ESPECTáCULOS › “AMOR A SEGUNDA VISTA”, DE MARC LAWRENCE
Aburrida, intrascendente y racista
Por Luciano Monteagudo
Hay algo profundamente irritante en esta comedia romántica made in Hollywood y no tiene nada que ver con su falta de gracia, ni con su previsible trama argumental, ni siquiera con la incómoda sensación de estar en una sala de cine frente a una película que parece destinada a ese pozo sin fondo que es la televisión por cable o, en el mejor de los casos, a ayudar a conciliar el sueño en un avión. Se trata más bien de ciertos “chistes”, por llamarlos de alguna manera, que conllevan una mirada racista y condescendiente sobre aquellos personajes que no forman parte de la clase dirigente que celebra este Amor a segunda vista.
El personaje de Hugh Grant, por ejemplo, es un simpatiquísimo magnate acostumbrado a salir en la tapa de la revista Forbes, a derrochar sus dólares como si fueran maníes y a especular con negocios inmobiliarios, destruyendo en el camino propiedades históricas de valor no sólo patrimonial sino también comunitario. Según el guionista y director Marc Lawrence, todo esto lo habilita, por ejemplo, para burlarse de una mucama de origen latino, como si fuera un rasgo más de su estilo y de su encanto personal.
Más revelador resulta el personaje de Sandra Bullock, a la sazón productora de la película. Abogada de tradición “liberal” a la manera estadounidense, es una militante de las causas ambientalistas, de la preservación histórica y de la simple vida de la clase trabajadora, de la cual proviene. Pero esta Cenicienta no tardará en sentirse atraída por el príncipe azul de los negocios, que la lleva a trabajar con él. Y en la escena más desafortunada de la película, cuando ella necesita desesperadamente un baño, no puede sino mofarse de la familia que se lo brinda, asociando –de la manera más estereotipada– pobreza con suciedad, como si ese prejuicio en sí mismo pudiera considerarse gracioso.