ESPECTáCULOS › EL REALIZADOR MIKA KAURISMAKI HABLA DE SU OBRA Y LA DE SU HERMANO AKI
“Nos gusta mezclar el cine con la vida”
El filandés fue invitado a Buenos Aires por los responsable de una retrospectiva de su obra y de la de su hermano. “En un medio tan competitivo, tener un hermano al lado fue bueno para los dos”, dice sobre la alianza entre ambos.
Por Martín Pérez
Dentro del mundo del cine, decir Kaurismaki es lo mismo que decir Finlandia. Es el apellido de dos hermanos, Mika y Aki, que revolucionaron el cine de su país y lo legitimaron ante el mundo. Son, a su vez, algo así como el último eslabón de una virtual cadena de moderno cine de culto que bien podría comenzar en Wim Wenders, allá por los años setenta. A partir de él se llega a Jim Jarmusch, ya entrados los ochenta, y entonces es cuando, si se quiere profundizar por la misma ruta, es que aparece el cine de los Kaurismaki. Si bien el camino descripto es apenas una burda simplificación del lugar que ocupa el prolífico cine de los Kaurismaki, lo cierto es que así fue como muchos cinéfilos porteños llegaron al cine de estos dos hermanos finlandeses, cuyo cine se puede recorrer hasta el miércoles en una retrospectiva conjunta que desde ayer se exhibe en el Village Recoleta, organizada por la revista Haciendo Cine y con el apoyo y colaboración de la Embajada de Finlandia.
“Para hacer una película a mí me basta con una pareja hablando delante de un muro. También me conformo con una sola persona delante del muro. Y con ninguna, ya que, ahora que lo pienso, a mí lo que de verdad me interesa es el muro”, dijo alguna vez Aki Kaurismaki, un cineasta dueño de todo un arsenal de memorables frases contundentes y desmitificadoras sobre el cine. Gran triunfador del último Festival de Cannes con su película El hombre sin pasado, merecedora del premio especial del jurado, lo que diferencia su cine del de su hermano está contenido en la frase antes mencionada. Si al cine de Aki, finalmente, le interesa el muro, el cine de su hermano está interesado en esas dos personas. “Es verdad, a mí me interesan las personas”, admite frente a Página/12 el propio Mika, que llegó el miércoles a la Argentina para acompañar la retrospectiva. “Otra cosa que diferencia a mi cine del de mi hermano es que a mí me gusta mover la cámara. Aki no la mueve, mientras que yo la muevo mucho. Y ésa tal vez sea una de las grandes diferencias de nuestro cine. Que no se me entienda mal, a mí me gusta mucho el cine de Aki. Es más, yo fui el que le hizo conocer la obra de Ozu y de Bresson, dos directores que me encantan, que tampoco mueven su cámara y que tal vez sean su mayor influencia. Pero en mi cine me gusta mover mucho la cámara, y también me interesan las personas.”
–También le interesa mover mucho a las personas, ya que por lo general sus películas son road movies...
–Sí, también (se ríe). Tal vez sea algo personal, ya que desde chico me pasé la vida viajando. Con mis padres nos estábamos siempre mudando de aquí para allá, así que no soy una persona de un solo lugar. No hay un lugar del que pueda decir “éste es mi lugar”. Siempre he estado moviéndome, y lo mismo le pasa a mi cine. Además, aunque el mundo se vuelve cada vez más pequeño, a mí me gusta viajar con la cámara. Es una oportunidad de vivir cosas nuevas, y a mí me gusta mezclar el cine con mi vida.
De la quincena de largometrajes que integran la filmografía de Mika Kaurismaki, el único que llegó a estrenarse comercialmente en la Argentina fue Helsinki-Napoles, Todo en una noche (1987), protagonizada por Nino Manfredi, Samuel Fuller, Eddie Constantine, Wim Wenders y Jim Jarmusch, entre otros. Y no está incluido entre las cuatro películas elegidas para su parte en la retrospectiva. Además de la mencionada Rosso (1985) –la historia de un gangster italiano que viaja a Finlandia a cumplir un encargo–, integra la selección la que tal vez sea su película más conocida dentro de los círculos cinéfilos, el documental Tigrero (1994), en el que su cámara testimonia el viaje de Jim Jarmusch acompañando al mítico director de cine Sam Fuller por el Amazonas, regresando cuarenta años más tarde al lugar donde planeó rodar un film que nunca se hizo, que sería protagonizado nada menos que por John Wayne, Tyrone Power y AvaGardner. “A Fuller lo conocí en un festival de cine a mediados de los ochenta, y luego yo le presenté a Wim Wenders en el rodaje de Todo en una noche”, cuenta Mika, que presentó en la inauguración oficial de la retrospectiva el film Los Angeles sin un mapa (1997), protagonizado por Julie Delpy, Vincent Gallo, Joe Dalessandro y Jerzy Skolimowsky, entre otros.
“Una semana antes de venir aquí estuve terminando mi último film de ficción”, revela Mika. “Se llama Honey Baby y está protagonizado por Henry Thomas, el chico de E. T., que también está en la última película de Scorsese, Gangs of New York. Es una road movie que sucede entre Alemania y Rusia, y está basada libremente en el mito de Orfeo y Eurídice”, explica el finlandés, que vive en Río de Janeiro desde hace más de una década. “Llegué a Brasil por primera vez en 1988, invitado por un festival de cine. Se suponía que me iba a quedar una semana, pero terminé viajando por el Amazonas. Volví al año siguiente, para rodar una película y durante todo ese tiempo hice muchos amigos. Así que aunque nunca lo planeé, terminé instalándome en Río. Claro que no vivo todo el tiempo ahí, sino que viajo constantemente a trabajar aquí y allá.
–Usted presentó en el último Festival de Berlín un documental sobre la música brasileña llamado “Eu moro no Brasil”, del que no participa ninguna rutilante estrella musical brasileña. ¿Por qué?
–El film fue producido por un canal francés de televisión, que también coprodujo Buena Vista Social Club, de Wenders, y Super 8 Stories, de Emir Kusturica. Su idea era trabajar con directores de cine establecidos, y que ellos ofrecieran su visión de las cosas. Así que tuve toda la libertad del mundo para hacer un film musical sobre el Brasil, en el que intento dejar claro que la música brasileña no es sólo samba, bossa nova y “Garota de Ipanema”. A mí me gusta mucho la bossa, incluso en Finlandia tuve un grupo con el cual tocábamos bossa. Pero hay tanta música en Brasil que es imposible mostrarla toda en un solo film. Por eso decidí mostrar las raíces y mostrar la gente, para poder construir un fresco en el cual dejar en claro lo importante que es la música en Brasil, donde ayuda a la gente a aprender y a sobrevivir. Algo que no vi en ningún otro lugar del mundo.
–¿Existe algún tipo de competitividad entre su hermano y usted?
–Es algo de lo que en algún momento habló sólo la prensa, pero que para nosotros no existe. En realidad es al revés, Aki y yo trabajamos muy bien juntos y dentro de un medio tan competitivo como es el cine, tener un hermano al lado fue bueno para los dos. Fue algo que nos permitió hacer lo que queríamos hacer. Y si bien a los dos nos gusta el mismo cine, no tendría ningún sentido que hiciésemos la misma clase de películas. Yo creo que, a diferencia de Aki, lo que yo me propuse es no dejar nunca que se estableciera un estilo en mi cine. Yo quise seguir buscando y hacer toda clase de cosas: documentales y ficción, comedias y películas de acción. Así que, en ese sentido, aún me considero un cineasta joven. Aunque ya no lo soy.
–Después de todo, usted es el hermano mayor...
–Yo tengo la culpa de haberlo metido en el cine. Y a veces me arrepiento de haberlo hecho, porque Aki hubiese sido un gran escritor. Quiero decir: es un gran cineasta, pero si se hubiese dedicado a escribir hubiese sido un novelista aún más grande.
–¿Le dijo esto a su hermano?
–Más de una vez. Hace un par de años, Aki llegó incluso a dejar de filmar por un tiempo. Trató de dejar el cine, en serio. Y yo le regalé un gran libro encuadernado con las hojas en blanco, y una lapicera. Me prometió que escribiría en él, pero no funcionó.