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Una notable conmoción causó en Chile la muerte sorpresiva del vocalista del grupo Los Jaivas, Eduardo “Gato” Alquinta, víctima de un infarto agudo al miocardio. Alquinta, de 57 años, murió el miércoles, mientras se bañaba en el balneario La Herradura, de la región de Coquimbo, a 400 kilómetros al norte de Santiago, donde estaba de vacaciones. “Nuestro amigo de más de cuarenta años de música murió producto de un infarto. Ni siquiera se alcanzó a dar cuenta de lo que estaba pasando”, comunicó Alvaro Mutis, el bajista del grupo. Mutis recordó a Gabriel Parra, ex baterista de la banda, quien falleció en 1988 en Perú tras un accidente automovilístico. “Gato quiso armar un nuevo grupo musical. Ya está con Gabriel y están empezando a practicar”, subrayó. Los restos del líder de Los Jaivas fueron trasladados a Santiago en un avión de la fuerza aérea y el público podrá darle el último adiós desde hoy en la antigua Estación Mapocho de Santiago, remodelada como centro cultural. La muerte del músico y compositor estremeció al ambiente artístico y especialmente a quienes fueron jóvenes en los ‘60, generación a la que pertenecieron Los Jaivas, con su opción por la vida en comunidad, la paz, el arte y la libertad. En medio de las reacciones, Alvaro Henríquez, líder de la desaparecida banda Los Tres, opinó que la muerte de Alquinta merece decretar duelo nacional y agregó que si se hiciera un plebiscito, “todo el mundo estaría de acuerdo”. Horacio Durán, del grupo Inti Illimani, señaló que la banda “marcó una revolución musical” en América latina. Aunque Los Jaivas se identificaron más con el movimiento hippie que con la militancia fueron simpatizantes del gobierno socialista de Salvador Allende (1970-1973), por lo que, tras la llegada de la dictadura de Augusto Pinochet, huyeron a la Argentina, donde fueron un grupo de culto. Cuando la situación política argentina se complicó, el grupo partió a Europa y se radicó en Francia. En su estadía en París, la banda creó su gran obra, Alturas de Machu Picchu, inspirada en textos de Pablo Neruda.