ESPECTáCULOS › HOY COMIENZA EL FESTIVAL DE CINE DE ROTTERDAM

Resistencia a la holandesa

La defensa y el análisis del cine que escapa a los límites industriales caracterizan un encuentro que incluye siete films argentinos.

 Por Horacio Bernades

Desde Rotterdam
En términos de tamaño y repercusión, podría decirse que es el Cannes del cine independiente. Todos los años, para esta época, el Festival de Rotterdam (considerado el más importante evento cultural de Holanda, y un verdadero modelo de gestión cultural para toda Europa) despliega durante doce días, a lo largo de toda la ciudad y para un público estimado en cientos de miles de espectadores, un gigantesco maratón de películas que, a lo largo de los doce meses siguientes, marcarán por dónde pasa lo más arriesgado, novedoso y crucial del cine contemporáneo. Cerca de una veintena de salas, trescientas películas del mundo entero –entre ellas, un centenar de premières internacionales– y varios miles de invitados (gente de la industria, realizadores, productores de cine independiente, periodistas especializados) son algunas de las cifras que permiten trazar las dimensiones del más grande festival de cine independiente.
Pero no es una cuestión numérica, ni tampoco de paparazzi o glamour, lo que determina la relevancia del evento cuya trigésimo segunda edición quedará oficialmente inaugurada hoy a las 23, en una de las siete salas del complejo cinematográfico Pathé. Lo que hace de Rotterdam la cita anual por excelencia para la comunidad del cine independiente internacional es que no existe otro festival de cine que esté pensado hasta tal punto como evento cultural, en el sentido más generoso de la palabra. Empezando por su director, el británico Simon Field, y siguiendo por cada uno de sus programadores, el criterio que anima a los organizadores de Rotterdam es darle visa de entrada a absolutamente todo aquello que sigue haciendo del cine una forma de arte y expresión personal antes que de comercio audiovisual. No importa la procedencia, ni el idioma, ni el tamaño: mientras una película tenga algún interés cultural o artístico, mientras se desmarque de las convenciones al uso, mientras no conciba el cine como una pata más de la industria audiovisual, podrá aspirar legítimamente a ser parte de la programación del International Film Festival of Rotterdam (IFFR).
Basta con revisar (a vuelo de pájaro, nomás) la programación de este año para comprobarlo. Mientras en la muestra competitiva –los renombrados Tiger Awards– se verán 14 primeras o segundas películas del mundo entero –desde los países centrales hasta los periféricos, incluida una argentina–, en las paralelas habrá ocasión de presenciar tanto un clásico de las blaxploitation movies de los ‘70 (Baad Asssss Song) como películas filmadas y proyectadas en HDDV (video digital de alta definición), pasando por todo lo que la mente humana sea capaz de imaginar: un documental chino de 9 horas, una trilogía de películas filmadas en continuidad en la que los mismos personajes protagonizan una comedia, un thriller y un melodrama, instalaciones de artes visuales en sincro con proyección de películas, tres retrospectivas completas de cineastas en actividad, un film peruano que el programa oficial anuncia como “culebrón deconstruido”, una revisión de películas premiadas durante los últimos doce meses en Cannes, Venecia y Toronto, dos de las ganadoras en la última edición de Sundance y films de Asia, Africa y América latina.
Obviamente no podía faltar el cine argentino que, como se sabe, es sensación en festivales desde hace un buen par de años. Habrá, en total, siete películas locales presentándose en Rotterdam, de las cuales el buque insignia será Extraño, opera prima de Santiago Loza con Julio Chávez y Valeria Bertucelli, única de las siete que competirá por el Tiger Award. Repartidas en distintas secciones del IFFR se verán Balnearios, de Mariano Llinás (tal vez el film argentino reciente que está más en sintonía con el espíritu del festival); Sudeste, de Sergio Bellotti; Valentín, la nueva de Alejandro Agresti (que por sus largos años de residencia en Holanda juega casi de local); y la premiadísima Tan de repente, de Diego Lerman, ademásde otras dos ya bien conocidas en la Argentina como El bonaerense e Historias mínimas. Las últimas tres también tienen algo que ver con el festival, ya que contaron con aportes financieros de la fundación holandesa Hubert Bals, estrechamente ligada con el IFFR. El objetivo de esta fundación es colaborar con el desarrollo de cinematografías periféricas. Lo hace con mucha eficacia, no sólo en términos económicos sino también de repercusión.
Aunque luzcan en su programación títulos tan restallantes como Ten (lo más nuevo de Abbas Kiarostami), El hombre sin pasado (la última del finlandés Aki Kaurismaki, premiada en Cannes 2002), Dolls de Takeshi Kitano, Placeres ocultos del chino Jia Zhangke (ganador de una de las ediciones del Festival de Buenos Aires) o lo más nuevo de las reputadas realizadoras francesas Claire Denis y Catherine Breillat, Rotterdam no agota su propuesta en la exhibición. Uno de los ejes que lo convierten en evento cultural de primera agua es su capacidad de gestión, materializada en una miríada de debates, mesas redondas, work-shops y discusiones públicas. El otro es el nivel de participación que genera en el público y asistentes en general. En este marco, este año se celebrará la segunda edición de “What (is) cinema”, una semana de mesas redondas destinada a plantearse desde el modo en que se piensa hasta la forma en que se comercializa el cine actual.
Más llamativa resulta la convocatoria al llamado Parlamento Cinematográfico de Rotterdam, abierto a todos aquellos que tienen algo que ver con el cine, desde agentes de ventas hasta críticos, pasando por productores, exhibidores y distribuidores. El nombre puede sonar entre ostentoso e irónico, pero no se trata de ninguna cháchara. El objetivo de esta asamblea es producir un documento que proponga soluciones posibles para ciertas cuestiones problemáticas de la política cinematográfica internacional, como el apoyo a las cinematografías periféricas o el monto y destino de los fondos estatales. A diferencia de tantas iniciativas bien intencionadas pero poco efectivas, ese documento no está llamado a juntar polvo en un cajón: se le hará llegar a todos los ministros de Cultura europeos, así como a todos aquellos funcionarios y gestores culturales que cuentan con algún poder de decisión, para que no se sigan haciendo los bobos frente a recortes, reducciones presupuestarias y otras coartadas de la modernidad liberal

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“Tan de repente”, de Diego Lerman, una presencia argentina.
Las chicas ganaron el premio compartido a la mejor actuación, en Cuba.
 
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