ESPECTáCULOS › GUSTAVO POSTIGLIONE Y LA VERSION ESCENICA DE “EL ASADITO”
“En teatro no hay segunda chance”
El director rosarino sostiene que la puesta teatral recrea la atmósfera costumbrista del film, aunque adquirió un tono más corrosivo.
Por Silvina Friera
Un grupo de amigos se junta el último día del milenio en una terraza. Despedir el siglo es apenas una excusa. Cualquier circunstancia (casamiento, divorcio, despedida de soltero, cumpleaños o el cobro de una indemnización, entre otras) sirve para enarbolar la mística del reencuentro con un buen vino tinto y el envolvente humo de la parrilla. El olor de la carne y las achuras configuran una situación típica que suscita la inmediata identificación de muchos de los espectadores, especialmente si son hombres acostumbrados a reunirse para hablar de mujeres, de fútbol y de política. La película El asadito, que recreó esta atmósfera de complicidades masculinas, tiene su versión escénica homónima. Con textos, dirección y puesta en escena del propio realizador, el cineasta rosarino Gustavo Postiglione en su debut teatral, la pieza se presenta en el Complejo La Plaza, los viernes a las 23.45 y los sábados a la 0.30. Aunque mantiene la estructura del film, Postiglione agregó un nuevo comensal, desarrolló situaciones que no estaban en la película y les dio un tono más ácido a los diálogos y discusiones. “En esta obra el realismo es necesario por la temática y el tipo de propuesta costumbrista, basada en la espontaneidad de los personajes. Trabajar en otro registro sería ridículo”, dice Postiglione en la entrevista con Página/12. La obra, que se presentó el año pasado en el Teatro de la Comedia de Rosario, cuenta con las actuaciones de Tito Gómez, Daniel Briguet, Raúl Calandra, Héctor Molina, David Edery, Carlos Resta (los mismos actores de la película) y Gustavo Guirado, el nuevo comensal o invitado sorpresa. “Hace tiempo que me interesaba acercarme al hecho teatral, quizá por la forma de trabajar que tengo en mis películas, con una inclinación hacia el texto y las interpretaciones de los actores. El desafío de la reescritura teatral y el planteo de la puesta escénica son riesgos que no había corrido nunca”, señala el director.
La acción ya no transcurre el último día del milenio, pero la escenografía recrea la misma terraza rosarina y los actores comen el asado. Aunque no se cocina en escena, el olor de la carne le confiere un toque más realista al montaje. A Postiglione le gusta comparar su primera experiencia teatral con el fútbol. “Como técnico planteo la estrategia, pero en cada función no todos los jugadores van a estar inspirados de la misma manera ni van a hacer las mismas jugadas. En el cine, si sale mal una toma la podés repetir. En el teatro, si una escena funcionó mal no existe otra chance. Lo podés charlar con los actores, pero uno nunca tiene la certeza de que en la próxima función saldrá bien”, explica el director de El cumple.
“La versión teatral tiene una estructura un poco más acabada en cuanto a los momentos dramáticos y el final”, aclara Postiglione. “Quise que cada personaje tuviera su propio solo en escena, que todos los actores se lucieran. Además, les cambié el nombre a los personajes, excepto a Tito (el dueño de casa) y a Daniel (el intelectual). En el film, el registro parecía el de un documental. En el teatro, necesitaba acentuar el carácter de ficción, que son actores representando una ficción.” Postiglione comenta que las historias de los personajes están más desarrolladas: “Esto le permite al público comprender ciertos aspectos del pasado del abogado trucho o del remisero, incluso aparecen pistas para dilucidar los motivos por los cuales el historietista intenta suicidarse”. En la versión teatral de El asadito, algunas escenas son más patéticas, los diálogos se tornan más corrosivos y los debates relacionados con la política y la militancia en los años ‘70 están teñidos de reproches y burlas respecto del rol que tuvo cada personaje en esa época. “A partir de comentarios muy banales, cuando empieza la charla salen a flote cuestiones generacionales y la historia del país. Son las heridas abiertas que nunca terminamos de cicatrizar como sociedad”, apunta Postiglione sobre esas recriminacionesque afloran entre los personajes. Entonces, el que se jacta de su abnegada militancia porque puso el cuerpo en las marchas y en las calles, es cuestionado por otro que le recuerda que, lejos de esa imagen épica que le gusta difundir, en realidad iba a las marchas “para levantarse minas”.
–¿La reunión de amigos y los debates sobre el fútbol y la política se asemejan a los espectáculos de Fontanarrosa?
–Cuando se estrenó El asadito, algunos críticos de cine decían que el humor del film se parecía al de Fontanarrosa. La comparación me halaga porque lo admiro muchísimo. Creo que es un narrador excelente. El realiza una recreación perfecta del mundo cotidiano y de lo costumbrista. El punto de contacto que tenemos es la ciudad de Rosario. Fontanarrosa siempre apela a la sonrisa, aunque en sus últimos cuentos aparezca una impronta más cruel. Pero sus personajes son entrañables. Las criaturas de El asadito, más allá de que consigan hacer reír, son mas heavies, más duras. Hay determinados códigos del humor que nos vinculan porque son propios de Rosario, pero también son similares a los que se manejan en Buenos Aires. Algunos dicen, con ironía, que Rosario es el único barrio de Buenos Aires al que se puede viajar en avión. Son dos ciudades-puertos muy semejantes. El asadito funcionó mejor en Buenos Aires (14 semanas en cartel) que en Rosario (sólo 8). El porteño es más abierto en algunas cuestiones. El rosarino, en cambio, es más crítico.