferreiro, un hombre de Chivilcoy, de fuertes lazos –también comerciales, según se afirma– con Roque Fernández y con Pedro Pou. No resulta extraño, así, que Ferreiro, responsable de la Comisión 4 (encargada de las cuestiones legales que afectan al BCRA), haya nombrado como asesor a Martín Pou Queirolo, sobrino de Pedro, obviando el insuperable escollo de que es miembro del estudio Vergara, representante legal de varios importantes bancos privados. La incorporación al directorio de Rafael Iniesta, que responde a la influencia del ex ministro del Interior José Luis Manzano, completa el panorama de cuadros o camaradas de ruta del CEMA en el máximo órgano del Banco Central. Una única frustración puede computársele a los esfuerzos del CEMA para colocar a su gente en el nivel más alto: la de Alejandro Henke, cuyos pliegos no fueron aprobados por el Senado, entre otras cosas a causa de un sumario interno iniciado por la desaparición de más de una decena de computadoras portátiles que se hallaban bajo su custodia.
Un tropezón no es caída
Si bien detenido a las puertas del directorio, Henke no tuvo demasiados motivos para desalentarse. Este ex asesor de Melchor Posse en Vicente López, de quien se dice es asimismo socio de Roque Fernández en la explotación de un lujoso restaurante de zona norte, fue designado al frente de un área clave aun cuando su título indicara la especialidad de ingeniero electrónico y la Carta Orgánica de la institución exigiera para el puesto iguales condiciones que las requeridas para el directorio. Henke recaló como subgerente general de Economía y Finanzas, dos zonas que los bancos centrales suelen tener cuidadosamente separadas.
Desde hace algo más de 48 horas un nuevo ordenamiento benefició a dos estrechas colaboradoras de Henke: Pilar Castro, ex subgerenta de Capacitación de la Superintendencia, pasa ahora a cumplir la misma función pero en el conjunto del banco. Y la secretaria personal de Henke, Florencia Rossini, una joven de 27 años, ascendió rauda de ese lugar a subgerenta departamental de Planificación. No obstante, la restructuración tiene un efecto mayor y de largo alcance: colocó bajo la influencia de Henke siete gerencias, entre ellas las de Política Monetaria y Financiera, Relaciones Internacionales y Normas. De acuerdo con el comentario de un viejo conocedor del Banco Central, “se quedó con un tercio del Banco. Y, por si fuera poco, controlando las política del BCRA y a la vez las normas a las que éstas deben ajustarse. Henke o el CEMA, como prefiera, son ahora patrón y sota”.
Quizá no estén desvinculados de estos ruidos la visita que el martes hiciera a la calle Reconquista Carlos Melconian y sobre todo la que efectuó ayer, sin dejar registro de su entrada, el inefable Pedro Pou.